Libros

Laura Carneros: reflexión generacional sobre la utopía de la felicidad en la Europa precaria

La malagueña presenta 'Proletaria consentida' (Caballo de Troya), un libro que pretende poner de manifiesto las distintas incapacidades que nutren a una generación sobradamente preparada frente a un futuro donde las clases sociales y la incapacidad de regenerar provocan sufrimiento

Sobre estas líneas, a la izquierda, Alberto Vázquez; a la derecha, una imagen de «Unicorn Wars». | JORDI COTRINA

Sobre estas líneas, a la izquierda, Alberto Vázquez; a la derecha, una imagen de «Unicorn Wars». | JORDI COTRINA / eduardo parra. málaga

Eduardo Parra

Laura Carneros (Málaga, 1988) siempre ha tenido cara de escritora. Pertenece a esa gran mayoría de jóvenes que posiblemente nunca podrán comprarse un piso, ni podrán trabajar de aquello que han estudiado, ni siquiera pueden permitirse el lujo de ir fuera a estudiar como hacen otros. Los otros, los que pertenecen a una clase social diferente. De la mano de Jonas Trueba y su editorial (Caballo de Troya) presenta 'Proletaria consentida', una novela escrita con pequeños pedazos de su propia vida repleta de indignación, furia enmudecida y relaciones no afectivas. Un relato certero y lleno de incógnitas que nos permite sentir y pensar.

Huir de la novela de aprendizaje

«Sí, es cierto, aunque pueda parecer todo lo contrario, he evitado la novela de aprendizaje», nos cuenta tomando un café en el Bruselas, en la Plaza de la Merced. «La novela tanto en su estructura como en su verdadera naturaleza, como la propia protagonista, no quiere manifestar ninguna voluntad de evolución. Somos una mezcla de reflexiones que se nutren de nuestras experiencias personales y eso nos construye y define. Siempre creo que las circunstancias nos superan, soy así. Pero dentro de esta involución se acaba aprendiendo algo, que es a sobrellevarlo».

Escribir como persona fruto de su tiempo

«La protagonista debía estar atravesando toda esta historia. Ella es alguien como yo, una persona de clase media baja, y tiene diferentes frentes abiertos, que, a su vez, son reflejo de la sociedad donde vive según su clase social: precariedad laboral, vicisitudes sociales, futuro incierto...». Y la familia, lo más real del relato: «Los personajes son los de mi propia familia. No podía crear un reflejo de mi realidad sin hablar de todos los que me rodean. Las situaciones familiares que se muestran en el libro están vivenciadas por mí y eso aporta algo más al relato».

La presencia de Jonas Trueba

En Proletaria consentida resuena Jonas Trueba. El universo de Laura Carneros comparte visión y puntos de interés con el del cineasta madrileño y también editor de Caballo de Troya. «Jonas me propuso hacer el libro. Yo admiro su cine porque es libre, prescinde de estructuras, sus historias hablan mucho del presente y tener el reconocimiento de él me quitó un peso de encima. Yo tenía la mitad del libro escrito y cuando el lo leyó no tocó casi nada. Respetó el texto y sólo me dio buenos consejos», asegura la malagueña, convencida de que «existe una conexión» entre lo que quiere contar y el propio universo del realizador.

El falso paraíso europeo

«Yo salí de Málaga como licenciada en Periodismo y acabé barriendo escenarios en un teatro de Eslovaquia [Laura Carneros ahora es teleoperadora]. Terminé la carrera, vivía con mis padres, no conseguía levantar cabeza... En un principio deseché la idea de escribir Proletaria consentida porque no me sentía en ese punto vital necesario; luego pensé que lo que había escrito formaba parte del pasado. Pero viajar por Europa, conocer gente de diferentes países y culturas y ver que todos estaban sintiendo lo mismo que yo me llevó a un nuevo punto de partida. Y ahí retomé la escritura del libro».

Un estado de ánimo

Proletaria consentida suena a estado de ánimo. «Y a una maldición. Sentía que debía escribir la novela pero ya no era ni soy la misma persona que terminó la mitad de este relato. Pero sentía que hasta que no la terminase mi vida iba a seguir igual, un lugar con un único estado emocional. Cuando volví de Eslovaquia empecé a buscar fórmulas para a revivir los estados de ánimo necesarios para revivir ese tiempo de mi vida y terminar el libro. Acudí a canciones, libros, películas e incluso grupitos de amigos que pudieran ayudar; todo lo que fuera necesario para volver a ser esa persona que empezó el libro hace años».

Desigualdades, soluciones

La protagonista de la novela carece de referentes, y no tiene una visión nítida de los problemas y menos de cómo afrontarlos. «En realidad no es así. Me siento afortunada por estar rodeada de tanta gente con diferentes visiones de las cosas. Pero, en realidad, te das cuenta es de que no todos tenemos las mismas oportunidades, ni el dinero suficiente para realizarnos, ni pertenecemos a la misma clase social. Yo no he podido llegar más arriba de lo que quería, o sentirme mejor conmigo misma, por muchas causas. Pero siempre he estado rodeada de gente que me ha ayudado. La vida te hace conocer a otras gentes que te llevan a otros círculos donde te sientes más protegida. Lugares donde no todas las relaciones personales se mueven por intereses y dinero. La misma humanidad que nos condena también nos salva».

Responsabilidades de la felicidad

Un personaje que es la propia Laura incapaz de encontrar entre todo lo que le rodea algo que le haga alcanzar algo de entusiasmo. Tanto como periodista, como amiga y en sus relaciones personales. Todo le resulta insatisfactorio. «Me lo pregunto mucho. Lo llaman insatisfacción crónica. Creo que la felicidad trae responsabilidades. Hasta los ricos tienen problemas. Forma parte de nuestra naturaleza el estar insatisfecho con casi todo lo que nos importa. Soleá Morente dice en una de sus canciones: Si no eres feliz con lo que tienes nunca llegarás a serlo con lo que te falta. Esa frase resume muy bien ese sentimiento de insatisfacción. La protagonista de la novela se siente impotente y quiere alcanzar sus objetivos, pero acaba encontrando otras cosas. Un equilibrio, un lugar desde donde seguir luchando, ser feliz sin sentirse una desgraciadas rodeada de gente que la quiera. Aunque el libro no acaba teniendo un mensaje final afortunado yo percibo la vida así».

Decía Virgina Woolf que «un yo que sigue cambiando es un yo que continúa viviendo». 'Proletaria consentida' acaba siendo una exposición íntima, personal y reveladora de ese continuar viviendo, a falta de más explicaciones.

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