Memorias

Paul Newman, la estrella que nunca quiso serlo

La autobiografía de Paul Newman ofrece la cara más sincera y realista de quien fuera la gran estrella masculina de su generación

Paul Newman.

Paul Newman.

Quim Casas

Stewart Stern fue el guionista de títulos míticos del Hollywood de los 50, como ‘Rebelde sin causa’. Era también muy amigo de Paul Newman y Joanne Woodward. Escribió el guion del primer largometraje dirigido por Newman, ‘Rachel, Rachel’ (1968), y el de ‘Deseos de verano, sueños de invierno’ (1973), interpretado por Woodward. Tal era la confianza que, hacia 1986, Newman le propuso a Stern que entrevistara a su pareja, a su primera esposa, hijos, siquiatra, amigos y compañeros de profesión con los que trabajó. De esas entrevistas se desprendería una versión múltiple y en tercera persona sobre Newman. Una vez ordenado el material, Newman le dictaría a Stern su propia versión de los hechos, en primera persona.

 Una forma singular de plantearse una autobiografía. Tan singular como lo fue Newman, uno de los iconos masculinos del Hollywood rebelde de los 50 junto a James Dean, que murió demasiado pronto, y Marlon Brando, que se enfrascó en muchas batallas y polémicas. Una estrella que nunca quiso serlo y que a través de esta autobiografía quería contrarrestar y cuestionar al mito. Un tipo corriente que no pudo escapar a la presión que conlleva convertirse en la estrella cinematográfica más importante de su generación, el más ‘cool’ junto a Steve McQueen, el héroe torturado de adaptaciones de Tennessee Williams y William Faulkner. Un hombre que no quería hacerse viejo, como todo el mundo, y que aseguraba que no iba a envejecer con estilo. También confesaría beber demasiado, no saber definirse bien y que en una época de su vida se convirtió en una criatura sexual que dejaba un rastro de lujuria a su paso.

Todo esto aparece en el libro que estuvo a punto de no existir. Cinco años después de iniciar la titánica tarea, Stern y Newman se sentían completamente abrumados, superados por el material que tenían entre manos. Newman se hartó y en 1998 quemó las cintas en las que tenían registradas las entrevistas. El actor y director falleció en 2008. Stern murió en 2015. Woodward les sobrevive. Nada se sabía del proyecto hasta que, haciendo inventario en una de las propiedades de la familia, una amiga encontró en 2019 los más de 15.000 folios con las transcripciones de aquellas conversaciones. Melissa Newman, hija de la pareja, y David Rosenthal, encargado de la edición del texto final, dieron forma dos décadas después a estas memorias autorizadas que han servido también de base para la serie ‘Las últimas estrellas de Hollywood’, dirigida por Ethan Hawke y estrenada el pasado noviembre en HBO Max.

 Un libro gestado de esta forma tan ‘extraordinaria’ no podía tener un título mejor que el de ‘La extraordinaria vida de un hombre extraordinario’, publicada por Libros Cúpula. En el texto se explica a la perfección como Newman construyó una especie de caparazón con el que protegerse del mundo a través de los personajes, atractivos y violentos, duros o baqueteados, cínicos o íntegros, que encarnó en ‘Marcado por el odio’, ‘El zurdo’, ‘El largo y cálido verano’, ‘La gata sobre el tejado de zinc’, ‘El buscavidas’, ‘Dulce pájaro de juventud’, ‘La leyenda del indomable’ o ‘Dos hombres y un destino’.

 Desvela igualmente, intercalando en el relato de Newman los comentarios de los demás, aspectos de su vida privada y su forma de entender el cine. Eliza Kazan, por ejemplo, asegura que Newman siempre fue un actor muy honesto, “hay algo en él que no es más que una máscara, pero debajo se encuentra un alma pura y que desea hacer muchas cosas”. Otro director, Richard Brooks, decía de él que era terriblemente pragmático. En 1973 coincidieron y Newman le dijo que estaba trabajando en ‘El coloso en llamas’. “Oh, en eso”, dijo Brooks, y Newman simplemente le contestó: “Sí, y no creo que esté tan mal. Es posible que haga buena taquilla, incluso que sea un éxito”.

 Arthur Newman Jr., su hermano mayor, está convencido de que el actor habría podido triunfar como empresario, ya que “tenía una gran capacidad para gustar a todo el mundo”. Especialmente relevante es el relato de cómo comenzó su relación con Woodward, cuando aún estaba casado con su primera esposa, Jackie White. Newman escribe que “Joanne y yo no nos deteníamos a preguntarnos por la moralidad de lo que hacíamos. Lo nuestro se basaba en la pasión”. Pasaron meses de indecisión y cuestionamiento, pero “sí, hicimos todas aquellas idioteces propias de las estrellas de cine, lo de la lujuria y enrollarnos en todas partes. Jackie no recibió aviso alguno, no tuvo la oportunidad de fortalecerse o defenderse”. Woodward apostilla que aquel periodo fue como un largo guion de cine, “había algo maravilloso en vivir aquella fantasía incluso para alguien que había vivido toda su vida entre fantasías”.

 En contraste, la dolorosa experiencia de la muerte a causa de una sobredosis de su primer hijo Scott, a los 28 años, relatada por Woodward: “Paul fue directo al tanatorio y me aseguró de que había sido toda una experiencia. Le bastó entrar y estar con él y de repente fue capaz de llorar, de verle y amarle”.