Arte

Simon Zabell integra su obra en el Museo de Nerja

El artista malagueño presenta alguna de su producción más reciente en el espacio adscrito a la Cueva

Panorámica de piezas creadas por Zabell para la muestra.

Panorámica de piezas creadas por Zabell para la muestra. / La Opinión

La Opinión

Hoy, hace 64 años que se descubrió la Cueva de Nerja. Para celebrar el aniversario, el artista malagueño Simon Zabell inaugura Club Calypso, en la Sala de Exposiciones Temporales Ana María Márquez del Museo de Nerja. La muestra, comisariada por María Rosa Jurado, se compone de una selección de 9 obras de pintura, 5 esculturas y diversos temas musicales realizados exprofeso por el compositor Craig Stuart Garner y el propio Zabell.

Las piezas realizadas por Simon Zabell (Málaga, 1970) están armada con la austeridad del barro, cosida con notas musicales, envuelta en la gestualidad del trazo domado hasta dotarlo de la forma precisa, y culminada con la vibración que fluye entre las piezas expuestas en esta sala del Museo de Nerja. Las obras que ha producido para esta muestra emanan de la tradición, de la mística y de los ritmos, explorando los límites de los pigmentos, de la geometría, del volumen y de la percepción visual, creando un lenguaje propio protagonizado por la pintura, hablando de una escucha que se desplaza del fundamento (musical) a la superficie (sonora). Su particular lenguaje se construye con urdimbres y tramas duales: el fondo y la figura, la solidez arquitectónica y las vivencias íntimas, la textura matérica y las veladuras, la realidad y el ensimismamiento tras el trampantojo.

El vigor de la gestualidad de Zabell, va dando paso a unas piezas rotundas, netas, limpias, donde el brío del gesto no desaparece, pero resulta sutil, contenido, esencial. La pureza o esencialidad de estas obras, su preocupación por la espacialidad desde un medio bidimensional como la pintura o la silente monumentalidad con la que afronta este proyecto, resumen con máxima intensidad la relación íntima que siempre ha tenido con la pintura, con la escultura y con la música. La experimentación con la esencialidad de formas y colores demanda una investigación en torno a lo escultórico y el espacio, desde su construcción hasta su ausencia, donde la geometría y la citada esencialidad describen un punto de encuentro: un monumento a la tradición y a su vigencia. Tradición, en este caso, en torno a los ritmos y a las arquitecturas vernáculas originadas en el continente africano. Son obras que, al igual que los primeros ritmos africanos, transmiten un intencionado sentido musical, una llamada al lenguaje sonoro intergeneracional que transita de continente en continente, creando una globalidad paralela que atiende al entendimiento entre culturas lejanas, una evocación de las tradiciones rítmicas orales inseparables de la danza.

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