EXPOSICIÓN

Pioneras del cómic en España: de trabajar en las machistas revistas 'rupturistas' de los 70 a la consolidación como autoras

Una muestra en el Reina Sofía reivindica el importante papel que tuvieron las autoras de cómic en el desarrollo de las nuevas narrativas y enfoques que experimentó la disciplina en la España de los 70 y 80

Páginas de la historia de Isa Feu ’No digas tu coño, di tu corazón’.

Páginas de la historia de Isa Feu ’No digas tu coño, di tu corazón’.

Eduardo Bravo

En 1979, la revista El Víbora publicó su primer número. A pesar de haber nacido ya en democracia, la que fuera una de las publicaciones de cómics más rupturistas y contestatarias del kiosco, mostraba todavía ciertas actitudes heredadas de esa dictadura que se quería dejar atrás a toda costa, pero que, después de casi cuatro décadas, había calado hondo en la sociedad española.

Entre esos gestos que no se conseguían erradicar estaba el machismo tanto en la forma de representar a las mujeres en las historietas que se publicaban como en el trato que las autoras recibían dentro de la redacción. En ese sentido, las creadoras de cómics tuvieron que convivir con la hipersexualización de los personajes femeninos de autores como Robert Crumb y sus mujeres de enormes pechos, largas piernas y caderas anchas, y hechos como el de tener que esperar hasta 1984 para que una mujer firmase la portada de la revista.

"Se me permitió hacer una portada porque Joseph Marie Lo Duca, un famoso intelectual y cofundador de Cahiers du Cinéma, escribió a Josep María Berenguer, el editor de El Víbora, para decirle que el mejor autor de su revista era Maracaibo, que era el pseudónimo con el que yo empecé a publicar en ella en 1981, después de que a Alfredo Pons le encantase una historieta que llevé a la redacción y me propusiera escribirme un guion. Aunque los autores sí me apoyaron, Berenguer era tan misógino que me pagaba menos que a los hombres autores y me hacía esperar meses para poder publicar en El Víbora. Tanto es así que, en toda la década de los 80, fui la única mujer a la que se le permitió hacer una portada", recuerda la ilustradora Laura Pérez Vernetti cuya cubierta, Medusa, ha sido adquirida recientemente por el Museo MNAC de Barcelona.

"Originalmente, el cómic ha sido o un territorio colonizado por el masculino, en el cual la mirada, el discurso y el público contemplado por creadores y productores han formado parte de una conversación entre hombres de la que las mujeres hemos sido excluidas. No obstante, esto no quiere decir que no hubiera mujeres porque, como las meigas, haberlas haylas desde que comenzase esta disciplina en el siglo XIX", explica la ilustradora Marika Vila, que destaca el hecho de que han tenido que ser las propias mujeres las que, "como el Barón Munchausen, nos recatemos a nosotras mismas estirándonos del cabello para salir de la laguna del silencio que nos ha mantenido en la sombra hasta bien entrado este segundo milenio. Así, manteniéndonos a flote a base de resiliencia, creando grietas en el discurso canónico, rescatando invisibles y apoyando a las nuevas generaciones, hemos conseguido salir de la sombra y reírnos de nosotras mismas para decir que nunca más volveremos al silencio".

Autoras adultas

Consecuencia de esa reivindicación que vienen haciendo las mujeres ilustradoras de su propio trabajo es ¡Mujercitas del mundo entero, uníos!, una exposición que recupera trabajos realizados por autoras de cómic adulto entre 1967 y 1993 y que permanecerá abierta en el Espacio D de la Biblioteca y Centro de Documentación del Museo Reina Sofía hasta el mes de junio.

"Mientras que los autores hombres que publicaban en El VíboraCairo Star son conocidos, las autoras han pasado desapercibidas. De hecho, muchas firmaban con un simple Laura, Pilar… Tirando de ese hilo, vimos la producción que tenían y nos dimos cuenta de que abordaban temas súper interesantes, muy potentes y que hacían referencia a preocupaciones que, incluso hoy, están de candente actualidad. Por ejemplo, la sexualidad abierta, el aborto, la inserción de la mujer en el mundo laboral y todas las discriminaciones que sufrían, no tanto desde el punto de vista legal, al menos después de los ochenta, pero sí desde el punto de vista social", comentan Alberto Medina y Guillermo Cobo, comisarios de la muestra, que explican también el nombre de la misma y la elección de ese periodo temporal tan concreto: "El título procede de una viñeta de Nuria Pompeia, que es también quien determina el inicio del periodo que abarca la exposición. En 1967, esta autora publicó Maternasis, un álbum que, en pleno franquismo, abordaba sin texto, solo con dibujos, la maternidad desde una perspectiva nada idealizada. La segunda fecha, 1993, responde a que fue ese año cuando la editorial Virus lanzó Cambio polvo por el brillo, el tercer álbum de autoría colectiva y de enfoque feminista que se publicó en España".

El primer álbum de esas características databa de 1979. Ese año, la revista Tótem publicó un número especial dedicado a las mujeres autoras de cómic en el que, además de firmas internacionales, se incluían trabajos de artistas españolas como Marika Vila, Mariel Soria o Montse Clavé. "Aunque fue un hito, el editorial de la publicación resultaba muy tibio porque venía a decir que, aunque es muy importante reconocer el trabajo de las autoras, con la publicación de ese número ya era suficiente y no se iba a hacer otro más. De hecho, no sería hasta 1992, con la publicación de Los derechos de la mujer, cuando se volvería a hacer un álbum colectivo con trabajos de autoras mujeres", recuerdan Alberto Medina y Guillermo Cobo, que constatan cómo los inicios en el mundo del cómic de las mujeres que trabajaron en los setenta y ochenta no fue fácil. "Muchas utilizaron la autopublicación y la autodistribución para dar a conocer sus trabajos. Montse Clavé, por ejemplo, editó dos fanzines a través de una organización comunista llamada 091 y, aunque en los ochenta también hubo autores como Marta Guerrero que hicieron revistas autoeditadas, lo habitual era que, en esa época, ya publicasen en editoriales profesionales que no dejaban de ser underground, no tanto en la distribución o en los acabados como en lo conceptual".

No obstante, la relación con los editores profesionales no resultó sencilla para estas creadoras. "A Marta Guerrero se le permitió hacer historietas como Los sonidos del morbo o Dolores sus labores pero duraron muy pocas entregas y a Isa Feu, que hacía Corazón Loco, la consideraron muy light en la época porque no era tan morbosa como los hombres a la hora de abordar la sexualidad. Sin embargo, cuando en plena pandemia se hicieron dos números recopilatorios de El Víbora en digital, las historias de Feu no se incluyeron porque los editores actuales las consideraron muy subidas de tono", recuerdan Medina y Cobo.

Hartas de la precarización del sector y cansadas de trabajar en condiciones desiguales respecto de los autores hombres, muchas de esas autoras acabaron abandonando la profesión. "En realidad fueron expulsadas, primero como lectoras, al no ser tenidas en cuenta, y, después, como autoras por la falta de sensibilidad y cuidado que el medio ofrecía a sus artistas mujeres. Abandonaron el ámbito masculinizado para desarrollar su trabajo en sectores más acogedores y sensibles que se encontraban en el campo de la ilustración o el diseño, aunque algunas, con voluntad y resiliencia, han soportando su carrera con incursiones en las otras disciplinas, pero sin abandonar nunca del todo la historieta", explica Marika Vila, una de las pocas autoras de esa época que continúan en activo junto a Laura Pérez Vernetti. "Muchas autoras abandonaron en los años setenta y ochenta porque los editores no las publicaban. Al reducirse las ventas de revistas de cómic en los noventa, los editores despidieron antes a mujeres autoras que a los hombres y la dureza del mundo del cómic para una mujer era tal, que no quedaba más remedio para una historietista que abandonar este arte", confirma Pérez Vernetti.

Trabajo por hacer

Después de décadas ignoradas, muestras como ¡Mujercitas del mundo entero, uníos! Autoras de cómic adulto (1967-1993) permiten al público generalista redescrubrir —o directamente descubrir— una generación de autoras borrada por una sociedad masculinizada y patriarcal, que abordó los mismos problemas que compartían con sus colegas hombres, pero con una sensibilidad diferente a la de ellos, al tiempo que denunciaban injusticias que les afectaban en exclusiva por el mero hecho de ser mujeres.

"Creo que estamos en un momento de recoger frutos, pero lo peor que podríamos hacer es creer que esto es definitivo. El trabajo sigue por hacer y hay que seguir dándole contenido y raíces para asegurar su permanencia y recordar que aún es muy frágil más allá de la excepcionalidad. La realidad no se expresa desde el silencio, son las voces las que muestran nuestra diversidad y nos empoderan para cambiar el discurso del arte", comenta Marika Vila.

Con ese objetivo, Alberto Medina y Guillermo Cobo confirman que una de las líneas de acción de la Biblioteca del Reina Sofía es la adquisición de obra de cómic de nuevas autoras "para que, sin necesidad de tener que recurrir al discurso curatorial, sean los lectores los que directamente reflexionen si las creadoras de los setenta y ochenta han tenido influencia en las autoras actuales o si esta nueva generación de artistas ha llegado a esas narrativas por aproximación o por otros derroteros".

"Las autoras de cómic hoy en día son muchas, buenas y abordan nuevos temas, como historias intimistas, biografías de mujeres artistas, temas del feminismo, de problemas psicológicos o de handicaps, la homosexualidad, un underground desde el punto de vista de las mujeres, el humor…", comenta Laura Pérez Vernetti, que destaca otro de los logros que estas nuevas artistas han conseguido en los últimos tiempos: "han sido capaces de aumentar el número de lectoras mujeres, dado que, anteriormente, el cómic estaba dirigido y leído tan solo por hombres".