Documentales

El necesario homenaje a las actrices usadas y abusadas por el cine español del destape

Eva Vizcarra presenta Mujeres sin censura, un documental que reconstruye una de las etapas más injustas de nuestro audiovisual

Claudia Gravy, en «Mujeres sin censura».

Claudia Gravy, en «Mujeres sin censura». / La Opinión

EFE

La cineasta Eva Vizcarra ha dedicado años de su vida a reconstruir una de las etapas más injustas del cine español y el calvario que sufrieron en los 80 y finales de los 70 muchas actrices jóvenes y bellas a las que la industria manejó como objetos de usar y tirar, y las reivindica como heroínas que sacrificaron su carrera por la libertad de las que vinieron después. «Estas mujeres sufrieron tanto, fueron tratadas tan mal, con tanta humillación, que yo necesitaba hacerles este homenaje», comenta la cineasta, minutos antes de que su documental Mujeres sin censura se presente en el Festival de Málaga donde compite en la sección Afirmando los derechos de las mujeres.

Todo empezó cuando Vizcarra preparaba un proyecto sobre Eloy de la Iglesia y vio uno de sus filmes, La criatura (1977), que protagonizaba Claudia Gravy. «En esa escena en la que le lanza la ropa a Juan Diego, desnuda sin ningún motivo, recordé que yo la había conocido en la Mostra de Venecia, era una gran actriz, y pensé: Qué injusto es esto». El documental sigue a unas cuantas actrices de las que se atrevieron a mostrar su cuerpo desnudo en la gran pantalla como un acto de libertad en una época de grandes tensiones políticas y sociales como la Transición. Otras no han querido participar. Para algunas, el recuerdo aún duele.

«En mi barrio oía a mis vecinas en aquellos años comentarios avergonzándose de estas mujeres: Qué pensarán sus maridos, sus hijos. Y yo me decía: Y qué pensarán ellas». Por eso, señala «Mujeres sin censura» es su homenaje a «estas actrices que fueron maltratadas y humilladas». A veces, incluso, tomadas por prostitutas.

En el documental, además de actrices, un grupo de actores intercambian experiencias vividas en los rodajes que hoy escandalizarían a cualquiera. Es la primera vez que en el documental se nombra a Ignacio Ferrés Iquino: alguien le pregunta cómo debe conducirse en una escena de sexo en la cama con una actriz. Iquino se mete en la cama, toquetea y besa a la actriz y le dice al actor: «Así». «Ten en cuenta que entonces no existía el #MeToo -señala Vizcarra- pero esos directores y productores se comportaban como Harvey Weinstein: hoy hubieran acabado la mitad en la cárcel», afirma.

Otra de las actrices, Eva Lyberten, vuelve a mencionar al director y productor catalán. Dice que Iquino le va cambiando el guion para subir el tono erótico de las películas. «Ella era una artistaza y sentía su cuerpo como una herramienta de libertad; que alguien así le manipulase era tan cruel», se indigna Vizcarra.

Ahora, dice, se ha olvidado «todo lo que ellas arriesgaron para que luego las actrices de Almodóvar, que me alegro mucho, hayan podido salir desnudas sin que nadie les tirase piedras por la calle». A partir de los 80, recuerda, se empieza a hacer un cine «más libre, con más poder para la mujer y eso es algo que consiguieron ellas»: Claudia Gravy, Teresa Gimpera, Eva Lyberten, Josele Román, Nadiuska, Agatha Lys o Susana Estrada. O María José Cantudo quien no se considera actriz del destape, se ríe Vizcarra, que contactó con muchas de ellas para este documental pero sólo contó con media docena al final: unas porque se rajaron en el último momento y otras -qué tristeza, dice Vizcarra- porque «no querían recordar».