Entrevista

Luz Casal: “Durante años no usé falda en el escenario, no quería que me vieran como otra cosa que no fuera cantante”

Siempre atenta al mundo que la rodea, la cantante ha gestado un cancionero repleto de referencias sociales: en 'Las ventanas de mi alma' reflexiona con esencia rockera sobre el amor en la pandemia, los estragos de la guerra, el poder de la inocencia...

Luz Casal reivindica la inocencia, la pasión y la sinceridad en ’Las ventanas de mi alma’ (Virgin Music, 2023).

Luz Casal reivindica la inocencia, la pasión y la sinceridad en ’Las ventanas de mi alma’ (Virgin Music, 2023). / Universal

Pedro del Corral

En un silencio de Luz Casal hay miles de mensajes. Ella no sólo los emite con la voz, también con la mirada, la actitud, el porte… A veces, incluso, dice mucho más callada que sonora. Es una persona llana, sin máscaras. No hay nada que se interponga entre ella y el planeta. Todo lo que paladea procede de su alma. Quizá, en un intento por conservar la esencia que ha sujetado sus pies al suelo durante 47 años de carrera. El artificio no casa con su personalidad. Sigue rezumando la misma pasión, franqueza e inocencia que antaño. “Soy una mujer valiente, casi sin miedos, perseverante, entregada a mi trabajo y a la gente que amo. No me asustan las dificultades”, asegura. De inmediato, una pausa se impone. Mira la portada de 'Las ventanas de mi alma' (Virgin Music, 2023) y, con un ademán de complicidad, lanza en leve suspiro. En él hay más información que en cualquier verbo: su decimosexto álbum resulta tan íntimo que es complicado expresar su contenido con otras palabras. De ahí que, con la melodía de fondo, sus gestos cobren tanto significado.

En total, 12 temas que bien podrían ser 12 pedazos de corazón. El primero recoge las 2.000 llamadas que hizo durante el confinamiento a quienes se lo pedían en busca de consuelo. Y el último clama contra las consecuencias que la guerra tiene sobre la sociedad. Un principio y un final en las antípodas que, unidos en un elepé de corte arrebatador, encuentran una lectura universal. “Sería la hostia que mis canciones consiguieran emocionar, ayudar y provocar una acción. No obstante, al final, todo es más tangible: una persona que necesita comunicarse con otro se expresa a través de la música. Y ya lo que ocurra después… Ojalá pasase algo”, sostiene la intérprete, que llevaba cinco temporadas sin editar material inédito. Tras 'Que corra el aire' (2018, Warner Music), se atrevió con el primer disco en directo de su carrera: grabado en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, supuso su enésima reivindicación como animal de escenario. Pues ella, por muchos silencios que articule, sobre las tablas es capaz de transformarse en puro rock. Sólo hay que permitirse sentirlos.

En 'Hola, qué tal', Luz relata las 2.000 llamadas que hizo durante el confinamiento a quienes se lo pedían en busca de consuelo.

En 'Hola, qué tal', Luz relata las 2.000 llamadas que hizo durante el confinamiento a quienes se lo pedían en busca de consuelo. / Universal

Aunque lleva toda la vida mostrándonos su interior, se ha cuidado bastante de pecho para dentro. ¿Qué hay ahí dentro?

Soy una persona compleja y llena de recovecos. Una parte los estoy mostrando por primera vez ahora. Me encuentro en un momento de confianza en el que puedo mostrarme de manera más íntima, con mis defectos y mis formas de estar en el mundo. No siempre lo más grande es lo importante. Lo pequeño también lo es. Produce una sensación de armonía mayor que si sólo pretendes alcanzar lo máximo. Esto está bien expresado en el elepé: hay géneros distintos porque abordo cuestiones dispares.

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Entre ellas, el éxito. En 'Antes' que confiesa: “Subir, bajar / todo se reduce / a un eterno blablabla”. ¿Éste le ha nublado en algún momento?

Creo que nunca. Empecé muy joven y, desde entonces, he intentado no perder el contacto con mi entorno. Si bien ésta ha tenido picos de más o menos popularidad, aprendes a regularte: acepto el elogio, pero sé que procede de personas que me quieren. Afortunadamente para mi salud mental, ser consciente del esfuerzo de las personas con las que he desarrollado mi carrera me ha mantenido firme. Luego está lo fútil, lo breve de ser la más guapa. Eso pasa. Quiero pensar que lo importante son las canciones.

¿Le han engañado?

Alguna vez me he sentido subestimada por el género musical. Lo que no me gusta lo olvido con facilidad, por lo que voy ligera. Tengo tendencia a no escatimar dedicación sobre aquello que me gusta por muy adversas que sean las circunstancias. Soy cabezona en aquello que tengo que hacer.

¿Se identifica con todo lo que ha publicado desde sus inicios?

Sí. En mi caso, antes de enseñar algo, le doy 20 vueltas. El fin es hacer bien aquello para lo que he dedicado tanto esfuerzo y tiempo. A lo mejor soy pesada diciendo lo mismo, pero la música no es mi trabajo. Se trata de un alimento que necesito a diario. Aquel que me permite producir, interpretar, componer, escuchar, ver…

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Se abrió paso en la industria durante la Transición. Una etapa compleja, imagino.

El día que descubrí que cantar era superlativo, mi camino se trazó. Entonces, no sabía cuántas curvas tomaría ni cuántos baches esquivaría. Mi objetivo era hacer un hueco donde no lo había. No puedo hablar de mi pasado con pesadumbre, pero… Durante años no usé falda en el escenario. No quería que me vieran como otra cosa que no fuera cantante. Así, sin género. Jamás he aceptado que me dijeran si me podía poner más sexy. Mi condición de intérprete estaba muy por encima de cualquier otra observación. De si era atractiva o no. De si hablaba bien o no. Y, gracias a eso, puedo expresar mi percepción de la realidad.

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Como icono feminista, ¿ha sentido la presión por abanderar nuevos valores?

No. Si he servido de ejemplo, me parece bien. Sin embargo, no ha sido provocado. Yo, en la música, admiro a numerosas mujeres pasadas y presentes. Y, con probabilidad, futuras. Respecto a mi rutina, mi madre me influyó muchísimo: era una mujer poderosa, bajita, guapa y con un enorme carácter. No me pesa y ojalá mis vivencias puedan servir. Me ocurrió con el cáncer: hubo gente que me dijo que mi experiencia le había servido para enfrentar la enfermedad. Me parece total, pero hasta ahí. No me considero una abanderada de nada. No me sale.

Siempre lleva los labios de color rojo intenso. ¿Símbolo de rebeldía?

Llevo pintándomelos desde que pude convencer a mi madre de que, si no me dejaba, iba a hacerlo igualmente. Ella me contaba que, de pequeña, le quitaba las barras de labios. Es un detalle muy mío. Y lo hago incluso para estar sola. Yo no me maquillo para los demás. Mi boca es mi instrumento. Entonces, lo quiero remarcar.

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En 2007 y 2010, pasó por dos cánceres. ¿Le molesta que le pregunten tanto por la muerte?

No. Por desgracia, a la mayoría le toca de un modo u otro. No me molesta porque no me revuelve el interior. Lo que sí me produce desazón es que me pregunten por lo que no sé o no entiendo. ¿De qué equipo de fútbol soy? A ti qué te importa. No hay necesidad de ello.

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A sus 64 primaveras, ¿le ha dedicado el mismo cuidado a la salud mental que a la física?

Sí, presto atención a los malos pensamientos. Cuando los identifico, rápidamente pongo una cruz. Hay que tener cuidado con las vivencias y la gente que te puedes encontrar. Somos un todo: no podemos cuidar sólo los tobillos y dejar de lado las rodillas. Una de las mejores recompensas que puedo recibir en la vida es conseguir que alguien, a través de mis canciones, se sienta aliviado.

Este propósito se intuye en 'Un poco más de amor'. Carmen Santonja la compuso para usted hace 30 años: en 1993, la guerra de Bosnia estaba en pleno apogeo. Y, en 2023, lo está la de Ucrania. ¿Tan poco hemos aprendido?

Es curioso cómo un tema que no me encajaba en Contraluz ahora sí tiene el espacio que le corresponde. Y que, además, sea para cerrar el disco. Deseo que las cosas cambien… aunque sea casi poniéndome de rodillas para pedir un milagro.

Retomando uno de sus versos: ¿estamos abocados al naufragio de la humanidad?

Espero que no. Por la cuenta que nos trae. Hay que estar alerta. No nos debemos confiar. Siempre puede haber una mente retorcida que nos lleve al desastre.