Análisis

La abrupta romería (política) de Carla Simón

La cineasta catalana da un paso atrás y ya no se presentará como independiente (suplente) en la lista de Junts Per Catalunya de su pueblo para las próximas municipales

Carla Simón, durante el pasado Festival de Málaga

Carla Simón, durante el pasado Festival de Málaga / Jorge Zapata/EFE

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Hace unos meses entrevisté a Carla Simón con motivo de la entrega del Premio Málaga Talent-La Opinión de Málaga del Festival de Cine En Español. Entonces me comentó que después de recibir ese galardón y de un par de compromisos sociales más se iba a encerrar en casa para preparar su tercer largometraje, 'Romería', que la lleva esperando más de año y medio por el casi infinito paseo de premios y promoción de 'Alcarràs'. Bien, pues parece que de momento no lo ha podido lograr: decidió sumarse como independiente (y suplente) a la candidatura de Junts Per Catalunya por su pueblo (Les Planes d'Hostoles) y el teléfono volvió a sonar. Y mucho. Hasta que se ha hartado y ha dicho "Basta".  

Las reacciones a la decisión de la autora, de lo más variopintas pero casi todas naciendo de cierta indignación: estaban por un lado los que le iban a retirar el saludo por arrimarse a un partido independentista, los que manifestaban su decepción por el en su opinión innecesario "¿pa qué te metes en follones?", también aquellos que entonaron el "¡si ya lo decía yo!" al descubrirse el supuesto rojipardismo a la catalana en una autora cuya clac parecía haber encajonado en los presupuestos de la izquierda cool... Vamos, que a nadie le gustó, por todos los diferentes motivos del mundo. Hoy, menos de una semana después de una decisión más simbólica que otra cosa pero significativa, con alcance, Simón da un paso atrás a través de un comunicado: "Quiero clarificar que no soy de Junts. No comparto su opción política ni la mayoría de sus ideas. (...) Por este motivo, he decidido retirarme de la lista que apoyé simbólicamente como suplente independiente".

La directora ya quiso puntualizar desde el primer día los titulares de brocha gorda que aseguraban que daba "el salto a la política". "Yo no he dado ningún salto a la política; lo que sí estoy haciendo es apoyar una de las candidaturas de mi pueblo, que es muy pequeño y solo tiene 1.700 habitantes, y hay una en la que creo mucho por el grupo de gente que se presenta", manifestó al periódico 'La Provincia' al día siguiente del revuelo. 

Simón explicó así su participación en la lista: "El proyecto que presentan tiene la idea de comunidad en el centro, dinamizar un poquito más el núcleo a través de un centro cultural que quieren crear, también, apoyar mucho la educación de adolescentes con extraescolares y abrir la oferta deportiva, quieren restaurar ciertas viviendas que están cerradas ahora mismo para que pueda venir a vivir más gente puesto que hay poquita oferta de alquiler, limpiar bosques debido a que es una zona rural y tiene que estar controlado, energías sostenibles... Yo siempre he defendido la política local, desde donde creo que realmente se pueden cambiar ciertas cosas con un impacto muy directo en la gente. Yo no soy de Junts, por lo que apoyo esta candidatura como independiente. La idea es esa: estoy de suplente, independiente y con un grupo de gente que creo que le puede hacer muy bien al pueblo". 

¿Qué es lo que ha molestado exactamente del politicus interruptus (perdón) de Carla Simón? ¿Que, quizás, sea independentista? ¿Que lo diga o lo sugiera? ¿Que para qué "empaña" su carrera con el lodazal de la política? ¿Que para qué hace algo que no necesita hacer? ¿Que aliarse con Junts la revela como una bohoderechona, una pija rural? Inquietudes absurdas, la verdad, porque todo, absolutamente todo está en sus dos películas, entre lo confesional y lo cercano, hasta la fecha.  

En la entrevista que le hice a Simón a la que me referí antes quise plantearle con tacto una cuestión que me resultaba un tanto espinosa, su implicación en asuntos sociales, extracinematográficos: la cineasta ha accedido a participar en varios reportajes sobre la imposibilidad de conciliar vida familiar con la profesional, desde su recientísima maternidad, o sobre la necesidad de la paridad en la comunidad cinematográfica. Otras directoras quizás habrían respondido a esas propuestas con un «A un director hombre no le preguntaría cómo concilia un rodaje con su paternidad» pero me parecía que Simón se había propuesto poner sobre la mesa el tema para reflexionar en público sobre estos asuntos. Esto fue lo que me dijo: "Antes de ser madre, veía desde fuera la conciliación y tenía una impresión diferente a la realidad. Y eso es porque las mujeres lo viven de puertas para dentro. Así que hay que seguir conversando sobre eso. Siempre con mis compañeras directoras lo decimos: 'Ya estamos otra vez hablando de ser mujer...', sí, pero la única manera de que, en unos años, las nuevas generaciones de directoras no tengan que contestar a estas preguntas es contestarlas nosotras ahora. A mí me gustaría hablar sólo de mis películas, pero lo que estamos viviendo [el auge de las películas dirigidas por mujeres] tiene algo de reparación histórica y hay que conversar sobre eso". 

Una imagen de 'Alcarràs'

Una imagen de 'Alcarràs' / La Opinión

A mí me convenció ese asumir ser carne de cañón (también influyó el tono dulcísimo y amable, tan ingenuo como perspicaz con el que habla esta mujer), esa especie de sacrificio discreto, relativamente callado por el bien de las que vendrán después.

Supongo que Carla Simón lo había intentado ahora con lo de la política también con esa actitud pero la cosa esta vez le ha salido rana: los conceptos absolutos, reductores que se manejan en el debate político (más intensos todavía si circula por medio el catalanismo) no entienden de letra pequeña, simbolismos ni gestos, ni de energías sostenibles ni de limpieza de bosques; no es lo mismo que hablar de cuestiones más favorecedoras, en las que solemos estar todos de acuerdo, como fomentar la paridad o la conciliación. De momento, la conversación sobre asuntos políticos desde otras posiciones que no sean la militancia activa o el reporterismo exhaustivo está indefectiblemente contaminada, sólo conduce a callejones sin salida de los que nadie se escapa indemne. Porque, por ejemplo, quién sabe si en los despachos donde se da la luz verde a los proyectos cinematográficos la aventura política de Carla Simón no ha sentado demasiado bien. Significarse, definirse, delimitarte puede traer unas consecuencias más hondas que un estúpido intento de boicot a tus películas por parte de cuatro tuiteros enloquecidos.  

Lo cual me lleva a pensar, en otro orden de cosas (o no tanto), en las razones por las que en el cine español (miren, miren) ha habido atisbos de cine social, de compromiso humano con los eslabones más débiles, pero jamás una corriente fuerte y notable de cine político, ideológico, a diferencia de lo que ha ocurrido en cinematografías vecinas como la portuguesa, la francesa y, muy especialmente, la italiana. El caso Carla Simón quizás explique muchas cosas.