Entrevista

Alana S. Portero: "Crecí con la idea de que mi existencia debía corregirse"

La escritora, que con 'La mala costumbre' se convirtió en el fenómeno de la última Feria de Fráncfort, concede a 'Abril' una entrevista días antes de que la novela llegue a las librerías españolas

La escritora Alana S. Portero, fotografiada en el antiguo Café Figueroa, en el barrio de Chueca, en Madrid.

La escritora Alana S. Portero, fotografiada en el antiguo Café Figueroa, en el barrio de Chueca, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Inés Martín Rodrigo

La primera vez que Alana S. Portero (Madrid, 1978) entró en el Café Figueroa, emblemático lugar de encuentro de la comunidad gay en Chueca, en Madrid, pidió un batido de chocolate. Mediaba la década de los noventa y ella, con quince años, quería conocer ese mundo que sabía que allí existía, ajeno a la realidad que hasta entonces se había visto obligada a habitar, incluso en su propio cuerpo.

La atmósfera estaba cargada del penetrante y molesto humo del tabaco. Los clientes eran sólo hombres. Ella se sentó y se quedó mirando a su alrededor. No estuvo mucho rato, pero sí el suficiente. Se bebió el Cacaolat de un trago y regresó corriendo a su casa.

Aquel día empezó a ser la escritora que ahora es, la autora de La mala costumbre (Seix Barral), una novela conmovedora y necesaria, deslumbrante, que cuenta la historia de una mujer que, desde un barrio de clase obrera, marginal, lucha por construir su identidad hasta ser capaz de vivir sin miedo, con orgullo.

¿De dónde sale esta novela, por qué la escribe? Y se lo pregunto partiendo de la idea, no sé si preconcebida, de que esta escritura para usted era una necesidad.

Toda mi escritura es una necesidad. Eso lo descubrí a través de la poesía, que es donde me he forjado como escritora. Esta novela era una forma de unir mundos muy importantes para mí: el de la ficción, el de la mitología y el de las mujeres. Y, sobre todo, trasladar el mito o la magia o eso tan especial que a mí me hizo lectora y me hizo fabuladora…

Me gusta mucho la palabra fabuladora.

Creo que con el tiempo me voy dando cuenta de que es lo que soy. Porque creo que igual que lo escribo lo podría contar a viva voz. Necesitaba trasladar un poco de magia a mundos que siempre se perciben ásperos, que siempre se perciben mundanos, como es el mundo del barrio, la clase obrera rozando lo muy precario…

El lumpen.

Exacto, el mundo de la calle, de la prostitución, de las drogas, etc. Me apetecía llevar el mito ahí, esparcir flores encima de estas situaciones, porque me parece que toda realidad suele superar a la ficción, pero también se puede vestir de otra manera, y me apetecía vestir la realidad de una forma especial, darle color y tintes de magia.

¿Cómo pueden nacer flores, belleza, en un terreno tan árido?

Porque en esas vidas se sueña mucho, se implora mucho, se reza mucho, se pide a las alturas, a las bajuras o a quien sea que las cosas mejoren. Hay mucho espacio para el sueño, hay mucho espacio para la esperanza, hay mucha necesidad de agarrarse a cualquier cosa para intentar que la vida sea un poco mejor.

"Mi vida ha sido una vida de gran disociación, en la que había dos vidas que estaban sucediendo al mismo tiempo"

Igual que el sueño es el refugio de nuestro subconsciente, ¿también lo es la ficción, la escritura?

Absolutamente, absolutamente.

¿Y usted de qué se refugia?

Durante mucho tiempo, de la precariedad, de la disforia, de llevar una vida que no era la mía. Mi vida ha sido una vida de gran disociación, en la que había dos vidas que estaban sucediendo al mismo tiempo, y la real era la que estaba en el campo de los sueños, de la esperanza, de los deseos. Escribir, fabular, contar cosas o modificar no la realidad sino la materialidad era clave para sobrevivir.

Claro, ahí hay una pregunta fundamental: ¿qué es la realidad?

En el caso de la protagonista de la novela, la realidad es lo que le pasa por dentro, es lo que no puede tocar, esa es la realidad, es lo único que le importa, es lo único que desea y es el único sitio donde tiene una oportunidad para vivir, aunque sea sufriendo. Lo otro es estar a merced de las mareas. Lo material diría que pocas veces coincide con lo real.

¿Por qué La mala costumbre?

Pues hay muchas malas costumbres ahí.

¿Referidas a la protagonista o a la realidad que tiene que habitar?

Las dos cosas. Hay una mala costumbre, que es la de no atreverse a vivir, a dar los pasos necesarios para llevar una vida plena. Y, luego, la mala costumbre del mundo, del exterior, de interpretar como les viene en gana lo que están mirando. Al final, la protagonista sí da claves de quién es o de quién necesita ser o de cómo necesita ser vista, pero la mala costumbre, es decir, la normatividad, el mundo material se empeña en esconder algo que está muy a la vista. Son esas dos malas costumbres.

"Los privilegios nunca se quieren soltar, y los hombres tienen el privilegio de la fábula, como tienen el privilegio de todo"

¿Se reconoce en la protagonista? Se lo planteo porque hacía mucho tiempo que no me encontraba con una ficción tan honesta, con una ficción tan real.

Tiene cosas de mí, porque quienes escribimos usamos la realidad como óleos. Tiene algunos mimbres de realidad, pero siempre modificados y hechos fábula. Yo creo que nunca escribiré nada en mi vida que no tenga un poco que ver conmigo, porque tampoco tengo más campo ni conocimiento para contar historias, necesito anclarme a algo que haya visto con mis propios ojos. Tiene que ver conmigo, pero no soy yo.

Esta pregunta se la van a hacer muchas veces.

Lo sé, lo sé, lo sé. La protagonista tiene mucho de mí, como lo tienen los personajes de Cormac McCarthy y de Philip Roth o de Javier Marías, y a ellos no se les pregunta, que son todos escritores que a mí me gustan mucho, eh. Pero, casualmente, sus protagonistas suelen tener su edad, su misma clase social, dedicarse a lo mismo, pero ellos tienen derecho a la ficción. Camila Sosa Villada dice, muy inteligentemente, que está muy cansada de no tener derecho a la ficción sólo por ser mujer, en su caso por ser travesti. Yo estoy en esa igual. Nosotras construimos nuestra literatura con lo que hemos vivido, con lo que sabemos, pero es literatura.

¿Y por qué parece que nosotras no tenemos derecho a la ficción?

Porque ficcionar es un privilegio y, sobre todo, lucrarse de ello o trabajar de ello. Y los privilegios nunca se quieren soltar, y los hombres tienen el privilegio de la fábula, como tienen el privilegio de todo. Y porque condenar a las mujeres a la cárcel de la autoficción o de la autobiografía es la forma que tienen ellos de empequeñecer nuestra literatura. Yo no creo que la autoficción sea algo pequeño, pero ellos sí lo creen, y es su forma de empequeñecer lo que hacemos de lo testimonial, lo personal, lo sentimental… Ellos son siempre fríos y calculadores y racionales.

Condenar a las mujeres a la cárcel de la autoficción o de la autobiografía es la forma que tienen ellos de empequeñecer nuestra literatura"

Y, sin embargo, ahí está el Nobel de Annie Ernaux.

Efectivamente, y además es un premio Nobel que ha escocido bastante. La literatura es literatura, y ya está. Hay puntos de vista, hay mimbres con los que se construye, y una literatura puede ser más o menos metafórica, pero la literatura es literatura.

Es verdad eso que dice, que lo testimonial siempre se asocia a la literatura femenina, igual que lo doméstico. Esos son nuestros espacios.

Sí, tal cual. Además, eso se explica solo. No recuerdo a quién se lo leí, pero era un escritor que achacaba a una novela escrita por una mujer que se cocinaba mucho. Eso ni siquiera se debe contestar, hay que exponerlo tal cual. Claro, para ti eso no es importante, para ti eso no es cotidiano. ¿Tú qué sabes lo que pasa en una cocina? En una cocina pasan muchas cosas. Eso para ellos, para este en concreto, era una cosa muy pequeña.

Pero es curioso, porque, luego, cuando en las novelas escritas por mujeres aparece el sexo, también se recrimina.

Sí, claro, porque, al final, ellos tienen la necesidad de quedárselo todo. Hay tres o cuatro temas que podemos tocar para que ellos puedan decir que son menores. Ellos tienen el monopolio del sexo en lo material, en la ficción, en el sentido del humor, en la gravedad, en la violencia, en todo, y no lo van a soltar nunca. Y nuestro entrar ahí es siempre una cosa polizona, como que no sabes muy bien lo que estás diciendo o eres una cerda.

La escritora Alana S. Portero, fotografiada en Madrid poco después de la entrevista.

La escritora Alana S. Portero, fotografiada en Madrid poco después de la entrevista. / ALBA VIGARAY

¿La literatura, y me refiero a la lectura y a la escritura, nos ayuda a reconocernos, a ese proceso de autoconocimiento y de construcción de nuestra identidad?

Absolutamente sí. Cuando, además, tu identidad, la persona que eres no tiene posibilidad de exteriorizarse o vive en un mundo que ni siquiera la ve, la ficción lo es todo, la escritura lo es todo, escribir es vivir, y la lectura, la cultura audiovisual, cualquier muestra artística se convierte en una vida real, en el lugar donde tú creces. Yo no sé qué hubiéramos hecho muchísimas de nosotras si no hubiéramos podido leer o incluso inventar referentes. A mí me pasaba con las mujeres de los cuadros de Botticelli, he construido muchísimo de lo que soy por dentro ficcionando sobre esas mujeres. Y eso al final se traslada inevitablemente a tu ficción, algo se decanta y cuando empiezas a escribir estás trazando el mapa de tu vida, te vas contando.

Mientras leía la novela, pensaba: este relato es el que nos hacía falta a toda la sociedad, no sólo a las realidades que están contenidas bajo las siglas LGTBIQ+. No sé si está de acuerdo.

Completamente. Tanto la autora como la protagonista son mujeres trans bisexuales, pero la novela no pretende ser otro libro sobre lo LGTB, sobre las vidas LGTB. No, es todo lo contrario. Al final, nuestras vidas, de alguna manera, se pueden parecer a casi todas las vidas o a muchas vidas. ¿Quién no se pregunta quién es, qué quiere?

"Delimitar el concepto de familia y reducirlo a la biológica es una forma de perpetuación absoluta de un sistema que nos oprime"

¿Quién no duda?

Claro, ¿quién no se pregunta qué desea o qué no desea? Es absurdo encerrar eso en unas siglas que defiendo y defenderé siempre. Mi novela no pretender ser el retrato de una mujer trans con todo lo que sucede alrededor, o no sólo eso. Al final, es el relato de cómo una mujer llega a ser una mujer, y ya está.

Y también el relato de una realidad determinada, de una clase social baja, en un barrio obrero de la periferia de Madrid, y cómo todo eso forma y deforma las identidades.

Absolutamente. El mismo peso tiene la clase obrera en el relato que la identidad trans. Y, luego, era importante, para que eso fuera más o menos efectivo, huir del trauma. ¿Suceden cosas duras? Claro que suceden cosas duras, porque suceden cosas duras en la vida, y yo quiero contarlas, pero eso no puede ser lo único. La vida y hasta la tristeza está llena de belleza y de momentos maravillosos. Quien quiera contar el trauma está en su derecho, pero yo no quiero que sea lo definitorio de una novela como La mala costumbre, también quiero que la gente se ría en un momento dado.

Existe la suposición de que el trauma genera más ficción, más literatura.

Yo no estoy de acuerdo, esto de que para escribir hay que sufrir… Yo no he sido capaz de escribir hasta que mi vida no se ha estabilizado.

La terapia se hace en la sala de consulta.

Tal cual. El sufrimiento como mucho te puede dar herramientas de reflexión o heridas que puedes convertir en literatura con el tiempo, pero las tienes que reflexionar. Durante la herida… lo ha podido hacer muy poca gente, Pizarnik…

Y mire cómo acabó.

Exacto. Yo prefiero tener una vida que una gran carrera. No me gustaría que se me recordase como una escritora del trauma y no soportar mi propia vida y morir joven porque no aguanto más. Con todo mi respeto para esa situación, que es una cosa muy dura. Yo creo que se escribe mejor desde la reflexión y con perspectiva de pasado.

"Negar la existencia de la infancia trans es negar la existencia de la agencia de la infancia, de que los niños y las niñas tienen pensamiento y voluntad"

La protagonista de la novela tiene su familia biológica y, también, la que luego ella se construye. ¿Por qué se tiende a delimitar tanto el concepto de familia, a reducirlo, a encorsetarlo?

Porque la familia tradicional es la célula principal de sostenimiento de todo lo que nos rodea, y se ha estabilizado hace ya siglos como algo sacrosanto, inmodificable, y todo lo que te pase, todas las relaciones que tengas, son cosas exteriores o ajenas. Yo adoro a mi familia. La protagonista de la novela está rodeada de amor, hay incomprensión, pero hay mucho amor. Es perfectamente compatible amar a tu familia con que no cubra ciertas necesidades emocionales que te pueden dar otras personas que se convierten en tu familia. Al final, la familia son las personas con las que te relacionas, a las que cuidas y que te cuidan. Luego, si pensamos que un porcentaje altísimo de los abusos se dan dentro del ámbito familiar... La violencia intrínseca de lo que se entiende por familia tradicional es muy fuerte. Delimitar el concepto de familia y reducirlo a la biológica es una forma de perpetuación absoluta de un sistema que nos oprime, sin que esto quiera decir que una no pueda querer a su familia y sentirse maravillosamente bien en ella.

En un momento de la novela, la protagonista dice algo así como que todos los niños trans crecen en soledad. ¿Cree que eso sigue siendo así?

Un poco sí, sí.

Pese a todo.

Sí. Muy a menudo sucede que los padres de las infancias trans toman el protagonismo de la historia de sus hijos y sus hijas. Y creo que a veces se olvidan un poco de que quienes tienen que estar en el centro son sus hijos. Y, luego, es que hay algo en los trans que te obliga a desarrollar mucho mundo interior, es inevitable, y es un mundo interior de soledad. Supongo que ahora quizá eso puede estar cambiando, pero no lo tengo tan claro. Creo que son casi necesarios unos años de esa soledad, aunque sean tristes. Porque eso acaba por solidificar, te comprendes muy bien. Llevas, desde que no deberías estar haciéndolo, dándole vueltas a quién eres y quién quieres ser. Las infancias trans se explican muy bien. Estos debates que hay sobre que no existe la infancia trans... Tú habla con un niño o con una niña trans: se explican con una madurez increíble, superior a la de las criaturas de su edad.

¿Entiende que haya gente que se pregunte si existen las infancias trans?

Sí, claro que lo entiendo, pero es tan sencillo como cederles la palabra. Los niños y las niñas son personas, no son sólo cosas sobre las que sus padres depositan esperanzas, sueños, obsesiones, etc. Los niños tienen voz, y no sólo los niños y las niñas trans, cualquier niño es una persona. Todo el mundo está en su derecho de preguntarse cualquier cosa sobre la identidad de los demás, pero conviene también tenerlo en conversaciones controladas. Porque negar la existencia de la infancia trans es negar la existencia de la agencia de la infancia, de que los niños y las niñas tienen pensamiento y voluntad.

"Con la Ley trans se han formulado algunas preguntas, algunos pensamientos en voz alta de una crueldad horrenda, que yo creo que eso es poco feminista"

¿Cómo ha vivido la polémica surgida alrededor de la Ley trans?

Pues con mucho dolor y con mucho sufrimiento personal, porque es un debate malintencionado. Yo puedo entender las dudas, pero las dudas entre nosotras se hablan, sólo tenemos que hablar y comprendernos, tampoco necesitamos un grado de comprensión 100%. Al final, pues comprender que hay vidas que tienen derecho a existir, y punto. Si no me quieres llamar compañera, pues ya está, no pasa nada, me da pena, pero no te puedo obligar. Ha sido muy doloroso y en mi caso ha tenido mucho coste personal, mucha decepción, mucha pena. Me he visto de repente en paisajes del pasado que no esperaba volver a encontrarme. A estas alturas se han formulado algunas preguntas, algunos pensamientos en voz alta de una crueldad horrenda. Yo no puedo obligar a nadie a nada, ni quiero, pero para plantear determinados dilemas hace falta mucha crueldad, que yo creo que eso es poco feminista.

Bueno, es ley.

Sí, y se olvidará enseguida.

Eso también es triste, ¿no?

Sí, pero porque creo que va a faltar el proceso de restitución, y eso no es justo. Los cinco o seis YouTubers o imbéciles que quieran hacer ruido diciendo que van a ir al registro son un atajo de imbéciles, tampoco tiene más recorrido; que eso tenga cierto eco desde posiciones feministas es un tanto extraño y lamentable. Esto pasará, lo veremos en cuestión de meses, y entonces ¿qué?, ¿quién pide perdón?

En la novela hay un episodio terrible en el que un grupo de skinheads, neonazis, le dan una paliza casi mortal a la protagonista en los bajos de Argüelles, en Madrid. ¿Por qué tengo la sensación de que la violencia se mide, se valora de manera diferente en función de quién la sufra, de quién sea la víctima?

Porque creo que todavía pervive una idea, quizá primitiva, de que hay gente que se lo merece. Esta cosa asquerosa, que pasa mucho con toda esta legislación que nos protege a las mujeres de ciertas cosas, todavía pervive el "¿qué habrás hecho?". O que hay gente que tiene el monopolio de llevar a cabo esas violencias. No sé. Para mí la violencia, que la he conocido muy de cerca, es un abismo, es un tema sobre el que no sé pensar muy bien porque no la comprendo. Entiendo algunos mecanismos de pensamiento, pero la violencia extrema no la comprendo y la justificación de la misma no la comprendo. La mala costumbre de que siempre recibimos las mismas al final permea, es algo que pasa, que sucede, pero no es parte de la vida, lo habéis hecho parte de la vida, pero no es parte de la vida.

"Hubo un momento de mi vida en que yo pensaba que no iba a ser capaz de dar el paso, transicionar,"

¿Qué piensa al echar la vista atrás desde que entró por primera vez en el Café Figueroa hasta hoy, cómo valora todo ese recorrido vital?

Uf, ha sido un viaje increíble. Estoy muy orgullosa, incluso de los errores que yo personalmente haya podido cometer conmigo misma. Hubo un momento de mi vida en que yo pensaba que no iba a ser capaz de dar el paso, transicionar, y me veo ahora, con una vida estable, con reconocimiento, rodeada de personas que me quieren… Yo pensaba que eso no era posible, soñaba con ello, pero no pensaba que eso fuera posible. El viaje ha sido muy difícil, también muy divertido, muy triste, ha sido un melodrama, pero estoy feliz y estoy muy orgullosa de haber llegado hasta aquí.

¿Pensó en algún momento que se merecía lo que le sucedía?

Claro, sí, sí. Yo crecí con esa idea, con que era una existencia que debía corregirse, porque todo en la vida te dice que tienes que corregirlo. Es una cosa bastante común a las mujeres y desde lo trans es una cosa bastante obvia. Desde lo trans o puede ser o una feminidad furtiva o una masculinidad torcida, no se sabe muy bien cómo lo perciben los demás, pero que siempre se tienen que enderezar de alguna manera. Y ese pensamiento me ha hecho muchísimo daño, porque ha durado hasta muy tarde. Cuando sucede algo malo, mi primer pensamiento no es tanto te lo mercedes como tenía que pasar, tenía que llegar… Siempre está el fatalismo detrás de la columna asomándose.

El poeta chileno Raúl Zurita tiene unos versos que dicen: "La vida es muy hermosa, incluso ahora".

Absolutamente. Y el caos encierra un montón de poesía. Yo creo que la vida es maravillosa y merece la pena vivirla con todo, con tus equivocaciones, con tus crueldades y con tus momentos absurdos, que creo que es lo que más hay. Estoy muy de acuerdo con esos versos, y me parece un final perfecto.

libros

libros

[object Object]

Alana S. Portero

Seix Barral

256 páginas

19 euros

En librerías el 3 de mayo