Literatura

La Baltasara: el refugio de Gala en Alhaurín El Grande

El cordobés encontró en una finca malagueña del siglo XIX el jardín secreto que buscaba para reflexionar, leer y escribir

Antonio Gala, en La Baltasara

Antonio Gala, en La Baltasara / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Dijo Antonio Gala que una noche soñó con el nombre de Alhaurín El Grande y que sintió que debía irse a vivir allí. A finales de los 80 buscaba el escritor un refugio en que pasar los veranos y los inviernos (las primaveras y los otoños quedaban reservadas para su residencia madrileña); quería encontrar un lugar secreto, de "sonoro silencio" y lo encontró en una finca de casi 30.000 metros cuadrados (con una vivienda principal de 380 y el resto de jardines y huertas) de arquitectura campesina malagueña del siglo XIX: le gustaba porque le recordaba a La Toscana y la compró. La bautizó La Baltasara, en honor a una actriz española del Siglo de Oro, Francisco Baltasara, y durante más de cuatro décadas fue su espacio de soledad y de creación, de ensimismamiento, de escritura y de relecturas (Rilke, Teresa de Jesús). Sólo con su secretario personal, Luis Cárdenas, y sus perros, sin salir para nada. "Ese paisaje verde y escalonado, ese cielo diáfano, esa luz incansable…”, escribió Gala sobre su casa. Y unas puestas de sol invencibles, según cuentan los escasos amigos invitados a ese particular jardín secreto donde el cordobés disfrutaba de las fragancias del romero, la lavanda, jazmín y un muy singular galán de noche.

“Aquí me retiro, aquí trabajo, reflexiono, digiero los sonidos aunque poco a menudo se interrumpe el silencio. Veo caer las luces, ascender las luces, rozar con los dedos de oro las copas de los árboles, escucho cómo el viento los despeina…". Ahí, en ese festín sensorial y solitario de cada día, con la dulce compañía de sus amigos de cuatro patas, encontró Antonio Gala la inspiración necesaria para realizar el viraje del teatro a la novela, apuntalando definitivamente su trayectoria comercial y ganando notablemente en popularidad. Aquí, por ejemplo, escribió 'El manuscrito carmesí' (1990), su primera novela, la que le valió el Premio Planeta. El valle del Guadalhorce también está detrás de 'La pasión turca' (1993) o 'Testamento andaluz' (1994), entre muchas otras obras compuestas al cuidado de La Baltasara.

Pero también halló algo tan potente pero mucho más personal que la inspiración: «La Baltasara era el verano, el calor, la luz, la infancia que necesitaba recuperar con todo lo que en ella no tuvo. Yo lo sabía. Era todo eso lo que aquella casa le ofrecía», ha recordado en diversas ocasiones Elsa López, directora de la Fundación Gala Para Jóvenes Creadores. Curiosamente, Francisca Baltasara, la intérprete cuyo nombre bautiza la casa, también terminó dedicando sus días a una vida contemplativa: actriz admirada y deseada, en la cumbre de su popularidad se retiró a vivir a una cueva que se llamó de la Cómica, para entregarse a los asuntos del alma, la meditación, la penitencia y la soledad, desapareciendo del teatro. Un mural de azulejos con su efigie es de los elementos decorativos más llamativos de La Baltasara.

El cordobés abandonó hace unos años sus retiros en La Baltasara por prescripción médica: su salud se había debilitado y sus posibilidades de movimiento también, por lo que hubo que regresar a su casa cordobesa, más adaptada a un día a día necesariamente más simple. El Ayuntamiento de Alhaurín El Grande adquirió la finca malagueña en octubre del 2020 y desde entonces mantiene el espíritu de su expropietario y principal morador a través de una casa museo muy activa, en la que, por supuesto, sigue el silencio sonoro, se conservan las fragancias del romero, la lavanda y el jazmín y varias tumbas con los restos de sus perros atestiguan el amor entre Antonio Gala y sus más queridos compañeros. 

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