Gracias, Gabriel

Este fin de semana se ha bajado del tren, prematuramente, el maestro de la guitarra flamenca Gabriel Cabrera. Perteneciente a esa estirpe de artistas en extinción, que han bebido de todas las fuentes y están baqueteados de tocar noche tras noche de tablao en tablao, el caso de Gabriel es excepcional porque vivió 24 horas al día como un flamenco, libre de ataduras, pero al mismo tiempo poseedor de una gran disciplina que le permitió desarrollar un aula educativa de guitarra en los últimos 30 años en Málaga de un incalculable valor artístico y humano. Y todo ello aderezado con un gran sentido del humor y de la humildad. Un artista en esencia, libre de parafernalias y de postureos, fuera de tendencias y modas, con un hondo magisterio en el dominio del acompañamiento de todos los palos flamencos de la guitarra, siendo un auténtico referente en la ejecución de los mas autóctonos de Málaga, como las Malagueñas, Jabegotes, Tangos del Piyayo, Verdiales...

Fue profesor mio en dos etapas de mi vida, siempre con ese cachondeo tan de su tierra, Alcalá de los Gazules. Daba gusto dar una clase de una hora con él en la Peña Juan Breva y luego pasar tres horas con él en el ya mítico Puff de Mariblanca, o en cualquier barra de bar, hablando del flamenco y de la vida. Era un alma libre que te envolvía con un sentido del humor que te atrapaba y te alegraba un día monótono. 

A los 62 años se le paró ese enorme corazón, espero que Málaga le rinda un debido homenaje a uno de sus salmones del Guadalmedina, de los que van a contracorriente, de los que no salen en los medios, a un ARTISTA con mayúsculas que dejó su sangre entre las 6 cuerdas de nylon, sin perder nunca la sonrisa. 

Siempre me pasa igual, cuando se va uno de los que nos alegraba la vida, lloro más que nunca... pero luego los almaceno en el corazón, porque son inmortales.