Ciudades abandonadas

Detroit, pisando a fondo el acelerador

Continuamos un periplo por rincones olvidados del mundo con la antigua Motor City de EEUU, para la que la globalización fue una cuesta demasiado inclinada

A mitad del siglo XX, Detroit era la promesa del sueño americano

A mitad del siglo XX, Detroit era la promesa del sueño americano / ILUSTRACIÓN DE JAVIER RICO

Pedro Rojano

Pedro Rojano

Los lugares abandonados son las cicatrices de una ciudad. Edificios como pústulas, de estructura retorcida y el color óxido de la sangre seca. Heridas que supuran a través del hormigón. Alrededor de ellas, la ciudad sobrevive en algunos barrios, manteniendo en pie el ánimo y los semáforos.

Cuando en 1701, el explorador Antoine de la Mothe Cadillac fundó Fort Pontchartrain du Détroit, jamás imaginó que su apellido quedaría unido al destino automovilístico de aquella ciudad. Y así fue porque doscientos años después, los creadores de la marca Cadillac, decidieron hacerle un homenaje enviándole a la inmortalidad a bordo de los elegantes vehículos que ya son parte de la historia de EEUU. La ciudad pasó de ser un enclave estratégico, entre los grandes lagos por donde transitaba todo el comercio de pieles, a convertirse en un encender y apagar de faros en la denominada Motor City, la industria automotriz que impulsó la expansión viral de la economía norteamericana.

Sueño americano

A mitad del siglo XX, Detroit era la promesa del sueño americano para los creyentes que hipotecaron la fe en el capitalismo; trabajos de diez horas, viviendas unifamiliares, televisor en blanco y negro y barbacoa de fin de semana. Una vida sobre ruedas. Neumáticos de caucho sobre los que se asentaban enormes fábricas que colgaban de la delgada resistencia de una bujía. Detroit era la capital del motor. Una autopista hacia el futuro por la que Estados Unidos pisaba el acelerador sin líquido de frenos.

Tras la segunda guerra mundial, el mundo viró sus ojos hacia aquel enorme país que popularizó los chicles y el cigarrillo a medio caer. EEUU se convirtió en un referente social que animaba a sus aliados a emular la American Way of Life, adquiriendo sus electrodomésticos y sus vehículos de gran tamaño. Asimismo, la música americana reemplazó a La Vie en Rose de Edith Piaf de las radios europeas por el provocador rhythm and blues de Ray Charles, el rock and roll que agitaba el engominado flequillo de Elvis Presley y la majestuosa voz de Frank Sinatra.

Brillantes artistas

Desde la motorizada Detroit, Berry Gordy Jr. fundó Motown Records, el sello que conduciría al estrellato a brillantes artistas como The Jacksons Five, Diana Ross o Stevie Wonder. De esta forma, Detroit no solo arrancaba motores sobre las autopistas de asfalto, sino que lo hacía también en las carreteras invisibles de la radio. Toda la ciudad, todo el país, todo el planeta pisaba a fondo hacia un progreso cuyo vehículo estaba a punto de quedarse sin combustible.

La concentración de una industria de un tamaño tan exagerado sembró suburbios alrededor de sus migajas. A la ciudad se le atragantaron los años 60 y las revueltas raciales dibujaron curvas demasiado pronunciadas para la velocidad de aquellas rugientes y aerodinámicas rutinas de cuatro ruedas. Los disturbios de 1967 expulsaron de la ciudad a gran parte de la población, que fueron a buscar seguridad y un mejor nivel de vida fuera de la capital. El semáforo de salida cambió a verde dando comienzo a una carrera desenfrenada hacia el vacío.

Delincuencia

La estructura urbana fue debilitándose con sobredosis de delincuencia y corrupción política. Edificios como la Estación Central de Michigan perdió su último tren en 1988 y fue el hogar de grafiteros y vencejos cuyos chirridos anunciaban el destino a los fantasmas en tránsito. Otros, como el Michigan Theatre o el Grand Ballroom, aún soportan los sonidos de la ópera o el rock colgados de las bóvedas como murciélagos mustios. Sobre el East Grand Boulevard se tambalea el Packard Plant, con tanta historia hormigonada en los cimientos que ni siquiera las máquinas demoledoras han podido desguazarlo.

La ciudad se declaró en bancarrota en 2017 y su población quedó mermada a menos de la mitad. Para Detroit, la globalización fue una cuesta demasiado inclinada. La economía de costes incendió los números y los empleos. Consumió fábricas y estructuras. Los cuatro tiempos de su motor se detuvieron en el impacto silencioso de Lehmann Brothers que dejó herida de desguace a la ciudad. La evidencia de lo que fue se atestigua en el lugar del accidente, donde los hierbajos delinean la silueta de las víctimas.

Como ocurre con las personas, algunas ciudades tienen cicatrices que no cierran del todo o heridas que no terminan de cicatrizar. Son como fisuras por las que se escapa el presente que aún deambula por los barrios. n

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