Ciudades abandonadas

Kowloon caminó sobre el alambre

Continuamos un periplo por rincones olvidados del mundo con la ciudad colmena en la que nadie querría vivir y que inspiró la ciudad perfecta de SimCity 3000

Kowloon

Kowloon / ilustración de javier rico

Pedro Rojano

Pedro Rojano

Yacen una sobre otra las vidas de Kowloon. Vidas superpuestas, apiladas como fardos en frágil equilibrio. Soportando el peso de las demás, cada una de ellas forma parte de una abigarrada estructura que relaciona supervivencias. Ninguna de ellas notable y, sin embargo, imprescindibles para el resto.

Tras un acuerdo en 1898, el Reino Unido arrendó gran parte del territorio de Hong Kong a China, pero éste se reservó un puesto militar aislado en medio de dicho espacio cuya función en el siglo XIX fue protegerse frente a los británicos. Kowloon se quedó a partir de entonces alejada de China y fuera de la soberanía británica. Una isla rodeada de tierra por todos lados. Ni los chinos estaban interesados en controlar un diminuto territorio al que debían acceder atravesando dominio inglés, ni el Gobierno británico estaba dispuesto a poner en riesgo sus relaciones diplomáticas con el país vecino por un insignificante enclave. Ni los unos ni los otros ejercieron alguna autoridad dentro de aquellas murallas.

Refugio

Tras la segunda Guerra Mundial, Kowloon se convirtió en un refugio para todos los fugitivos que huían de la guerra y de la represión comunista china. La ciudad quedó fuera del control de ambos gobiernos y, por ello, fue gobernada por sus propios habitantes y, en ocasiones, por el crimen organizado, incluidas las tríadas.

A pesar de ello, la ciudad supo mantener el equilibrio.

La ciudad entera hace equilibrismo con su propio nombre. Kowloon. La ele es una pértiga que sostiene los contrapesos de sus siete letras. Alambreó entre la China de Mao y el imperialismo inglés, manteniéndose sobre un vacío legal que le salvó de persecuciones, de cárceles y de muerte, elevando edificios sobre edificios, uno sobre otro hasta que la altura vertiginosa de los pisos y la densidad humana la fue devorando con las fauces de una ciudad sin ley.

Todas las vidas de Kowloon construyeron un barrio insólito y despiadado, que se mantenía suspendido en el aire como naipes de una partida nocturna.

Para educar a sus hijos en el arte del funambulismo (que no es otro que avanzar colocando un pie detrás del otro sin mirar hacia abajo), los habitantes caminaron sobre un alambre con caída libre al vicio y a las mafias, conviviendo con el riesgo como si le guardaran su lugar en la mesa a la hora de la cena. La escasez y el peligro compartieron colchón en el ahogo de las habitaciones mientras el dinero empapelaba las suites de algún hotel de Hong Kong.

Corrupción

Durante años, sus callejones fueron testigos amordazados de la corrupción que apestaba en cada escaparate, en cada rótulo. El fango acumulado en las calles jamás se secaba porque los rayos del sol no acertaban a encontrar un camino para descender al suelo y expulsar la oscuridad que filtraban la prostitución, las drogas, el alcohol y las extracciones de muelas en clínicas baratas e ilegales. El dinero circulaba por manos ennegrecidas, pero nunca se enredó en los pisos humildes de la gente honrada que trabajaba a destajo en los comercios e industrias de Hong Kong.

Demolición

La ciudad amurallada de Kowloon Walled City ya no existe. En 1984, el Reino Unido y China firmaron la Declaración Conjunta que pactaba devolver Hong Kong a China en 1997, lo que facilitó un acuerdo sobre el futuro de Kowloon. En 1993, se decidió su demolición con compensaciones para los residentes.

Fue desmantelada entre marzo de 1993 y abril de 1994. Hoy es un parque silencioso con frondosos jardines y riachuelos artificiales. Se mudaron las voces de sus ciudadanos, se abolieron las leyes de las tríadas, se derribaron las clínicas dentales, los fumaderos de opio y los burdeles. Podría decirse que se restableció la armonía dentro de aquellos invisibles muros. Pero no es así. La corrupción sigue estando en otra parte, como cuando alguien abre las ventanas de un recinto cerrado y deja escapar el mal olor. n

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