Exposición
Cien objetos para recorrer la historia centenaria de la Imprenta Sur
El Centro Cultural MVA acoge una muestra de documentación y piezas variopintas para narrar la vida y milagros de la maquinaria con que Prados y Altolaguirre fijaron para la historia a la Generación del 27

Piezas de la muestra / l.o.

«Lo que yo quiero saber / es dónde estoy... / Dónde estuve, / sé que nunca lo sabré. / Adónde voy ya lo sé...». Así comienza ‘Canción para los ojos’ (1925), uno de los poemas del primer libro de Emilio Prados (Málaga, 1899-México, 1962), Tiempo, que él mismo compuso en su Imprenta Sur. Hoy, cien años después de escribir y editar esos versos, el autor malagueño se sentiría orgulloso de que su palabra y su letra impresa siguen inmarchitables. Y lo celebra el Centro Cultural MVA de la Diputación con una muestra de cien objetos ligados a la historia de la imprenta, piezas como una impresora portátil, tipografías de distintas familias, el reloj de pared que Emilio Prados regaló a la imprenta, publicaciones y fotografías inéditas, entre otros. Imprenta Sur (1925-2025). Cien años, cien objetos estará en cartel hasta el próximo 23 de mayo.
Legado
El ente supramunicipal compró la Imprenta Sur en 2001 «para que no se perdiera su valioso legado», en palabras del vicepresidente de Cultura y Educación, Manuel López Mestanza, que inauguró ayer la muestra junto a su comisario, el poeta e investigador Rafael Inglada. A través de documentación, con piezas no vistas, de dibujos, fotografías, maquinaria original, objetos personales y de ediciones impresas en Sur -que luego se llamaría Dardo- se hace un recorrido cronológico por las distintas etapas por las cuales atravesó la imprenta, desde sus inicios en Tomás Heredia hasta su adquisición por la Diputación.
No cuesta imaginar a los poetas del 27 detrás de esas artesanales máquinas, observando al detalle la impresión de las obras que Picasso y Dalí crearon para la revista Litoral, o a Lorca o Alberti, cuyos primeros poemas también fueron compuestos con primor por el tándem editor formado por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Entre los objetos que Rafael Inglada, comisario de la exposición, ha reunido, cabe resaltar algunas piezas de la imprenta Sur, como una impresora portátil muy parecida a la que usó Manuel Altolaguirre en Madrid, París e Inglaterra, después de que se desligara de Sur; un rodillo manual para hacer las pruebas de imprenta o una vitrina con tipografías de diversas familias.
También destaca en la memorabilia expuesta en el Centro Cultural MVA el reloj de pared que Emilio Prados regaló a la imprenta después de que se desligara de ella o el libro de firmas en el que escritores, poetas y pintores dejaron el testimonio de su admiración por las obras editadas desde que la imprenta llevara el nombre de Dardo, con palabras de Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Concha Méndez, Blas de Otero, Alfonso Canales, María Victoria Atencia y Rafael León y Enrique Brikmann, entre otros.

Autoridades y responsables de la exposición del Centro Cultural MVA. / l.o.
Años 20
Fue en los años 20 del siglo pasado cuando los jóvenes Emilio Prados y Manuel Altolaguirre comenzaron a trabajar con las máquinas monopol tipo Minerva, dando voz a los poetas de la época, que constituirían la Generación del 27.
Editar un libro no era, ni mucho menos, tarea fácil: para cada obra, el maestro impresor empleaba un mínimo de tres semanas, con horarios de trabajo exhaustivos. Cada texto se componía (y se sigue haciendo, claro) letra por letra, fijándose en la página a fuerza de presión y suponiendo un quebradero de cabeza cuando el texto requería letras superpuestas. Y no sólo quebraderos de cabeza, como apuntó hace un tiempo a La Opinión de Málaga el último maestro impresor de Sur, José Andrade Martín (nieto del tipógrafo que contrataron Prados y Altolaguirre): una de las máquinas antiguas que conserva la imprenta, un sistema casi jacobino que arrebató dos dedos a su abuelo y uno a él.
Una de las muchas historias detrás de la letra impresa, de la palabra fijada para siempre en las máquinas de la Imprenta Sur. Ni un siglo, con sus avances, sus retrocesos, sus desastres y sus fracasos, ha podido con los tipos a mano, preciosos y precisos compuestos aquí.
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