Entrevista | Juan Manuel de Prada Escritor

Juan Manuel de Prada: "El mal no se rodea de pólvora ni de bombas, sino de caricias y de derechos"

El escritor presenta ‘Cárcel de tinieblas’, la segunda parte de su novela ‘Mil ojos esconde la noche’

El escritor, Juan Manuel Prada, posa con su última novela, "Mil ojos esconde la noche"

El escritor, Juan Manuel Prada, posa con su última novela, "Mil ojos esconde la noche" / Alex Zea

Rafael del Pozo Pozo

 Lleva 25 años viviendo en Madrid, pero dice que no se adapta a la gran ciudad. ¿Cómo se siente en Málaga?

 Málaga ya es una ciudad demasiado grande, es impresionante lo que ha crecido, pero todavía sigue teniendo rincones propios de ciudad habitable. Desde muy niño venía a veranear a Torremolinos, a Nerja, a Fuengirola y por lo tanto veníamos siempre a Málaga y es una ciudad que ha cambiado mucho. 

Algunos de los personajes de la novela tienen una relación muy estrecha con esta ciudad.

Sí, tres, nada más y nada menos. Hay dos malagueños de nacimiento y una malagueña de adopción, que es Ana de Pombo. Ana de Pombo que era una bailarina y modista cántabra que después de estos años de la guerra, cuando vuelve a España se instala en Marbella, allí se convierte en uno de los personajes que más marcaron el nacimiento de la Marbella cosmopolita. Y luego hay dos malagueños, uno universal que es Picasso, aunque yo la condición malagueña de Picasso la pongo entre interrogaciones, porque donde más vivió fue en Francia. Y luego por último está, que tiene bastante protagonismo en esta segunda parte, Victoria Kent, que es un personaje que a mí me parece muy interesante, poco conocido, sospecho que incluso para los malagueños, pasa los años de la Segunda Guerra Mundial escondida en París, y es el personaje que más me ha permitido fantasear, porque en los archivos policiales los expedientes que hay sobre ella se interrumpen en el año 40 porque ella desaparece.

Con Picasso ha sido muy crítico. ¿Qué me puede decir de él?

En la novela se cuentan cosas que la gente no conoce o que tiende a esconder. Hay una historia más luminosa de Picasso, pero, independientemente de lo que consideramos sobre su obra artística, él era un personaje bastante deplorable en su vida personal. Tiene episodios muy duros en el trato que le daba a las mujeres y luego se cuenta aquí una historia de cómo abandona a su ahijado, el escritor francés Max Jacob, al que le pudo salvar la vida y no actuó, no sé si por cobardía. Luego está él como artista, ¿no?. Yo tampoco comparto la visión de Picasso como el gran genio español del siglo XX, honestamente. Pero indudablemente su influencia en la pintura del siglo XX ha sido enorme. Seguramente haya sido el pintor más influyente, desde luego español, sin duda alguna. 

 No es el único personaje deplorable que sale en la novela, ¿no?

 No, porque Navales es un personaje bastante oscuro que tiene una mirada poco complaciente sobre casi todos los personajes a los que retrata. Es cierto que en esta segunda parte su mirada es menos disolvente, menos destructiva, porque está también metido en un proceso de redención o de salvación personal que le hace plantearse muchos dilemas morales. En la primera parte no se planteaba esto. Digamos que tiene una visión bastante feroz de la realidad humana.

El escritor, Juan Manuel Prada

El escritor, Juan Manuel Prada / Alex Zea

 Hablando de Navales, ¿realmente puede dejar uno de ser malo si se lo propone?

Sí. El ser humano está dotado de un instrumento que es la libertad, que le permite renegar de su pasado y convertirse en otra persona. Esto es así. Esto lo cuenta muy bien Oscar Wilde en su carta de Profundis. Explica cómo uno puede arrepentirse de su pasado e incluso borrarlo. Si no, lo otro sería caer en el fatalismo, que es una visión de la vida muy perniciosa que te conduce a la destrucción. Y sí, cambiar es difícil, pero el ser humano tiene esa capacidad.

 ¿Es más fácil encontrar el perdón de Dios que la de uno mismo? 

Dios perdona cuando hay un arrepentimiento verdadero. Perdonarse uno mismo a veces es más difícil, porque uno sabe lo que ha hecho, pero también es posible. Más allá de que muchas veces no podamos borrar lo que hemos hecho o los efectos de lo que hemos hecho, no se puede vivir encadenado al pasado. Uno también se puede despojar de lo que fue. En esto se nota mucho lo que es el cambio de una sociedad culturalmente católica a una sociedad culturalmente protestante, que es lo que nos estamos convirtiendo. Yo sí que creo que el pasado es algo que quedó atrás siempre y cuando uno haya renegado de aquello que hizo.

  Fernando Navales ya protagonizó su novela Las Máscaras del héroe y ha dicho que es probable que siga haciendo novelas con él.

 Me gustaría escribir otras dos novelas protagonizadas por él antes de morirme. Una de ellas ambientada en los años de la Guerra Civil. ‘Las Máscaras del héroe’ termina justo cuando empieza la Guerra Civil. Entonces, me gustaría retomar a Navales en el año 36 hasta el año 40 que es cuando empieza ‘Mil ojos esconden la noche’. Y luego escribir una de la vuelta de Navales a España en el año 44.

¿Por qué tanto interés en este personaje?

 Porque me interesa mucho la cultura española de estos años. Me interesa mucho profundizar en lo que fueron las relaciones entre los escritores y entre los artistas de estas épocas. Navales me sirve de hilo conductor para ir mostrando esos ambientes literarios, artísticos, que creo que tienen un gran interés, porque son bastante desconocidos en general. La gente tiene una visión de la cultura española del siglo XX totalmente distorsionada. Está reducida a unos cuantos grandes personajes, pero la realidad es que para conocer bien lo que son las tendencias estéticas de una época hay que adentrarse también en los secundarios, que son los que dan calor a una época.

¿Hay mucho desconocimiento general de cómo fue el exilio para las figuras españolas?

 En líneas generales, las imágenes que tenemos son estereotipadas, y como digo, muy centradas en las grandes personalidades. No hay una visión de conjunto, una visión ecuánime. Es decir, el exilio o se demoniza o se exalta. Los exiliados eran personas débiles de carne y hueso. Aquí en esta novela se les ve, muchas veces tenían que colaborar con Falange o con la prensa antisemita, tenían que dedicarse al mercado negro, hacer actividades poco nobles. Las circunstancias en las que vivían eran muy difíciles. Esto es así, es natural, por otra parte. Lo que sería disparatado es que en medio de la situación que se vivía en París en estos años, ellos se hubieran enfrentado a los invasores. Que no hubieran querido hacer nada con Falange o no hubieran hecho ninguna actividad oscura. Esto es grotesco. Pero bueno, a la gente le gustan las mitificaciones irreales.

El escritor, Juan Manuel Prada, durante la sesión de fotos

El escritor, Juan Manuel Prada, durante la sesión de fotos / Alex Zea

¿Tienen culpa las ideologías de que se demonice o se mitifique a ciertos personajes?

 Bueno, las ideologías son un producto de la modernidad, son algo nefasto. Las ideologías son versiones simplificadas, esquemáticas, maniqueas, de visiones filosóficas del mundo que fanatizan a la gente. Consigues que la gente se una a tal o cual bando. Y una vez que está dentro de ese banda le cuelgan un pack ideológico, como el kit de emergencias que nos quieren colocar ahora con esto de la guerra.

 Repite usted mucho que la historia de España está construida sobre grandes mentiras.

 Sí, sin duda. Yo escribo esta novela porque a mí me impresiona leer los informes policiales sobre todos estos personajes. La policía francesa era una policía muy tenebrosa, una policía casi preventiva que hacía informes sobre personas que no habían cometido ningún delito. Simplemente hacían expedientes de los españoles, por ejemplo, de los exiliados españoles, de todos o de casi todos. Entonces, claro, te das cuenta que lo que se cuenta en estos informes policiales, que son hechos reales ocurridos, no tiene nada que ver con la imagen que luego hemos creado de muchos de estos personajes. De Picasso, de Marañón, de tantos y tantos personajes que desfilan por la novela. Entonces, sí, te das cuenta que en España hemos construido unos arquetipos, unos mitos que no se corresponden con la realidad.

¿De qué mitos habla?

Por ejemplo, de Picasso, mucha gente tiene la idea que Picasso se tiró todos estos años en la clandestinidad, en la resistencia. Pues no, Picasso durante estos años no tuvo ningún tipo de compromiso político, pero es que además fue un hombre privilegiado por los alemanes. Por orden directa de Hitler, que pidió que no se le molestara. Le pillaron cometiendo varios delitos, algunos muy graves, como la evasión de divisas, y no solo no le castigan, porque en ese momento estaba castigada incluso con la muerte, sino que lo tapan. Marañón, por ejemplo, se presenta como un representante de la tercera España. Es falso. Marañón había estado plenamente adherido a la España republicana y luego se adhiere a la España franquista. Esta es la realidad. Y así sucesivamente. Casi todos los personajes de esta época se han construido en torno a un relato. Pues en realidad es una mitificación, una suma de falsedades que convengan para construir la historia de España.

¿Cómo definiría Juan Manuel de Prada el término memoria histórica?

Como un oxímoron. La memoria nunca es historia. La historia es fijar el pasado tal como fue, mientras la memoria es transformar el pasado a nuestra conveniencia. Creo que la memoria tiene que ser considerada como elemento de recomposición del pasado, pero no podemos pretender que sea histórica, porque es exactamente lo contrario de la historia. Encumbrar la memoria a elemento que fija la historia solamente nos lleva al disparate, a la locura, a la falsificación de la historia.

Al principio de la novela deja claro que, aunque haya personajes reales, el tratamiento que se les da es ficticio. ¿Ha tenido algún problema con esto?

 No, porque es una novela que se basa en documentación. Entonces, nadie me puede culpar de nada porque las cosas que cuento están plenamente documentadas. Las cosas más escabrosas. Es más, en contra de lo que pueda parecer, hay muchas cosas que no he contado. Probablemente también los familiares de los personajes que salen aquí saben que en el fondo hay cosas que no he contado. Que las tengo porque tengo los expedientes policiales de todos ellos, que algunos son sabrosísimos. Incluso hay conductas delictivas que no cuento, hay conductas moralmente muy reprobables que no cuento. En contra de lo que pueda parecer, en muchos casos es una visión un poco edulcorada de lo que ocurrió. Por ejemplo, en la parte de Victoria Kent me permito fantasear, fabular, pero cuando fabulo no digo cosas malas de nadie. Las cosas más acusatorias que hay sobre los personajes son cosas documentadas.

 Dice que lo que nos hace distintos a los seres humanos es que tenemos la capacidad de discernir, pero que cada vez estamos más animalizados. ¿Cómo de animalizados están los personajes del libro? 

Creo que estos personajes estaban menos animalizados que nosotros, porque las condiciones difíciles de vida les obligan a hacer cosas muy fuertes, pero al mismo tiempo avivan lo que hay de humano en nosotros, mientras que creo que las condiciones de prosperidad o de esta especie de vida bajo los efectos de cloroformo que llevamos en las sociedades occidentales es lo que hace que asome el animal que llevamos dentro. O sea, no creo que en las circunstancias difíciles nos animalicemos. Yo creo que en las circunstancias difíciles asoman los aspectos más humanos, que pueden ser también aspectos negativos, ojo. Pero creo que en estas épocas hay un mayor vigor moral. En líneas generales creo que nuestra época es una época más maligna. El mal no se rodea de pólvora ni de bombas, sino de caricias y de derechos, el mal siempre se presenta bajo la máscara del bien.

El mal no se rodea de pólvora ni de bombas, sino de caricias y de derechos

¿Hay esperanza dentro de ese mal del que habla?

 En medio del mal siempre hay gente que tiene conductas gallardas. Lo vemos, por ejemplo, en la novela. Se cuenta el juicio que se le hace a un periodista español que se llamaba Solms porque era judío. Entonces buscan condenarlo, aplicarle las leyes contra los judíos. Se le hace un tribunal de honor en la asociación de periodistas y en el tribunal está Marañón, y Marañón dice que este señor es español, en España no había leyes raciales. Este señor era español y, por tanto, da igual si sus padres son judíos o dejan de serlo.

 Usted ha tenido que estudiar a fondo el antisemitismo para sus novelas. ¿Sigue pesando en la conciencia de los países occidentales?

Sin duda, y se confunde. Una cosa es el antisemitismo, el odio a los judíos por razones étnicas o religiosas y otra cosa es que tú puedas criticar o juzgar negativamente acciones que los judíos hacen, y no digamos un Estado judío, el Estado de Israel. Son cosas distintas. Sólo la gente idiotizada puede pensar que es lo mismo. Es como si tú criticas acciones que pueda hacer Obama y te dicen que eres racista. Oiga no, Obama es negro, pero a mí me da igual que sea negro. Pues lo mismo, a mí me parece mal lo que hace Netanyahu, ¿esto qué tiene que ver con el antisemitismo? Son cosas absurdas.

El escritor, Juan Manuel Prada, antes de la conversación

El escritor, Juan Manuel Prada, antes de la conversación / Alex Zea

Saliendo un poco del libro, ha dicho que en sus artículos de opinión nota que cada vez menos gente entiende la ironía. ¿Qué síntomas ha detectado para hacer este diagnóstico? 

 La gente sólo hace un uso enunciativo del lenguaje. Entonces, cuando leen una cosa, sólo la entienden de forma literal. A mí esto me ocurre muchas veces, yo he escrito artículos en clave irónica con un tío que es un mentecato y dices “qué hombre, qué inteligencia, qué sabiduría, qué conocimientos tiene de todo” y claro, te estás refiriendo a un imbécil, ¿no?. Pues la gente piensa que lo dices en serio, y dicen "¿pero cómo dices esto? Este tío es un imbécil". Hay un uso figurado del lenguaje y nos lo estamos cargando. Con la ironía estás dando un tratamiento soterrado y humorístico al lenguaje también para criticar, para disolver convencionalismos, en fin, con una finalidad si quieres subversiva, si la gente no entiende eso, todo se va a la porra.Entonces, sí, a mí me parece inquietante esto, que tiene que ver con defectos de formación. 

Es muy crítico con la educación actual.

La gente ha dejado de leer en las escuelas, se han dejado de leer a los clásicos, cualquier persona que haya leído ‘El Quijote’ sabe lo que es el lenguaje irónico. Es muy importante recuperar una cierta cultura literaria, esto no significa que tengamos que ser expertos en literatura, pero tenemos que darnos cuenta de que lo más hermoso de la lengua que utilizamos no es utilizarla en un sentido puramente enunciativo, es utilizarla en un sentido figurado. Eso le da a la lengua otra proyección distinta, y la lengua sirve para alumbrar el mundo.

¿Cree que los jóvenes que cursan el bachillerato ahora podrían leer este libro y entenderlo? 

 Creo que a los jóvenes, desgraciadamente, les está siendo robada la cultura, la tradición española y, por lo tanto, podrían tener dificultades para leer esta obra. Pero también creo que un joven que se asomara a esta obra iba a disfrutar muchísimo porque iba a descubrir aspectos de la cultura española que desconoce, y a lo mejor entraría en contacto con una corriente estética española que le han explicado mal en la escuela, que es el barroco. Esta es una novela que reivindica la tradición barroca de nuestra literatura y que entronca con Quevedo, con Valle-Inclán, con tantos maestros de nuestra tradición barroca. Entonces, creo que un joven con inquietudes sí disfrutaría mucho de esta novela.

¿Cree que el entretenimiento está ganando mucho terreno en el mundo de la cultura? 

El entretenimiento está creado para idiotizar a las masas. Por eso nuestros gobernantes reparten ayudas para que la gente se enchufe a todas las bazofias que cretinizan a la gente. El único entretenimiento debería ser el que nace de la contemplación de la belleza. Eso no hay que subvencionarlo. En vez de esos concursos repugnantes que ponen en la tele, podrían poner las grandes obras del teatro español en la televisión pública. Eso alimentaría el espíritu para que las personas se hagan las grandes preguntas. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Sigo existiendo después de muerto? ¿Cuáles son mis obligaciones respecto al pueblo al que pertenezco? Esas grandes preguntas que la gente ya no se hace. Lo que llaman hoy entretenimiento es simplemente llenarnos la cabeza de morralla para destruir nuestro espíritu.

El entretenimiento está creado para idiotizar a las masas

¿Y qué propone como solución frente a esto?

La solución es un cambio radical. Tenemos que rebelarnos. Dejar de hacer lo que nos mandan y recuperar el espíritu. Quieren que estemos enchufados a las máquinas. Llevar una vida un poco al margen de las máquinas está bien.Yo abogo mucho por esto. No tengo coche, no veo la televisión y mi móvil es de hace 20 años, sólo lo uso para las llamadas. Te da más tiempo para la lectura, para la meditación, para muchas cosas.  Yo invitaría a los lectores de esta entrevista a que al final del día consultaran una función que tiene su móvil para ver el tiempo que lo han empleado. Les propondría que cada día trataran de reducirlo 10 minutos, en unas semanas descubrirán que su vida es completamente distinta.

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