Fortes y Roca Rey, dos grandes devociones de la afición de Málaga que salen a hombros en la Corrida Picassiana

La Malagueta lucía radiante para la Corrida Picassiana. Cuidada, embellecida y dispuesta para servir de templo del toreo en la recta final de nuestra Semana Santa. Sones cofrades especialmente seleccionados, como el Himno de la Coronación de la Esperanza en un año tan especial en el que la gran devoción mariana malagueña viajará a Roma, servían de preámbulo a un festejo que había despertado un interés inusitado.

Los aficionados copaban los tendidos del coso del Paseo Réding, admirándose de una preciosa estampa que recordaba épocas pasadas, como los mantones de Manila que exornaban las banderillas de los tendidos altos, o las banderas de España y Andalucía que cubrían todas las andanadas. El punto picassiano se lo apartaban las ilustraciones que, inspiradas en el capote de paseo plasmado por el artista Pablo Alonso Hernáiz, cubrían todas las tablas del coso.

'Pan y toros'

A las 18 horas, sonaba el insustituible ‘Pan y toros’ a cargo de la Banda de Música de Miraflores – Gibraljaire. Otra insustituible en esta plaza. Cuando se abrían las puertas del patio de cuadrillas, como cuando en esta Semana Santa se abrían las de las iglesias y casas de hermandad, una gran ovación recibía a los protagonistas del festejo. La megafonía, otra mejora que desde la Diputación de Málaga se ha aportado como recuperación al equipamiento del coso, recordaba esos tiempos que recuerdan los viejos aficionados en los que se anunciaban todos los datos de los toros que saltaban al albero. Sólo faltó aquella cántiga final de “Cerveza Victoria, Malagueña y Exquisita’.

Pero la tarde estaba llamada a ser malagueña y exquisita, con un torero de la tierra que abría cartel tras una histórica tarde en la Feria de 2024. Fortes volvía como lo que debe ser, aclamado como figura del toreo a la par de sus otros dos compañeros de terna: Roca Rey y Juan Ortega. Casi nada sobre el papel. El éxito o el fracaso podía depender del juego de los astados, y si hay una ganadería en la que hay puestas esperanzas es en la de Álvaro Núñez, que debutaba con su hierro en solitario en La Malagueta lidiando una corrida completa. Y con nota.

Fuerte viento

El único que no fue bienvenido en tarde de ‘no hay billetes’ fue el fuerte viento que amenazaba con condicionar el desarrollo del festejo. No había forma de manejar los trastos de torear, pero eso para el diestro malagueño que abría cartel no era impedimento para realizar un quite por gaoneras que abría la esperanza a otra tarde gloriosa. La muleta, cuando racheaba, le dejaba al descubierto; pero siguió colocado en el sitio impasible para robar ayudados y naturales con mucha enjundia a un astado tan noble como flojo. A pasito lento, mientras sonaba la marcha ‘Cristo de los Estudiantes’ de su cofradía, se doctoraba en quietud y compromiso con los acordes del Gaudeamus Igitur. Tenía la oreja en la mano tras otra meritoria tanda de manoletinas de epílogo, pero la espada se llevó esa opción.

Quiso gustarse a la verónica en su segundo, al que recibía con gusto con una rodilla en tierra. Con las dos sobre el albero de su Malagueta, quiso reventar calderas ligando con el palillo casi arrastrando. El Fortes de las grandes ocasiones estaba presente una vez más, con una despaciosidad al torear al natural asombrosa. “Eso es torear”, gritaba una voz desde el tendido. Y vaya si tenía razón. El temple desde la perfecta colocación y un valor que, por más veces que le veamos, no deja de sorprenderse. Por un momento, nos olvidamos del viento, y nos centramos en el toreo. Más que merecidas las dos orejas paseadas, como la vuelta al ruedo al toro ‘Barredor’, que fue a más durante la lidia. Como las grandes devociones en Málaga, salía una vez más a hombros por la Puerta Grande ‘Manolo Segura’.

La Virgen de Guadalupe bendice a los toreros en el cartel de Pablo Alonso Herráiz para la Picassiana

Dos toreros, por la puerta grande

Hacía muchos años que dos toreros no salían juntos en volandas de La Malagueta, y eso sucedía en este caso ya que Roca Rey lo lograba también a las primeras de cambio. Si alguien pensaba que se iba a arrugar, es que no lo conoce. Tendría que llegar un tornado para que el peruano tomara precauciones. Con las chicuelinas de salida ya lo dejó claro, por si quedaba duda. Replicó en su quite Fortes, que tenía ganas de más pelea después del mano a mano del que salió victorioso el pasado año. Pero esta pelea era nueva, y este gallo tenía gana de guerra. El inicio de faena por estatuarios fue de quitar el hipo, dejándose pasar los pitones a milímetros de los rombos arlequinados que decoraban su taleguilla. Se llevó al astado a los medios y se le dejó venir de lejos. No una vez, sino dos, para seguir enjaretando las series en redondo. También al natural cuajó a un burel con fijeza y boyantía al que terminó dominando en una actuación enormemente meritoria que puso a todo el mundo en pie incluso antes de recetarle una estocada trasera y algo caída que certificaba la concesión de dos orejas.

Con el triunfo asegurado, no levantó el pie del acelerador. Escalofriante fue el inicio de faena de rodillas, con dos pases cambiados por la espalda de esos que quitan la respiración. Aún sirviendo, el sexto fue el toro más deslucido del encierro, y por más que lo intentó con un arrimón a toro parado, la faena no explosionó como había sucedido con el anterior. El pinchazo previo a la estocada determinó la negativa de un trofeo por parte del palco.

Sin prisas ni reproches

Juan Ortega, el único que acudió vestido a la Picassiana a la usanza clásica, quiso ser fiel a su concepto artístico en el primero de su lote. La enjundia de su toreo apenas se pudo apreciar en un magnífico trincherazo de cartel de toros. Siempre despacio, sin prisas ni reproches a las condiciones meteorológicas aún cuando quedaba al descubierto y quedaba a merced de un toro que habría que haber visto en otro contexto. Una auténtica pena, porque el sevillano se siente cada vez más malagueños y eso se nota cada vez que pisa el albero de esta plaza.

Así lo quiso atestiguar en el quite al respetable en el quinto, que si los cuatro anteriores habían sido buenos, no lo podía ser menos. Tras querer gustarse antes a la verónica, Con la franela buscó terrenos donde poder ligar las series a un toro al que fue haciendo hasta que hizo sonar los sones de ‘Suspiros de España’. Quizás por ser la estética la máxima del toreo de Juan Ortega, fue a quien más le penalizó el viento durante toda la tarde, lo que no deja que ofreciera momentos torerísimos como los doblones con los que cerró la faena amén de otras series exquisitas por ambos pitones. Tras pinchazo y estocada, cortaba una oreja y, aún marchando a pie, deja un gran regusto en una tarde que se recordará por muchas cosas. Y por mucho que se empeñara, no por el viento.