Entrevista | Ana Blandiana Escritora
«La poesía nos ofrece la esperanza de que podemos ser mejores, más bellos, más felices»
El Museo de Málaga recibirá este viernes (19.00 horas) a la Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, dentro del Encuentro Andalucía/Rumanía: dos culturas europeas, organizado por el Centro Andaluz de las Letras. Indómita defensora de los valores de Europa, víctima de la censura y la prohibición del comunismo de Ceaucescu, Blandiana entiende que el nucleo de la poesía, también del universo, es una esencia misteriosa que no debemos comprender sino aceptar

La autora rumana Ana Blandiana, en una imagen de archivo / La Opinión

El Centro Andaluz de las letras, en colaboración con el Instituto Cultural Rumano de Madrid y el Instituto Cervantes de Bucarest, dedica este año su encuentro internacional a Rumanía, bajo el título 'Andalucía, España/Rumanía: dos culturas europeas', con un programa de actividades con conversaciones, encuentros, lecturas dramatizadas, recitales de poesía y proyecciones que contribuirán a favorecer el intercambio de ideas y experiencias entre escritores/as, traductores/as de ambos países. La poeta rumana Ana Blandiana, una de las voces de la poesía contemporánea europea y opositora de la dictadura comunista de Ceaucescu, que ha hecho de sus versos un icono pacífico de lucha por la libertad y contra la injusticia y la represión, será una de sus protagonistas.
Autora de culto, consiguió el año pasado el Premio Princesa de Asturias de las Letras como «heredera de las más brillantes tradiciones literarias, al tiempo que una creadora radicalmente singular» y por una escritura, «que aúna transparencia y complejidad, plantea preguntas fundamentales sobre la existencia del ser humano, en soledad y sociedad, ante la naturaleza y la historia».
De nombre real Otilia Valeria Coman (Timișoara, Rumanía, 1942), Ana Blandiana (el apellido del apodo es el nombre de la aldea de Transilvia en que nació su madre) es hija de un «enemigo del pueblo», un sacerdote ortodoxo; tras la aparición en una revista de su primer poema, en 1959, se le prohibió estudiar en la universidad. Su obra ha sido frecuentemente censurada y directamente prohibida por el régimen de su país. Hablamos con la autora, gracias a la traducción de su mano derecha en España, Viorica Patea.
Ya que participa usted en el encuentro entre Andalucía y Rumanía facilitado por el Centro Andaluz de las Letras, me gustaría saber si conoce a muchos poetas nacidos aquí, en Andalucía.
El primer poeta que conocí y aprendí de memoria en la adolescencia fue Federico García Lorca, quien, a pesar de pertenecer a un país occidental, era traducido y celebrado en Rumanía puesto que había sido ejecutado por el bando nacional. Años después descubrí por mi cuenta al poeta romántico Gustavo Adolfo Béquer, y luego a Antonio Machado, Miguel Hernández y Juan Ramón Jiménez. Más tarde conocí y comprendí a Luis de Góngora.
En 1912 Rilke visitó Ronda, en una serranía en Málaga, donde se alojó por unos meses en un hotel. «He buscado por todas partes la ciudad soñada, y al fin la he encontrado en Ronda», escribió en una carta a Rodin. Al parecer, aquí vino prácticamente a suicidarse y terminó quedándose varios meses, escribiendo algunos de sus versos más inspirados, como por ejemplo los de Las elegías de Duino. Usted, que es una «infinita admiradora» de Rilke, ¿conocía este detalle biográfico?
No conocía este maravilloso episodio de la vida y posteridad de Rilke. Su relato me hace desear visitar Ronda, pero no sé si tendré el valor de hacerlo por miedo a que, entretanto, el tiempo haya conseguido deconstruir el sueño.
«La buena poesía solo se escribe en silencio. Hay que salirse del mundo y de tu propia vida para escribir poesía», opina usted. ¿El poeta vive entonces en una especie de exilio interior eterno?
La fórmula establecida es la torre de marfil, salvo que para mí el sentido de esta expresión no es el aislamiento, sino encontrar un punto elevado desde donde todo se vea mejor. La materia prima del exilio no es la separación, sino el vínculo a través del sufrimiento que nace de la separación.
El núcleo de la poesía es el misterio y la misión del poeta no es comprenderlo sino aceptarlo
Suele recordar que en las cárceles rumanas, durante los años 50 y 60, muchos presos sobrevivieron gracias a la poesía, «como ejercicio intelectual y espiritual para poder permanecer sanos». La poesía, como herramienta, ¿en qué puede ayudarnos hoy, en este mundo tan caótico, tan incierto?
Ofreciendo la esperanza de que, más allá del caos y de la incertidumbre, hay algo imposible de definir, pero imposible de manipular que, sin que sepamos por qué ni cómo, nos da la sensación de que podemos llegar a ser más hermosos, mejores e incluso más felices.
En muchos de sus recitales, especialmente los de un poema tan especial, tan íntimo como 'Variaciones sobre un tema dado', escrito tras la muerte de su marido, puede verse a los asistentes llorando, emocionados. Sé que usted no piensa en el público al componer sus obras, pero, ¿qué siente usted cuando comprueba el efecto de sus palabras?
Me ha pasado en varias ocasiones en Rumanía, pero también en Italia y en España, que la gente me pedía autógrafos para varios ejemplares de este libro, explicándome que eran para alguien que había perdido a su mujer, a su hijo... Era como si no hubieran comprado un libro sino un medicamento. Nunca antes había sentido tan real la necesidad de la poesía.
Empezó a escribir prosa en los años 80 del siglo pasado, «porque sentía que debía dar testimonio de lo que estaba ocurriendo en su país». ¿Por qué no hacerlo a través de la poesía?
Me parecía que cargaba y embadurnaba la poesía con demasiada realidad si me esforzaba por ser más concreta, más exacta, que podía hundirla como un barco de papel cargado con hierro. Además, a menudo tenía la sensación de que la propia poesía se defendía de tanta realidad: incluso cuando intentaba anclarla más firmemente en la historia, ella conseguía escaparse y a salvar al mismo tiempo su pureza y su perennidad.
El núcleo de la poesía es el misterio y la misión del poeta no es comprenderlo sino aceptarlo
La evolución de su poesía es un camino hacia la depuración, al encuentro del valor puro de la palabra esencial y la indagación en el misterio. ¿En esas dos palabras, esencia y misterio, está la clave de la poesía?
Empecé descubriendo que el núcleo de la poesía es el misterio y que la misión del poeta es comprenderlo, y acabé convenciéndome de que el significado no está para comprenderlo sino para aceptarlo, y que el misterio no es sólo el núcleo de la poesía sino también del universo.
Hay estudios que aseguran que pronunciamos una media de seis metáforas por minuto, miles al día, sin darnos cuenta la mayoría de veces. ¿A usted para qué le han servido las metáforas? Hay personas que piensan que sirven más bien para rehuir y escapar de la realidad que para afrontarla directamente...
No conocía estos estudios sobre la frecuencia de la metáfora. La metáfora sólo puede dar fe de la riqueza del lenguaje, es decir, de los sentimientos y de los pensamientos. Dudo que quienes escriban en las redes sociales acortando palabras utilicen metáforas. Por lo que a mí respecta, la metáfora era para mí, antaño, un medio para eludir la censura, un medio para hacer nacer la poesía a medio camino entre mí y los lectores obligados a conjeturar el término tácito de la comparación.
¿Se acuerda de esos primeros poemas que escribió, a los 5 años?
Por supuesto que no me acuerdo, no sólo porque ha transcurrido tanto tiempo desde entonces, sino también porque estos poemas no se plasmaron en papel, sólo fueron repetidos con asombro por unos padres tan orgullosos como temerosos.
En sus poemas hay muchos ángeles, como también la obra de Rilke (volvemos a él). En una ocasión le preguntaron dónde poder dialogar con los ángeles y usted contestó: «En poemas y oraciones». ¿Pero hay mucha diferencia entre un poema y una oración?
Siempre he pensado que la poesía y la oración están relacionadas en tanto que tienden con una tensión devoradora de sí mismas hacia algo que no sé si existe, pero en lo que creo sin reservas.
En el choque de civilizaciones, Europa está perdiendo, no porque le falten recursos, sino porque le falta la fe, el poder de creer en algo
Usted es una firme defensora de Europa, como territorio de valores y de cultura. Desde hace años parece no atravesar su mejor época, desde luego ahora está acorralada por gobernantes externos como Donald Trump y por el auge y la pujanza, en sus propios países, de movimientos de ultraderecha. ¿Qué ocurre en Europa, hay una pérdida de identidad, cómo contempla usted su futuro inmediato?
No cabe duda de que Europa está hoy en crisis, palabra que procede del griego krinein, que significa analizar. Todo lo que le ha sucedido a Europa en las últimas décadas es ocasión obligada de análisis y meditación acerca de su definición. Es evidente que, en el implacable choque de civilizaciones, Europa está perdiendo a marchas forzadas, no porque le falten recursos, sino porque le falta la fe. Y no me refiero sólo a la fe en Dios, sino simplemente al poder de creer en algo. Cuando, hace muchos años, la Unión Europea decidió rechazar en su constitución la frase «las raíces cristianas de Europa», negó su propia historia y su identidad cultural. El resto es política.
El año pasado, aprovechando la concesión del Premio Princesa de Asturias, pidió a los españoles que no cayeran en el maniqueísmo al recordar la Guerra Civil como una contienda entre buenos (republicanos) y malos (franquistas) ni que se cayeran en la leyenda gloriosa de la que goza el comunismo en la Europa más Occidental. No sé si sabe que decir eso ahora mismo en España supondría que le endosaran el calificativo de fascista.
Bajo el comunismo, el principio sagrado de la represión era «el que no está con nosotros está contra nosotros», principio en nombre del cual cualquier mínimo atisbo de crítica era decretado fascista y encarcelado. La persistencia de la palabra fascismo, vaciada de todo contenido y convertida en insulto para quien no está de acuerdo con el otro, es una prueba perturbadora de la existencia de residuos totalitarios en nuestras sociedades democráticas.
A falta de una definición, la libertad se ha convertido en la materia prima de todas las manipulaciones sociales, políticas y morales
«En condiciones de libertad descubrimos que ser libre era mucho más difícil que no serlo y también que el exceso de libertad puede tener consecuencias dramáticas…», sostiene. Es una frase que no demasiados intelectuales se atreven a pronunciar en público, por miedo a que se les considere «reaccionarios»; la opinión mainstream trata de convencernos de que cuanta más libertad, mejor. ¿Por qué no es así, por qué se opone usted a este pensamiento?
Nada ha sido más difícil después de 1989 [el año de la caída del régimen de Ceaușescu] que aprender qué significa la libertad y cómo vivirla, cuando, a falta de una definición, la libertad se convirtió en la materia prima de todas las manipulaciones sociales, políticas y morales. Definir la libertad es uno de los problemas más difíciles de las democracias en las que, tras la destrucción de los criterios morales que las religiones han garantizado durante milenios, se deja que la juventud decida «sola y aterrada» lo que está bien y lo que está mal, presa de las drogas y del cambio de sexo. En una situación histórica muy similar, al final del Imperio Romano, apareció la «buena nueva» del amor al prójimo, que 20 siglos después fue sustituida por el odio de clases y el odio de razas. La cuestión es si somos capaces de seguir esperando otra buena nueva.
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