Crítica

Díez Boscovich sube al Soho su primera ópera

Reseña del estreno de 'El caballero de Olmedo', ópera de Arturo Díez Boscovich en el Teatro del Soho-CaixaBank

Díez Boscovich, con gafas de sol, con el elenco de la ópera

Díez Boscovich, con gafas de sol, con el elenco de la ópera / Álex Zea

Alejandro Fernández

Alejandro Fernández

Málaga

El escenario del Teatro del Soho-CaixaBank ha sido el elegido para el estreno en Málaga de la primera ópera del músico, compositor y director de orquesta Arturo Díez Boscovich, si bien el estreno absoluto se realizó en el Teatro de la Zarzuela en octubre pasado en versión escénica con notable éxito de público y cierta unanimidad de la crítica. No es la primera vez que la literatura española sirve de excusa para un libreto lírico y para la ocasión el compositor malagueño opta por la leyenda del 'El Caballero de Olmedo, retratada por Lope de Vega con adaptación de Luis Pascual desde una perspectiva actual que pone en valor nuestro patrimonio literario y musical.

Con este primer título lírico el maestro Díez Boscovich se adentra -desde el dominio del lenguaje de las bandas sonoras, el musical y la tradición operística- en el Siglo de Oro español para desde una visión que destacamos como muy personal para situar al espectador ante una propuesta escénica contemporánea más por la personalidad del músico que de la presencia o ausencia de elementos de lo que podría denominarse la música actual. Sencillamente Díez Boscovich parte de una página teatral de Lope de Vega para reflexionar sobre temas como el amor, el honor, los celos… Y para lo que no duda en recurrir a figuras reconocibles como el leit por un público sensible.

Partitura de altura, ambiciosa en sus formas y visible en plantilla en una clara alusión a la importancia de la orquesta en el desarrollo dramático de la ópera. El acercamiento de Diez Boscovich al público no le impide adaptar las numerosas ideas musicales que cuajan El Caballero de Olmedo desde un lenguaje decididamente fílmico pero en la base se identifica a Puccini en el movimiento del trío amoroso el uso del leit wagneriano en los personajes principales y una tendencia a diluir los pasajes secos frente a los instantes canoros propiamente dichos. Todas estas ideas hacen pensar en una búsqueda, por parte del compositor, de conexiones y referentes musicales como el coro final, Requiem que apetece evocar la escena final de 'Diálogo de carmelitas' lo que enriquece el valor de la obra sin perder un ápice de autenticidad.

Ambiciosas hechuras

Pese a todo, el intento de convertir a la orquesta en un personaje concurrente más dentro de la Ópera no alcanza una plena adaptación entre texto y música. Su densidad y riqueza friccionan en no pocas ocasiones con la línea de canto y quizás demande una mayor fluidez y momentos más íntimos frente a las ambiciosas hechuras de algunos pasajes. Con todo, las tesituras son exigentes con los protagonistas y vienen a subrayar las propias pasiones y contradicciones de los mismos especialmente para los roles principales.

Del elenco vocal cabe señalar la incomodidad de la amplificación ya que no en todas las voces supuso una ayuda antes bien lo contrario, sirva de ejemplo el caso de Don Alfonso encarnado por Aquiles Machado cuyo instrumento vocal podía prescindir de este recurso. Aun así fue notable la entrega del tenor en correspondencia a la Doña Inés encarnada por Berna Perles, que hizo gala de equilibrio entre lo canoro y lo actoral. Destacar el dúo de amor protagonizado por ambos solistas.

Decidido también el oscuro Don Rodrigo de Javier Franco que resolvió con facilidad y entrega en la escena. Mención aparte merece la Fabia de María Lourdes Benítez a la que tampoco favoreció la amplificación si bien su presencia a lo largo de la primera parte de la ópera fue decisiva como también lo fue el enmarcable Tello encarnado por Rubén Amoretti. Interesante también la Doña Inés de Alba Chantar.

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