Teatro
«Música para Hitler»: el poder decir «no» al fascismo
Juan Carlos Rubio dirige a Carlos Hipólito, Cristóbal Suárez y Kiti Mánver en una obra que recrea y ficciona la negativa del violonchelista Pau Casals a tocar para el Führer, y que se podrá ver en el Teatro del Soho-CaixaBank desde el 30 de mayo hasta el 1 de junio

Carlos Hipólito y Kiti Mánver, en un momento de la función. / VÍCTOR GÓMEZ HERRERA
marta garcía miranda
Violonchelista, compositor y director de orquesta, Pau Casals fue, además, un humanista y un activista defensor de la paz y la democracia. En 1917 se negó a tocar en la Rusia soviética y en 1933 rechazó tocar con la Filarmónica de Berlín en la Alemania de Hitler. En 1943, desde su exilio francés en Prades de Conflent, lugar desde el que ayudaba económicamente a muchos refugiados españoles, Casals rechazará otra vez una nueva petición del Tercer Reich de tocar en un concierto, alegando problemas de salud. Y esa visita a su casa, Villa Colette, de un joven oficial nazi para convencerle de aceptar la invitación del dictador será la que lleven a escena en Música para Hitler los dramaturgos Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio, que también firma la dirección del montaje. En la piel de Pau Casals, Carlos Hipólito y en la del nazi Johann Grass, Cristóbal Suarez. Junto a ellos, Marta Velilla da vida a Enriqueta, sobrina del músico, y la malagueña Kiti Mánver, a Francesca Vidal i Puig, con la que se exilió en 1939 y con la que convivió durante años sin poder casarse, porque su esposa, la soprano norteamericana Susan Metcalfe, no le concedió el divorcio. La obra estará en el Teatro del Soho-CaixaBank del 30 de mayo al 1 de junio.
Escrita hace diez años
Rubio y García Serrano escribieron Música para Hitler hace diez años y se basaron en la abundante documentación que existe sobre la vida y la obra de Casals. Visitaron su fundación y casa museo, leyeron biografías, consultaron sus grabaciones, sus clases y construyeron una obra que se nutre de material real pero que ficciona cómo se produjo aquel segundo no de Casals a Hitler y cómo fueron esas conversaciones en Villa Colette durante la visita de tres oficiales alemanes, que aquí reducen a uno solo. La obra, estructurada a partir de los seis movimientos de la Suite Nº 1 para violonchelo de Bach, refleja a lo largo de un solo día la vida cotidiana de Casals, marcada por la escasez y una posible depresión, su relación de amor con Francesca (entregada a su cuidado, a pesar de estar enferma) y de férrea protección sobre su sobrina, pero también sus profundas convicciones democráticas y la repugnancia que le provoca el fascismo. «Escapamos de un dictador y hemos terminado bajo la bota de otro. El Canigó antes era el muro que nos defendía de la sinrazón, pero ahora la sinrazón ha triunfado a ambos lados de los Pirineos», dirá Casals en escena.
Comprometido con los derechos humanos
«Todos sabemos que fue un genio de la música, que fue un hombre enormemente comprometido con los derechos humanos, con la paz, con su ideología y de una coherencia absoluta, pero en la obra descubrimos sus tristezas, sus miedos y también su enorme fortaleza interior y humana», explica Carlos Hipólito. Después de su negativa, a Casals no le pasará nada, no sufrirá castigo o represalia. Y ahí precisamente, en ese punto ciego sobre lo que sucedió en Villa Colette, sitúan la historia Rubio y García Serrano, en un intercambio dialéctico entre el músico y el nazi en el que uno y otro defenderán sus posturas y en el que se irá desvelando que el oficial alemán pasó en su día «de luchar por el arte a luchar por recuperar la dignidad de una raza» y, al final, tendrá en sus manos el destino de Casals, cuando este se niegue, una vez más, a tocar para Hitler.
«Contamos una historia muy hermosa —explica Cristóbal Suárez—, un cuento moral cuya tesis es muy sencilla. Vivimos rodeados de una crueldad tan grande que es fácil dejarse llevar por la idea de que el sistema funciona así y no hay otra opción, pero la tesis de la función es que todavía podemos elegir, que no hay cúmulo de estupidez en el mundo que pueda evitar ese vínculo que todavía existe entre las personas, que estamos cerca todavía, que podemos mirar al otro y reconocerlo».
Herramientas de transformación
En Música para Hitler, Juan Carlos Rubio y Yolanda García Serrano deciden usar la belleza y la cultura como herramientas de transformación, como armas capaces de resquebrajar o inhabilitar el mal, en este caso el fascismo. El nazi que interpreta Cristóbal Suárez quiere aprender a tocar bien el chelo, sabe apreciar la belleza de la obra de Bach, admira a Casals. ¿Un nazi sensible es menos nazi? A Hitler también le gustaba la música. El arte. La pintura. Y eso no impidió que asesinara a millones de personas. A pesar de negarse a tocar para el dictador, Johann salva a Casals porque él defiende con ferocidad el exterminio, pero no el del músico español, tan dotado para la belleza. Y esa decisión dramatúrgica, que se opone claramente a una visión simplista de la naturaleza humana, no deja de ser problemática en una obra que dialoga con el presente, en un contexto de guerra en Ucrania y masacres diarias en Gaza, en pleno auge del fascismo global. ¿Por qué decide construir ese personaje de joven nazi sensible? ¿Y por qué decide salvarlo al final de la obra? «Creo que la sensibilidad es algo que puede estar ahí, a pesar de las mayores atrocidades. Ciertas cosas no son incompatibles. Y creo que los seres humanos somos más complejos de lo que pueda parecer a primera vista. Yolanda y yo no hemos pretendido salvar a un nazi. Hemos pretendido que el espectador o el lector se pueda enfrentar a sus propios límites y, sobre todo, creo que, en una enorme proporción, los seres humanos reaccionamos dependiendo del bando y la época en que hemos caído y de cuáles son nuestras circunstancias».
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