Ciudades abandonadas
642 voces mudas en Oradour Sur Glane
Terminamos nuestro periplo por rincones olvidados del mundo con la comuna francesa masacrada por los nazis

Oradour Sur Glane / ILUSTRACIÓN DE JAVIER RICO
En Oradour Sur Glane, la distancia entre dos puntos se mide en víctimas: seiscientas cuarenta y dos. Si los pasos o los metros no llegan a esa cifra, el visitante seguirá caminando hasta alcanzarla y, si se pasa, el recuento se detendrá justo en seiscientas cuarenta y dos. Porque tras ese número se esconde el infame recuerdo que impregna sus ruinas.
Seiscientas cuarenta y dos voces susurran esa cifra maldita desde el 10 de junio de 1944. En algunos rincones puede oírse con más intensidad que en otros, como por ejemplo en la Bodega Denis, en el Granero Laudy, en el Cobertizo Beaulieu o en el Garaje Desourteaux. Pero en la entrada de la iglesia de Saint-Martin, el silencio se hace tan viscoso como el lodo de una ciénaga. Al cruzar el umbral de la puerta de lo que fue un recinto sagrado, te llegan voces desde el antiguo coro. Gritos desgarradores, empastados con el avance del calendario.
Hechos crueles
Algunos dicen que se debió a una represalia como consecuencia del apoyo a la resistencia francesa, otros que fue una advertencia. Lo cierto es que los hechos son inequívocamente crueles. Aquella mañana de primavera, la 2ª División Panzer Das Reich arribó al pueblo y reunieron a todos sus habitantes bajo el pretexto de hacer un control de identidad. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños. Los hombres fueron fusilados en varios graneros. Las mujeres y niños fueron encerrados en la Iglesia antes de ser quemados con una bomba incendiaria.
No volvió a amanecer en Oradour Sur Glane. Ni siquiera el día en que juzgaron a algunos de los criminales nueve años después. La mayoría fueron indultados por las frágiles relaciones políticas en el nuevo orden tras la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las reiteradas peticiones de Francia, el Comandante Heinz Lammerding, uno de los principales oficiales que ordenaron el ataque, murió en la Alemania de 1971 sin ser extraditado ni juzgado.
Si rebobinásemos la historia, contemplaríamos hacia atrás las fosas selladas, los cuerpos calcinados, los agujeros en los muros de fusilamientos, la entrada de los Panzer en el pueblo, la invasión de Francia por parte del ejercito alemán, la declaración de guerra, la política del apaciguamiento a Hitler, su nombramiento como canciller con el apoyo de partidos alemanes demócratas, los 230 escaños obtenidos por el Partido Nazi en un parlamento muy fragmentado, el 37,3% de los votos de los alemanes en las elecciones de julio de 1932, los disturbios, el odio antisemita, el descontento ciudadano, la intransigencia entre vecinos, la falta de solidaridad en Europa; el germen del nazismo.
Hay monumentos erigidos para salvaguardar la memoria. El caso de Oradour Sur Glane es diferente, tuvo que ser destruida para ser testigo del recuerdo. De todas las ciudades abandonadas descritas, es la única que sigue albergando a sus habitantes. Nunca se fueron. Habitan el recinto con la liviana presencia de los asesinados.
El recuerdo también olvida
Oradour Sur Glane está abandonada incluso por la memoria, porque el recuerdo también olvida. A pesar del esfuerzo de las piedras incineradas de esta villa francesa, al salir de la ciudad, el visitante parece haber olvidado el motivo barnizado en las fachadas. Arranca escrupulosamente las imágenes para adentrarse de nuevo en la amnésica Europa. Un continente que abraza de nuevo el encantamiento, que se rinde sin resistencia a revivir los errores.
Los acontecimientos vuelven a repetirse con testaruda recurrencia. Mientras aplaudimos con frenesí el comienzo de los nuevos años veinte, el germen de un neofascismo emergente parece ser el único que rehabilitará la memoria de Oradour Sur Glane. Falta de solidaridad, descontento, intransigencia, un paseo militar sobre los adoquines de la Recette Buraliste, el martilleo de las ametralladoras en el recinto ferial, la iglesia incendiada, el número de víctimas: Seiscientas cuarenta y dos. Seiscientas cuarenta y dos veces seiscientas cuarenta y dos.
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