Ciudades abandonadas
Viajando por las cunetas de la Historia
El escritor Pedro Rojano y el ilustrador Javier Rico nos han llevado por 37 lugares abandonados en estas páginas a lo largo de otros tantos domingos. Hablamos con ellos sobre esta particular aventura

Javier Rico y Pedro Rojano, el tándem de «Ciudades abandonadas». / Sonia Carillo

De Belchite, el pueblo zaragozano en que tuvo lugar una de las más cruentas batallas de la Guerra Civil (5.000 muertos) hasta Oradour Sur Glane, la comuna francesa masacrada por los nazis, pasando por Dreamland, el parque japonés espejo de Disneylandia, o Rodalquilar, el empeño fallido de construir un paraíso sobre el desierto del Cabo de Gata. Ciudades abandonadas ha sido un viaje de 36 escalas a lo largo y ancho del mundo por otros tantos lugares abandonados con el escritor Pedro Rojano y el ilustrador Javier Rico. Cada domingo, con palabras y trazos, ambos nos descubrían en las páginas de La Opinión de Málaga las historias, a veces verdaderamente increíbles, siempre reales, de territorios que han sido fogonazos en el tiempo, recuerdos desteñidos de historias fulgurantes, ambiciones convertidas en olvido.
«Siempre me han atraído los lugares abandonados, el momento en el que un espacio construido por el hombre, con todo el esfuerzo que supone, deja de ser habitado y comienza a deteriorarse paulatinamente. Navegando por internet me encontré por casualidad con la ciudad de Varosha. Me resultó tan increíble que un lugar tan hermoso estuviese abandonado desde hace tantos años que me puse a investigar su historia. Más tarde encontré muchas más ciudades abandonadas en el siglo XX, cada una con su propia historia», nos comenta Rojano.
Nos cuenta que comenzó a hacer su propio listado de lugares abandonados «como si fuera uno de aquellos álbumes que coleccionábamos cuando éramos pequeños»: «Logré acumular más de 100 nombres. He ido escribiendo sobre cada una de ellas a medida que me hipnotizaba su historia por algún motivo original. Me interesaba sobre todo encontrar analogías con situaciones que ocurren en la actualidad, o porque evidenciaran una ajustada metáfora del vacío que sienten algunas personas. En este último caso, me inspiró mucho el libro de Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino».
Visitas
Pedro visitó las tres ciudades españolas incluidas en Ciudades abandonadas: Belchite, Rodalquilar y Peñarrubia. Le faltan las otras 33 de su lista, claro: «Me encantaría visitarlas todas, aunque en algunas de ellas está prohibido el acceso». En cualquier caso, la tecnología, afortunadamente, facilita mucho las cosas: «En muchos blogs de internet hay una gran afición a los lugares abandonados y resulta fácil visitarlos a través de estas ventanas digitales. Pero una vez que censaba estos lugares y me interesaba por ellos, siempre encontraba un artículo o reportaje realizado por algún medio profesional de prensa del que recababa la información más fiable».
Visitar ciudades abandonadas es como hacer un viaje imposible a un futuro apocalíptico
Los textos de Pedro Rojano, tan literarios como informativos, se enriquecían con las ilustraciones, en riguroso blanco y negro, con mucho aire para subrayar el abandono, de Javier Rico. «Leía los textos de Pedro y de forma instantánea me trasladaba a tantos lugares lejanos y, en la mayoría de las veces, desconocidos. Los juegos de palabras de Pedro construían un espacio imaginario que después necesitaba constatar». A partir de ahí, internet y mucha documentación: «De algunos lugares conocía su génesis o sus avatares, como es el caso de Jonestown, la única ilustración que contiene dibujos de personas, en este caso fallecidas tras un suicidio colectivo».
Casi todos los lugares abandonados lo fueron por razones económicas
Fascinación
Ejercen sobre nosotros estos lugares en la cuneta de la historia una notable fascinación. ¿Dónde reside este embrujo? «Muchos nos sentimos atraídos por un futuro en el que ya no estemos aquí. ¿Qué ocurrirá con nuestro legado? Visitando las ciudades abandonadas podemos intuirlo, es como hacer un viaje imposible a un futuro apocalíptico. Visitando estas ciudades, ocupando las habitaciones vacías, palpando los objetos que aún se mantienen, imaginamos la vida de aquellos que se movieron por estos lugares y es fascinante mezclarse con ellos en esa fascinación», medita Rojano. «Es algo que nos pasa con todo aquello que el hombre abandona, nos genera curiosidad saber de aquellos que las habitaron», aporta Rico.
Tanto para el escritor como para el dibujante, Ciudades abandonadas ha sido un espacio de aprendizaje, como ocurre casi siempe que uno dedica algo de su tiempo a indagar en los pies de página de la Historia: «Cada ciudad ha supuesto para mí un aprendizaje de las consecuencias que desencadenan las malas decisiones, el odio, la necesidad. La Historia nos da pistas para que podamos esquivar el camino hacia el abismo, aunque en la mayoría de las ocasiones volvamos a caer en los mismos errores. De hecho, he seleccionado estas 36 ciudades porque el resto son repeticiones de un desencadenante similar. Dentro de unos años, otras ciudades actuales se incorporarán a esta lista». Puntualiza Rico: «Casi todos los lugares abandonados lo fueron por razones económicas. Muchos se construyeron para su explotación industrial y cuando dejaron de ser rentables no volvieron a su estado inicial. Esto me lleva a pensar en la actualidad si los inmensos campos solares que se están construyendo no acabarán abandonados cuando surjan tecnologías eléctricas más eficientes».
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