Musica

Babayan: un maestro ante el misterio de la melodía

El pianista armenio, una leyenda del instrumento, presidirá el jurado del II Concurso Internacional de Piano Ciudad de Málaga y ofrecerá hoy, en el Teatro Cervantes, su concierto inaugural. Charlamos con el solista sobre los certámenes de este tipo, la relación con el instrumento, Paco de Lucía y el sacrificio

Babayan interpretará un concierto hoy en Málaga.

Babayan interpretará un concierto hoy en Málaga. / L. O.

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

El ‘Times’ de Londres se refería a él como «pianista de pianistas», es el maestro de Daniil Trifonov... Sergei Babayan es, sin duda, uno de los solistas más reverenciados de los últimos años, de los no tantos que persiguen con humanidad el sentido trascendental y misterioso de la música. Todo un privilegio para la ciudad, protagonizará el concierto inaugural del II Concurso Internacional de Piano Ciudad de Málaga el sábado 7 de junio en el Teatro Cervantes (a partir de las 19.00 horas, entradas a la venta aquí); además, el armenio presidirá el jurado en esta segunda edición del citado certamen. Charlamos con él unos días antes de su participación.

Sergei Babayan (Gyumri, Armenia, 1961) es un hombre como su pianismo: riguroso, perfeccionista, absoluto. Dice que no suele aceptar la invitación de este tipo de certámenes porque le obligarían a alejarse de su instrumento «durante demasiado tiempo» y porque algunas de esas citas contaban con algunos de sus alumnos, por lo que le habria parecido «poco ético» siquiera «permitir la sospecha de un conflicto de intereses». Dijo «sí» a la propuesta malagueña porque, apunta, puede garantizar «que se cumplan los más altos estándares éticos». Ni la más leve sombra puede acercarse a la música, el más alto propósito de todos para el maestro.

24 aspirantes de 11 países tocarán para la audiencia y el jurado a lo largo del Concurso Ciudad de Málaga. Babayan, que lo ha visto y oído casi todo, es realista cuando se le pregunta por el estado actual de los solistas de las negras y blancas: «Nuestros tiempos no son diferentes a los del pasado. El arte y el talento de alto calibre son una rareza. Si bien el nivel técnico de los pianistas hoy en día es mucho mayor que el de hace sesenta años, las personalidades musicales del más alto nivel siempre serán diamantes raros. Algunos de los concursos más famosos del mundo, en sus más de 60 años de historia, solo tienen un Radu Lupu como ganador en esa categoría. Otros concursos famosos existen desde hace unos 75 años, y Martha Argerich es el nombre de todos los galardonados que será recordado para siempre. No creo que estemos ante una crisis pianística. Nacerán grandes talentos, pero siempre serán ese diamante raro».

«Los artistas deben vivir y trabajar en un estado de euforia, en la búsqueda incesante de la belleza ideal y el máximo nivel de maestría», es el lema de la academia de Sergei Babayan. La música, entonces, suena casi como un sacerdocio, el mayor compromiso personal posible. Concede el maestro: «Sin duda, existe cierta obsesión por la relación de un artista con su instrumento, pero especialmente con la música en sí. Lo más importante es que interpretar música como pianista es una labor de amor, y es un privilegio compartir el resultado de esta labor con el público».

Le preguntamos al maestro por su relación física, emocional con el piano, y le ponemos el ejemplo de Paco de Lucía, un perfeccionista absoluto, quien no podía sentirse maltratado por la guitarra: «Odio la guitarra. Es como una relación de amor-odio, me está matando. ¡Cómo me gustaría encontrar algo que me permitiera dejar de tocar! O al menos tocar como los brasileños, tan relajados». Para quienes no somos virtuosos, semejante compromiso personal con un instrumento suena casi masoquista. A Babayan se le ilumina la cara: «¡Es increíble que menciones a Paco de Lucía! Nunca olvidaré el impacto que me causó cuando el joven Gidon Kremer trajo un video de Paco de Lucía a la Unión Soviética en uno de sus viajes. Quedamos fascinados. Nunca había escuchado a un artista tan completamente absorbido por esta unión con su instrumento; él y su guitarra parecían ser uno solo. De todos los artistas, de todos los instrumentos, hasta el día de hoy diría que él era el que estaba en la unión más perfecta con este instrumento, y entiendo que este nivel de perfección conlleva un gran sacrificio. Como decía mi abuelo, el maestro Heinrich Neuhaus, «como pianistas, debemos aspirar a lo imposible para poder lograr lo posible». Y continúa: «Ahora, como pianista, tengo el privilegio de viajar por todo el mundo y conocer nuevos instrumentos cada semana, por supuesto. Conocerlos, comprender qué podemos hacer juntos, cuáles son sus puntos fuertes... es un poco como conocer a una persona. Invierto incontables horas en este proceso, antes de estar preparado para tocar un instrumento determinado. Muchos de estos instrumentos se han convertido en muy buenos amigos; con algunos quiero volver a verme, con otros no tanto. Así es la vida».

Reflexiona Sergei Babayan sobre lo que da y lo que quita el compromiso absoluto con la excelencia instrumental: «La música es mi vida. Ser intérprete conlleva cierto sacrificio, eso es cierto. Como artistas, viajamos mucho y a veces tenemos la oportunidad de venir a un lugar de inmensa belleza como Málaga, pero no tenemos tiempo para disfrutarlo, porque practicamos, tocamos y trabajamos constantemente, y luego vamos directos al aeropuerto. Pero, por otro lado, nos enriquece enormemente la genialidad de las obras de Bach, Schubert, Rachmaninoff, Brahms y todo ese vasto tesoro de la humanidad que es la música, y en el que podemos sumergirnos a diario. Y nos enriquecemos permanentemente con la conversación artística con otros artistas».

Un enriquecimiento sin final, puesto que después de tantos años de indagación y dedicación completas a la música, a interpretarla, a enseñarla y a analizarla, aún oculta misterios para un maestro. «Todos somos humildes servidores de los grandes maestros de la creación musical, y el aprendizaje y la búsqueda de comprensión nunca se detienen. El mundo de la música es fascinante porque está lleno de maravillas, enigmas y descubrimientos. Uno de los más grandes, que podría citar como ejemplo, es sin duda el misterio de la melodía: con todo el estudio musicológico y todo el poder creativo de la Inteligencia Articial, parecemos fracasar estrepitosamente a la hora de comprender qué es una buena melodía y cómo crearla».

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