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El Mediterráneo, la fascinación (crítica) que no cesa, en la cartelera artística malagueña

Coinciden dos exposiones de creadoras locales con el agua salada como motor conceptual: Carla Hayes, una mirada más política e identitaria en LaTérmica, y el tándem formado por Violeta Nieta y Alessandra García, en el MUCACLa Coracha, con una instalación que busca la experiencia y la reflexión

Violeta Niebla y Alessandra García, en la playa de interior del MUCAC La Coracha

Violeta Niebla y Alessandra García, en la playa de interior del MUCAC La Coracha / Ãlex Zea

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

El mar ha sido, sin duda, una de las grandes inspiraciones históricas de las manifestaciones culturales de toda índole. Y lo sigue siendo, aunque de un tiempo a esta parte no precisamente alimentando siempre poemas evocadores, óleos de nostalgia líquida o paisajes más o menos inanes. Curiosamente, hoy mismo se inauguraron en Málaga dos exposiciones de artistas locales con el mar en su título y parte fundamental de su conceptualización y estrategia, entendiendo la masa de agua salada más como un espacio ideal para analizar las tensiones políticas, sociales y raciales de nuestro pasado reciente y nuestro presente absoluto.

De un lado, está la propuesta de Alessandra García en MUCAC La Coracha. La malagueña dedicó aeste verano a desarrollar una serie de «performances, rituales artísticos y verismos» para representar, desde múltiples puntos de vista, una jornada en la playa: recorrió, a pata y con un atuendo rojísimo, buena parte de la Costa del Sol, desde Manilva hasta Nerja, haciendo noche en las casas de oriundos, comprobando la extrañeza y la complicidad de las miradas ajenas; organizó exhibiciones sonoras para inmiscuirnos en la cotidianidad de un día en el litoral y también performances secretas, en un lugar oculto para el público hasta la compra de la entrada y en la que nadie sabía qué podría pasar. Todo fueron olas de 'La obra del mar', quizás la aventura más ambiciosa de García, con la escritora y fotógrafa Violeta Niebla como mitad creativa, y que ahora llega al MUCAC La Coracha para hacer más visible el proyecto, trascendiendo los momentos en que ocurrió.

En 'Deriva sonora', como ha titulado esta porción de la iniciativa, se parte de la cotidianidad de una jornada playera para celebrar «la cultura intrahistórica que rodea» estos rituales, sin olvidarnos de cuestiones como el impacto medioambiental en el Mediterráneo, el uso de las playas públicas y su papel en la forja de las identidades personales. «¿Qué me une en formas de vivir con alguien de la costa de Chipre, Grecia, Croacia, Túnez, Marruecos, Argelia, Líbano o Mónaco? Si quitamos el Mediterráneo los yates y las pateras, ¿Qué Mediterráneo queda?», se pregunta la performer. Así que García y Niebla han instalado en una esquina del centro una silla de playa, con su jaima y todo, para que cualquiera pueda, entre las cuatro paredes del espacio y ayudado por un dispositivo sonoro, pasar unos minutos en una jornada de playa interior, intransferible, sin mar ni arena, que hace experiencia aquella frase de Albert Camus: «Me di cuenta, a pesar de todo, de que en medio del invierno había en mí un verano invencible».

Carla Hayes, ante algunas piezas de su muestra en La Térmica

Carla Hayes, ante algunas piezas de su muestra en La Térmica / La Térmica

Carla Hayes, en La Térmica

Por supuesto, el mar, el Mediterráneo, tiene una significación particular para una mujer afrodescendiente y mestiza como Carla Hayes. La artista ha dedicado su obra a analizar los procesos coloniales, como los de España, con sus episodios de esclavitud poco divulgados, buscando el diálogo entre África y Occidente, una puesta en común de historias y memorias, en sus palabras, a partir de la combinación de, por ejemplo, la rafia, un material tan característico de la cultura africana, con iconos y elementos propios del imaginario occidental. Y en ello sigue en su exposición de La Térmica, 'Este mar llamado mi espalda' (hasta el 22 de febrero de 2026). El título de la exposición se refiere, interioriza, la histórica antología 'Este puente, mi espalda' (1981), una colección de textos feministas a cargo de mujeres asiáticas, indígenas, afroamericanas y latinas que residían en EEUU; historias y miradas que testimoniaron experiencias personales para demostrar la existencia del feminismo tercermundista. Casi 45 años después, Hayes asume como propia aquella aventura, demostrándonos que aquella actividad de resistencia y visibilización sigue siendo pertinente, necesaria, y aplicable en los contextos de la tradición artística europea. Aquí, el mar aparece como «un espacio político y cultural de circulación, conflicto y cruce», el escenario fundamental en que desarrollar una crítica, desde la afrodiáspora y la descolonización, a la representación de los cuerpos racializados en unos cánones culturales, los europeos, que históricamente han optado por obviarlos.

Junto a la rafia y el bordado, en 'Este mar llamado mi espalda' el azulejo aparece como un motivo cargado de revelaciones: «El héroe que salvó a una mujer en Málaga: un joven guineando que llegó en patera», se lee en uno de esos azulejos, recordando la historia de Mansour, un chaval de 19 años que le salvó la vida a una malagueña en plena DANA. Es una de esas historias del Mediterráneo, nuestro puente líquido, tantas veces transitado, tan pocas veces comprendido.

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