Entrevista | Sanz Irles Escritor
«No puede tener una buena muerte quien no ha llevado una vida buena»
Publica 'Morituri' (Sr Scott), novela sobre la vejez, el poder y la dignidad de vivir protagonizada por un veterano exrevolucionario y una organización por la muerte libre

El escritor Sanz Irles / Sr. Scott

En una de las primeras páginas de 'Morituri' cita a Eugen Dorcescu: «El viejo es incompatible con el espacio, con el tiempo; está obligado a quedarse en un sitio al cual ya nada lo vincula excepto la repulsión». ¿Está de acuerdo?
Estoy de acuerdo con la idea de que la vejez es un desplazamiento, un exilio y una indecible soledad íntima. 'Poemas del viejo', de Dorcescu, es un poemario extraordinario que, entre otras cosas, nos recuerda que el tiempo es un criminal invisible. Time is a motherfucker, digo yo. Hay unos versos de Dorcescu que encajan bien con mi novela; son estos: «El viejo ha vivido frenéticamente / ha amado, se ha divertido, ha trabajado / pero, ni siquiera por un momento, / ha abandonado la mesa de niebla y humo / de Thanatos».
Me gustan las páginas en las que el protagonista expone las verdaderas razones de su ímpetu para morir: dice que se trata de un suicidio altruista y un acto de rebeldía casi filosófico. Me recordaba a aquello que decía Camus sobre que sólo hay una cuestión filosófica de verdadera entidad, el suicidio.
Camus no tenía razón en esto. Como buen francés, aquí se marcó una boutade. Hay otras cuestiones filosóficas tanto o más interesantes que el suicidio, que no deja de ser un asunto algo solipsista y juanpalomesco aunque tremendo. En esa escena se caricaturizan con benevolencia algunas de las empanadas mentales que con frecuencia manejamos al hablar de estos grandes asuntos -la vida, la muerte-. Pero las ideas del suicidio de Dios y del suicidio filosófico son interesantes, sin duda, y si me apura, hasta divertidas.
Hay que procurar detectar siempre cuál es el mainstream, la corriente dominante en cada momento, e intentar estar fuera de ella: eso es casi siempre buena señal de salud mental y moral
Por cierto, ¿pensamos más en la muerte digna que en la vida digna?
'Morituri' es una novela muy carnal, digamos, muy terrenal y a veces con tonos de novela picaresca, pero que sin embargo se refiere constantemente a un ámbito moral, ético. Refiriéndonos a la novela, muerte y vida dignas no han de entenderse en lo material (no morir entre dolores, no vivir en la miseria o la injusticia), sino en la esfera ética, es decir, haber vivido decentemente y morir en paz con uno mismo. En este sentido ético, la pregunta es muy pertinente, y mi respuesta es: no puede tener una buena muerte quien no ha llevado una vida buena, dentro de los límites que inevitablemente marca nuestra naturaleza y nuestra titubeante entereza ética. Ojalá todos viviéramos más pendientes de llevar una vida digna, éticamente hablando. Tendríamos mucho ganado a la hora de poder tener una buena muerte.
Me intriga Zeta. ¿Cómo surgió la idea de esa organización?
Necesitaba algo como Zeta para la trama de 'Morituri'; su creación obedece, pues, a una necesidad novelesca. Ahora, qué tipo de organización, cómo funciona, cómo son dentro de ella los mecanismos de poder, eso sale de mis propias experiencia biográficas. He conocido organizaciones así, en las que la racionalidad malconvive (y suele salir perdiendo) con la irracionalidad del fanatismo y la ideología. Se trata de un tema recurrente en mi escritura y mis novelas.

La portada de 'Morituri', diseñada por Sr. Bermúdez / Sr. Scott
Víctor Camarena está bien dibujado, siguiendo la tradición de grandes personajes de la literatura española que son tan, como bien se describe en la contracubierta, «lúcidos y ridículos, sentimentales y feroces». ¿Me equivoco si pienso en una especie de Quijote, tan heroico como derrotado?
Interesante observación. Al ir construyendo el personaje de Camarena no pensé en el Quijote en ningún momento, hasta que, con la novela casi terminada, me di cuenta de que, sin habérmelo propuesto, había hecho una novela, digamos, de dúo. Los dúos literarios son algo muy interesante, y claro, ahí sí me vino a la cabeza la imagen de Camarena-Quijote y de su asistente-Sancho (su camarlengo, como se lo llama a veces). Como novela de dúo se podrían encontrar paralelismos divertidos entre 'Morituri' y cosas como Tintín y el capitán Haddock, Holmes y Watson o Macbeth y Lady Macbeth, que son dúos de complemento, un héroe y su ayudante, digamos, o dúos de amistad, como Tom Sawyer y Huckelberry Finn o dúos de rivalidad complementaria como Settembrini y Naphta en 'La montaña mágica'... Pero volviendo a Camarena, más que en el Quijote yo pensaría en alguien como Max Estrella, ¿no? Hay algo valleinclanesco y un poco (sólo un poco) esperpéntico.
El poder sigue siendo capital aquí, como lo fue en, por ejemplo, 'Leontiel', su anterior novela. ¿Cómo relacionarse dignamente con el poder?
¿Cómo responder a eso sin recurrir a lugares comunes? Creo que es importante tener claro en todo momento de nuestras relaciones con el poder que este siempre tiende al absolutismo. Hay que entender la naturaleza de lo que tenemos delante, y a partir de esa premisa intentar mantener la dignidad ante lo que con frecuencia son sus abusos y sus arbitrariedades. Yo procuro mantenerme lo más alejado que puedo de él, invisibilizarme, ya sabe aquello de «Hijo mío, no te signifiques», pero claro, a veces es de todo punto imposible. En fin, hay que procurar detectar siempre cuál es el mainstream, la corriente dominante en cada momento, e intentar estar fuera de ella: eso es casi siempre buena señal de salud mental y moral.
Si algún memo me acusa de apropiacionismo cultural por usar chilenismos o mexicanismos le responderé: «Tururú»
Entonces también me contaba que su evolución como escritor pasaría «por la consecución de una cada vez mayor densidad literaria, hacia un lenguaje cada vez más literario». Morituri parece un paso firme en este sentido, ¿verdad?
Ojalá que así sea, eso espero. Pero en 'Morituri' ese trabajo de alcanzar un lenguaje «literario» tiene un registro marcadamente distinto al de otras novelas mías. Suelo buscar siempre esos nuevos registros, a veces radicalmente diferentes, como es el caso ahora, para no aburrirme escribiendo. Si me pide que resalte un rasgo estilístico de 'Morituri', podría ser el ritmo y una cierta oralidad. El estilo diferente de 'Morituri' (le recuerdo lo que le dije antes de ciertos ecos picarescos) obedece a eso, pero también a las características del personaje narrador. Creo que esto se entiende cuando se lee la novela. Otro rasgo estilístico de 'Morituri' es la incorporación de voces y expresiones de otras hablas hispanas...
¿Cuál es la intención?
Mi convencimiento de que el español, todo él, nos pertenece a todos sus hablantes, y los mexicanismos o chilenismos o cubanismos o cualesquiera otras variedades de nuestra lengua son tan mías como de ellos, igual que los españolismos son legítimamente tan de cualquier hispanohablante como nuestros, si quieren usarlos. No renuncio a usar como míos tantos y tantos recursos expresivos bellísimos, divertidísimos también, que tiene nuestra lengua, sólo porque hayan nacido o se usen en otras partes: sigue siendo español y, por tanto, patrimonio de todos nosotros. De hecho he decidido incorporar a mi habla y a mi escritura todos los que ismos por ahí y que me gusten. En 'Morituri' aún me he frenado un poco, en el sentido de haber creado personajes mexicanos y chilenos para justificar la presencia de esos modismos, pero voy e dejar de hacerlo: no necesito justificar mi uso de argentinismos o colombianismos o lo que sea; son parte de mi lengua y son, por tanto míos también. Ecumenismo lingüístico: ahí tiene un buen objetivo. Y si algún memo me acusara de apropiación cultural, mi respuesta es: «Tururú».
¿A quién busca un libro como 'Morituri'?
A quienes creen que la literatura, y la novela en concreto, son una puerta de acceso al conocimiento, además de una forma de pasar un rato interesante.
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