Orina: la serendipia y el accidente como forma de vida
El sexteto malagueño, una de las grandes realidades de la escena malagueña, certifica su personalidad intransferible en su primer larga duración, 'Mea culpa' (Desastre sonoro, 2025), que presentan hoy en el Teatro Cánovas (20.00 horas), dentro de la programación del festival Moments

El sexteto malagueño Orina, en una foto promocional / Pablo Chabbey

Hace unos días, a uno de los integrantes de Orina le pararon por la calle y le empezaron a cantar Trípico lunes, uno de los temas de su debut, 'Mea Culpa' (Desorden sonoro, 2025): «Me la cantaron con la letra totalmente cambiada y me dijeron que les flipaba la canción, la letra; yo no los corregí, me encantó. Es una gozada ver cómo las personas hacen suyas las letras y las resignifican. Me sorprende lo viva que está la creatividad colectiva cuando se expresa», nos cuenta. Ese tema, que (casi) comienza con un totémico «El tripi a la lengua / el sol, al hombro / y no me escondo», es uno de los improbables pero verdaderos himnos de un disco que certifica el presente y el futuro de una de las bandas más intransferibles de la escena malagueña. Lo presentarán hoy mismo en el Teatro Cánovas (20.00 horas), dentro de la programación de Moments.
Manuel (voz), Adri y Víctor (guitarras), Kike (batería), Paul (bajo) y BassSeismic (sintetizadores) integran un grupo en el que, lo confiesan, lo accidental y «la serendipia» parece un miembro oficioso. Su historia empezó en La Invisible, donde algunos de ellos se juntaban para jams ruidistas y experimentales; llamaron a Manuel (muchos lo conocerán por su trabajo: es camarero en el bar El Muro, refugio de la parroquia alternativa de la capital) para añadir visuales al proyecto pero una cosa llevó a la otra, le invitaron a ponerse delante del micrófono para improvisar y se quedó como cantante de una banda aún sin nombre. Luego, para su primer repertorio hasta emplearon una singular forma de cut up poético: «En un contenedor de basura encontré la declaración de amor de un hombre a una cajera del Eroski, una tal Begoña, junto a una foto de empleada del mes» [de ahí surgió su canción 'Begoña']; también un cómic de un niño, Parkour sin límites, donde contaba su experiencia saltando [a partir de ahí compusieron 'Parkour']», recuerda Manuel.
Continuo malaguita
Tras un primer epé, en 2020, ahora cincelan su personalidad con 'Mea culpa', un jalón más del continuo de la música malaguita libre, asequible pero personalísima, por el que discurren iconos como Tabletom, 713avo Amor y, más recientemente, La Trinidad y Biznaga: «A todas esas bandas nos une en cierta manera un estilo de vida determinado que es muy de aquí y de la clase a la que pertenecemos, que permea inevitablemente en la manera de sentir y de expresarnos artísticamente. En el caso de Biznaga o La Trinidad, se puede apreciar cómo compartimos influencias musicales, pero también preocupaciones sobre el estado del mundo en que vivimos. Resulta sencillo establecer paralelismos entre 'La Gran Renuncia' (Biznaga), '6,30' (La Trinidad) y 'Moreno Albañil' (Orina). Cuando una generación de músicos malagueños está hablando de lo mismo [la precariedad], es que algo está pasando», conceden.
Nos llamamos Orina porque queremos dignificar algo mal visto pero inevitable
Una banda que se llama Orina y bautiza su debut 'Mea culpa' podría anticipar unas canciones procaces, provocadoras y vacilonas, igual que algunas de sus fotos promocionales (Manuel, de espaldas, fingiendo, esperemos, una micción) invitan a pensar en un heavy-rock urbano para esgrimir litronas; pero el oyente se encuentra con otra cosa, unas meditaciones poéticas escupidas obsesivamente a lo Mark E. Smith (The Fall). ¿Qué pretenden llamándose Orina y titulando el disco Mea culpa? «Orina nos gustaba mucho porque es una palabra correctísima para referirse a algo que a priori puede ser desagradable. Es la palabra que usa el médico cuando te pide una analítica, la palabra que aparecería en el periódico si hubiera una noticia relacionada con alguna micción que se ha ido de las manos. Es una forma verbal de dignificar algo que está mal visto, pero es inevitable y necesario. 'Mea Culpa', aparte del irresistible juego de palabras, viene del sentimiento de penitencia por no cumplir con las exigencias que nos impone nuestro sistema socioeconómico y no ser individuos rentables. Porque la culpa de que no seamos estables, felices y ricos es nuestra, por supuesto», responden.
Detrás del debut está Sixto Martín (La Trinidad) a los botones, como coproductor con la banda. Los siete han conseguido conjugar el sonido fresco y directo de un ensayo con los efectos y vestimentas que proporciona el laboratorio del estudio. «Sixto, aparte de ser un músico excepcional, es amigo de la banda y ha visto nuestra evolución desde el primer momento, por lo que era prácticamente obligatorio que participara en la grabación. Nos ha ayudado a refinar el sonido del disco, a eliminar ornamentos innecesarios, a canalizar los conceptos que queríamos plasmar y con la toma de decisiones estéticas importantes. Ha sido vital para guiar a la voz, a título personal, me dio muchos códigos y métodos para sentirme más liberado en mis limitaciones. Le estamos inmensamente agradecidos por su trabajo y su paciencia. Es un máquina», nos cuenta Manuel.
La banda firma un disco disparatado pero coherente y, sobre todo, vivo, sin estrategia, que respira. Pero hay método en la locura, no crean: «Yo le otorgo mucha importancia a estar vivo, no puedo sentirme capaz de hacer nada si no me siento vivo... Te doy un ejemplo práctico: cada vez que me toca escribir una canción o cuando tengo que grabar las voces, si hemos quedado a las 11, yo estoy desde las ocho de la mañana en un bar bebiendo y escuchando a mi alrededor porque me gusta el ruido y me ayuda a sacarme de mí», revela el cantante. Y se nota en el disco.
Post punk, motorik y El Tijeritas
En 'Mea culpa' hay mucho, y bueno: coros para desgañitarse mientras se bota («Mea culpa, mea culpa / Nada me hace bien / todo me disgusta»), locuras dub porque sí ('Kung Fu Orchestra'), líneas de bajo rotundas, guitarras espaciales, ritmos motorik, letras sobre trabajar en la obra y «batallitas reflexivas, a veces poéticas, nunca exageradas y siempre crudas»; post punk angular y hasta calypso con versos que hablan de «comprar cupones con El Tijeritas»... Ah, son verídicos: «Vivo ciertas situaciones en la barra de El Muro; una de ellas es que José, El Tijeritas, me viene a ver diariamente y a veces para que le ayude finge el llanto. Una vez compré con él un cupón de la Once y se creía que me había tocado, estuvo meses pidiéndome su mitad. Luego volvió a fingir el llanto».
Haber sido la banda de El Tijeritas para un concierto es una de esas experiencias por las que merece la pena todo esto
Por cierto, hace un año, la performer Alessandra García, como timonel del Contenedor Cultural de la UMA, tuvo una abracadabrante iniciativa curatorial: que Orina fuera la banda de acompañamiento del Tijeritas en un recital. Y así fue: «La experiencia fue genial, José, que es nuestro amigo desde hace años, es todo un profesional encima del escenario. Fue impactante ver la cantidad de gente que movilizó, tocamos en el patio del Contenedor Cultural y si mirabas alrededor veías gente asomadas en los balcones de los pisos viendo el concierto, niños que se habían colado al jardín trasero y estaban viéndolo desde ahí. La gente se volcó totalmente con su figura y nosotros nos sentimos muy agradecidos de tener esa experiencia, es de esas cosas que le da sentido a todo esto». Una vez más, la serendipia y el accidente como método para vivir y contarlo.
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