Congreso
Visiones de María Zambrano, en el recuerdo activo
Se inaugura el Congreso Internacional dedicado a la vida y la obra de la pensadora veleña, en esta edición analizando sus vínculos con las escritoras del 27; además, la Fundación dedicada a la filósofa cede un retrato de Soriano y documentos al MUCAC-La Coracha

Un retrato de Soriano y documentos para el MUCAC-La Coracha. / l.o.
José Luis Picón | Efe
Fue la de ayer una jornada con María Zambrano en el recuerdo. Se inauguró, en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento de Málaga, la nueva edición del Congreso Internacional que se dedica a la vida y la obra de la pensadora veleña, este año dedicado a su relación con las mujeres de la Generación del 27.
Más allá de las visiones conocidas de María Zambrano, «como pensadora y alumna predilecta de Ortega, y como republicana de primera hora», hay una Zambrano interior marcada por aspectos como una «religiosidad heterodoxa» o una defensa de la tradición española, según el poeta Antonio Colinas. Colinas, doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, ofreció ayer en el marco del citado congreso la conferencia Para una tercera imagen de María Zambrano.
El ponente ofreció esta visión de la filósofa a partir de la relación personal entre ambos y de la lectura de sus libros, y explicó que el primer momento de descubrimiento de su figura fue al oír su nombre en la tertulia de la revista Ínsula, cuando se hablaba de ella «como uno de los últimos exiliados». El segundo momento se produjo en abril de 1984, cuando ambos se encontraron en Ginebra, donde ella permanecía en el exilio, aunque ya quedaban pocos meses para su regreso a España, según Colinas. Por último, un tercer momento está en los encuentros sucesivos que mantuvieron en Madrid tras su retorno a España.
De la lectura «de sus obras más iniciáticas» y de sus conversaciones «surgió una tercera María Zambrano, la que refleja su vida interior, sus amistades y la evolución de su pensamiento y su sentimiento en su prolongado exilio», de 45 años, ha apuntado el poeta.
Esa Zambrano interior está caracterizada «por una religiosidad heterodoxa, con un cristianismo pasado por otras culturas, sobre todo la grecolatina, y marcada por las vivencias de sus años en Roma» que «no fue un lugar más en su peregrinaje, porque allí pasó los años más felices de su vida».
Según Colinas, la filósofa tuvo «unas raíces muy profundas en su infancia en Segovia», cuando mostró «un interés temprano por la poesía de San Juan de la Cruz», y prueba de ello es que la obra de este fue uno de los tres únicos libros que escogió para llevar al exilio.
Además, gracias a la orientación de su padre «le llegó el conocimiento de autores como Platón, Dante, Azorín, Baroja, Unamuno y, de manera significativa, Giacomo Leopardi».
Hay otros «testimonios más concretos y sorprendentes», como el que señalaba que Zambrano siempre viajaba con el Catecismo de su infancia, los que daban cuenta de sus visitas a templos de Roma o su amistad con sacerdotes durante la etapa en la capital italiana.
Zambrano firmó asimismo un manifiesto en 1964 dirigido al papa Juan XXIII «en defensa de los ritos sagrados en latín, que la Iglesia católica estaba empezando a abandonar», y asistió en París a oficios de la Semana Santa junto a Bergamín.
Colinas resaltó además la «profunda identificación» de Zambrano con la obra de Unamuno, puesto que ambos escribieron sobre «el peligro de la renuncia a la tradición histórica y cultural española». Había por tanto «mucha sintonía entre Zambrano y Unamuno en la idea de España, un nombre del que los dos no se avergüenzan», según Colinas.
Un retrato de Soriano y documentos para el MUCAC-La Coracha
De otro lado, la jornada dedicada a María Zambrano se completaba en el MUCAC La Coracha. El espacio expone desde ayer un óleo del mexicano Juan Soriano, María en llamas, que retrata a Zambrano, además de una selección de documentos epistolares, fotografías, recortes de prensa y dos libros escritos por la filósofa durante su exilio, que se incorporan a la exposición Ayer. Colección 1940-1990.
El cuadro María en llamas (1956) constituye un testimonio de la relación intelectual y artística entre Soriano y Zambrano. En la selección de fondos documentales y bibliográficos destacan una carta dirigida a su hermana Araceli, una fotografía tomada durante su exilio junto a Octavio Paz y un recorte de prensa sobre su conferencia en el Lyceum y Lawn Tennis Club de La Habana.
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