Una vez más, la violencia vuelve a azotar al fútbol base y semiprofesional. El hecho ocurrido en la noche del Domingo de Ramos tras el encuentro entre El Palo y el Alhaurín de la Torre de la Tercera Regional, que terminó con un jugador del equipo visitante en la UCI de Carlos Haya tras ser apuñalado por un seguidor, vuelve a sacar a la luz uno de los mayores problemas que lastra al fútbol local: la violencia en los terrenos de juego.

Es cierto que se ha mejorado mucho en este aspecto en las últimas campañas y se han reducido los altercados por el buen hacer de los clubes, de sus dirigentes y de los propios jugadores y sus familias, pero este tipo de acontecimientos no dejan de existir. Por suerte, en la mayoría de los casos no se llega hasta extremos como el de la noche del domingo, pero cada fin de semana es raro que no ocurra algún tipo de altercado en los más de 700 partidos que se juegan a la semana por toda la geografía de la provincia malagueña.

El objetivo de todos debe ser intentar por todos los medios, con la colaboración de todos los implicados, que no vuelva a ocurrir. Porque Samuel, por suerte, se recupera de las lesiones recibidas, pero estuvo muy cerca de que la agresión hubiera terminado en tragedia.

Otra cosa ya son los típicos enfrentamientos que se dan día tras día dentro de los terrenos de juego que se quedan ahí, y una vez que termina el partido se olvida. Como debe de ser. Aunque muchas veces acaban también en peleas multitudinarias difíciles de evitar.

La pasada campaña, sin ir más lejos, se dio una agresión a un menor del Puerta Blanca en un partido de cadetes. También trascendió a los medios el altercado con un entrenador en un partido de alevines entre el Tiro Pichón y el Lauro.

Aunque uno de los peores episodios de los últimos años fueron los desagradables incidentes ocurridos en diciembre de 2014 en el campo de La Mosca en un partido entre el equipo local y el Churriana de juveniles, que terminó a golpes entre jugadores, técnicos y aficionados. A falta de tres minutos para el final del choque, y con 3-0 en el marcador, se inició una pelea en la que hubo más de una treintena de implicados.

Fue un desenlace inesperado para un partido sin incidencias de mayor trascendencia. Pero acabó con el árbitro encerrado en la caseta y una multitudinaria pelea sobre el césped artificial de la instalación de la barriada malagueña en la que participaron jugadores, técnicos, directivos y aficionados. Las imágenes y el vídeo de todo lo que ocurrió allí dieron la vuelta a España en todas las televisiones y páginas web, para vergüenza del fútbol base malagueño.

La pelea empezó cuando solo quedaban tres minutos para el final del partido. El choque ya estaba sentenciado a favor de los locales, con un claro 3-0. La chispa que «incendió» todo fue un cruce de insultos entre aficionados locales y jugadores del Churriana. Aunque al principio parecía que todo se iba a quedar en un conato de trifulca, el incidente fue a mayores.

Algunos jugadores del Churriana se dirigieron directamente hacia la grada y ahí empezó una multitudinaria y vergonzosa pelea. Los aficionados respondieron saltando al césped y empezaron los golpes a diestro y siniestro entre jugadores, seguidores e incluso miembros de ambos clubes.

Pese a los intentos de algunas personas por separar a los implicados, hubo patadas, puñetazos y más de una treintena de implicados. La Policía Nacional tuvo que personarse para poner calma.

Trabajo de todos es que situaciones como las mencionadas anteriormente o la ocurrida la noche del pasado domingo en El Palo con Samuel Galán no vuelvan a suceder. El fútbol es un deporte muy bonito que no puede verse salpicado por noticias tan lamentables como éstas.