Estados Unidos también tuvo su «gol de Zarra» en el Mundial de 1950. Lo marcó Joe Joe Gaetjens para derrotar a Inglaterra en un partido que figurará siempre en letras de oro en la historia del fútbol de ese país. El delantero fue el héroe de aquella tarde en Belo Horizonte y con su certero cabezazo en el minuto 38 de partido se ganó el billete para ingresar en el Salón de la Fama. Su salida a hombros del estadio fue el preludio de la serie interminable de homenajes y distinciones que recibió antes de su trágica desaparición a manos del régimen totalitario que se apoderó de su país.

Gaetjens sintió desde niño una evidente curiosidad por el fútbol. Comenzó jugando en el equipo del colegio aunque no se había planteado desarrollar una extensa carrera en ese deporte. Aquello era una afición, un simple entretenimiento. La prioridad del joven haitiano era formarse en el mundo de los negocios. No tardó en comprender que a las deprimidas empresas familiares no les aguardaba un futuro muy esperanzador y tomó la decisión de marcharse a estudiar contabilidad a la Universidad de Columbia en Estados Unidos. Entonces se cruzó en su vida un emigrante gallego que sería determinante en su carrera deportiva. Se llamaba Eugenio «Rudy» Díaz y tenía varios negocios que funcionaban de forma notable en la Gran Manzana. Uno de ellos era «Rudy's», un restaurante de cocina española situado en el barrio de Harlem, en el que Joe Gaetjens comenzó a lavar platos. Uno de los mayores tesoros de Díaz era el equipo de fútbol que había puesto en marcha con la ayuda de otros emigrantes: el Brookhattan, que años después cambiaría su nombre para llamarse Brookhattan Galicia. Tras enterarse de que Gaetjens era un apasionado del fútbol, Díaz no paró hasta convencerlo de

que se uniese a las filas de su equipo. La oferta de 25 dólares por cada partido que jugase resultó muy tentadora para el joven haitiano.

Los goles de Joe Gaetjens llevaron al Brookhattan a la final de la Copa de Estados Unidos y sobre todo despertaron la curiosidad de la Federación que en aquel momento, y de la mano del seleccionador William Jeffrey, estaba trabajando en la configuración del equipo que acudiría al Mundial de Brasil de 1950. Con Gaetjens había un pequeño problema: no tenía la nacionalidad. Un inconveniente que se solucionó con enorme facilidad. Bastó con firmar una promesa de que se nacionalizaría a la mayor brevedad. Todo un ejercicio de agilidad burocrática.

El delantero de origen haitiano se embarcó entonces en una aventura extraordinaria en Brasil, que acabó pronto ya que EEUU no fue capaz de superar la primera fase, pero que dejó para la historia el triunfo ante Inglaterra. Los americanos habían perdido frente a España y en el segundo partido se cruzaron con los británicos que aparecían en el torneo como los grandes aspirantes, junto a Uruguay, a desafiar a la tremenda Brasil. Pero en el estadio Independencia de Belo Horizonte sucedió lo inesperado. Estados Unidos defendió con orden su área y aprovecharon una de las escasas llegadas a la meta rival. En el minuto 38 Walter Bahr lanzó un disparo lejano que parecía marcharse desviado. Sin embargo, en el segundo palo apareció Joe Gaetjens para lanzarse en plancha y cambiar la trayectoria del balón ante la sorpresa del meta inglés Bert Williams. Gaetjens se convirtió de inmediato en una celebridad mundial. La derrota fue una tremenda humillación para los ingleses que acababan de perder contra un país sin ninguna tradición futbolística.

El camino de Estados Unidos acabó en el siguiente partido con la derrota ante Chile, pero el haitiano aprovechó la fama ganada en el torneo. Se marchó a jugar a Francia -la promesa de nacionalizarse americano nunca llegó a cumplirla- hasta que en 1954 decidió regresar a Haití para tratar de reflotar algunas de las empresas familiares. Pero en su país el exfutbolista se encontró con un problema considerable. Su familia era un sólido apoyo de Louis Dejote, opositor el dictador Françoise Duvalier. Aunque Joe siempre mantuvo distancia con la política, al final no pudo evitar que se le relacionase con una determinada facción. Su padre y hermano llegaron a ser arrestados después de que Duvalier ganase las elecciones en Haití de 1957 y decidieron marcharse del país antillano. Joe no lo hizo. Trató de proteger los negocios de los Gaetjens y se creía a salvo de todo. Entendía que la fama como exdeportista famoso le protegía de cualquier mal. En 1964 Duvalier hizo oficial su dictadura al nombrarse presidente vitalicio. Solo dos días después unos milicianos arrestan a Joe Gaetjens y lo conducen a una prisión de Puerto Príncipe. Nadie más volvió a verle. Ni vivo ni muerto. Duvalier demostró que el apellido le importaba mucho más que cualquier otra cosa. De ese modo tan triste acabaron los días del "Zarra americano"