Juegos Olímpicos de Invierno

La nieve artificial salva los Juegos de Invierno

Las nevadas han aparecido, al fin, en la cita olímpica que ha tenido que generar el 99% de los copos a través de cañones para que se dispute la competición

Javi Lliso, en una imagen de la modalidad de Big Air de esquí acrobático en los Juegos.

Javi Lliso, en una imagen de la modalidad de Big Air de esquí acrobático en los Juegos. / Reuters

Adrián Foncillas

Desde Zhangjiakou, sede olímpica, llegaba este sábado la noticia: una hermosa nevada caía al fin. Otra ha llegado este domingo a Pekín. En tiempos del calentamiento global es excepcional la aparición del ingrediente principal de unos Juegos Olímpicos de Invierno. La nieve artificial ha resuelto el problema en las últimas décadas pero los expertos alertan de que no será una solución eterna. 

La falta de nieve ya atormentó a los organizadores de Innsbruck en 1964. Los vientos cálidos en las vísperas la habían derretido y soldados austriacos hubieron de cargar hasta las montañas 20.000 metros cúbicos de hielo para salvarlos. La tecnología ha aliviado el trámite. La nieve artificial irrumpió en Lake Placid en 1980 y su relevancia ha crecido sin bridas. Concentró el 80% del total de nieve en Sochi 2014 (Rusia), el 90 % en Pyeongchang 2018 (Corea del Sur) y en Pekín ha alcanzado el 99%. 

Pekín se ha convertido esta semana en la primera ciudad del mundo en organizar Juegos Olímpicos de verano y de invierno. Muchos se extrañaron cuando fue elegida como sede de los segundos: ¿son factibles sin nieve? Los inviernos pequineses son exigentes pero las nevadas no pasan de esporádicas porque la capital padece el clima seco septentrional en contraste con la humedad meridional. Los pequineses cuentan con 120.000 litros de agua anual 'per capita', apenas una veintena parte de la media nacional, y muy por debajo del listón de 1,7 millones litros donde la ONU fija la suficiencia acuífera. Estados Unidos supera los ocho millones. 

Italia como referencia

Pekín hizo cuentas. Necesitaba 1,2 millones de metros cúbicos para cubrir los 800.000 metros cuadrados del área de competición y miró hacia Italia. De ahí importó tras pagar 60 millones de dólares los 300 cañones que desde noviembre han pintado de blanco las áridas montañas de Zhangjiakou y Yanqing, sedes olímpicas. La diferencia entre la nieve artificial y la natural no es intrascendente. La primera permite una elección a la carta, más dura en los saltos alpinos y más suave en los ejercicios de estilo libre. También mediatiza la preparación de los atletas para el acontecimiento de sus vidas porque deberán ajustar sus ejercicios a una superficie más o menos resbaladiza. 

Algunos deportistas han alertado de que su mayor firmeza y velocidad para convertirse en hielo multiplica las lesiones. No hay dudas de que carece del romanticismo de la natural e inquieta al gremio medioambientalista porque exige ingentes cantidades de agua y electricidad. Las críticas han sido respondidas por las autoridades, que han prometido unos Juegos “verdes”, aludiendo a las decenas de miles de árboles plantados para absorber las emisiones y las fuentes de energía renovable, principalmente solar y eólica, implantadas en las sedes. 

El debate del agua

Queda el asunto del agua. Para cubrir de nieve las sedes olímpicas se han necesitado 185 millones de litros, que parecen muchos en una zona de crónica escasez. Pekín ha minimizado el impacto medioambiental y negado que vayan a estrangular sus canales. El grueso, ha aclarado, llegará de la lluvia. La nieve artificial, añade, será reciclada para usos agrícolas y turísticos. Algunos expertos, sin embargo, advierten de que una porción de la nieve emanada por los cañones se evapora antes de cristalizar. Se perdería hasta un 35 % del volumen, según los investigadores suizos Thomas Grunewald y Fabian Wolfsperger, aunque esa agua alimentaría al menos las reservas subterráneas.  

El debate sobre las virtudes y defectos de la nieve artificial para la práctica deportiva o el ecosistema es estéril si se trata de salvar los Juegos de invierno. Serán con ella o no serán. Sólo una de las 21 sedes que los han albergado, la japonesa Sapporo, contarán en 2080 con las temperaturas y precipitaciones suficientes para repetir si sigue el nivel de emisiones de gases invernadero. La solución pasa por cumplir los objetivos del Acuerdo de París de 2015 que firmaron 200 países en 2015. El planeta se juega muchas cosas, y entre ellas, los Juegos Olímpicos de Invierno, porque también la nieve artificial exige unas temperaturas mínimas para evitar su rápida conversión en agua. La única alternativa, llegado el caso, serán centros de esquí cubiertos como el de Dubai, levantado a miles de kilómetros de cumbres heladas.