Ciclismo

Pogacar ya reina en el Tour

El ciclista esloveno logra su primera victoria este año, la séptima de su carrera, y se viste de amarillo en una etapa marcada por la fuga sin éxito de Wout van Aert.

Sergi López-Egea

La gloria máxima del Tour no está al alcance de los que siendo muy buenos no están llamados a llegar un día vestidos de amarillo a los Campos Elíseos de París. Hay un trono superior, al que solo acceden los más grandes, los que son capaces de ganar en más de una ocasión, los llamados Fausto Coppi, Louison Bobet, Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault, Greg Lemond, Miguel InduráinAlberto Contador o Chris Froome.

Son aquellos ciclistas que se convierten en leyenda, capaces de destacar en muchos terrenos y, sobre todo, los que marcan una época en la carrera de las carreras. Y en esta lista minoritaria e ilustre se encuentra Tadej Pogacar, que ya viste de amarillo, que ya ha ganado su primera etapa este año, la séptima en su carrera, y que poco a poco está escribiendo el libro del Tour 2022 a su manera, a su estilo, sin mucha paciencia pero dejando claro a todos sus rivales que primero está él y luego los demás.

La fuga de Van Aert

Puede escaparse Wout van Aert para obsequiar a los espectadores, los que llenan la ruta del Tour que este jueves pasó por la Bélgica valona, y los que se sientan en el sofá para entusiasmarse con este ciclista único en su especie. 135 kilómetros anduvo el fenómeno belga en fuga, 20 de ellos en solitario, para dibujar una estampa de prodigio ciclista: delante, el jersey amarillo y detrás, los demás, todos tirando porque no era plan que lograse una diferencia de aúpa con el Jumbo, su equipo, yendo en carroza por un día.

Pero, ¿quién se acuerda de la épica de un ciclista capturado a poco de la meta aunque vista de amarillo? ¿Quién se acuerda cuando Pogacar entra en acción? Había una cuesta final que le habría encantado a Julian Alaphilippe de haber estado recuperado de su caída, o a Alejandro Valverde con algún año menos y a Mathieu van der Poel si no pareciera en este Tour demasiado cansado por las batallas del Giro. Y como si fuese una piedra lanzada por una honda, cuándo quiso y cómo quiso, Pogacar demarró para arrancar la publicidad que lucen todos sus adversarios en el ‘maillot’, para buscar la línea de meta, incluso dando la sensación de que prefería frenar para disfrutar de la victoria más que buscar algún segundo extra aparte de los 10 que obtuvo por la bonificación del triunfo.

Lo probó y lo intentó Primoz Roglic, para demostrar que estaba recuperado de la caída en los adoquines. Nada que hacer. Solo fue como un soplo que marcó el camino de la inspiración para Pogacar y para que el corredor esloveno esbozara una sonrisa minutos después, con el león publicitario que reciben todos los que visten de amarillo en sus manos, reviviendo viejas sensaciones, en un podio que pisó fugazmente, solo dos días, aunque uno de ellos fue el definitivo, en el Tour de 2020. Y en un cajón al que ya se acostumbró el año pasado, con un dominio total de la carrera desde la primera etapa por los Alpes.

Ahora ha despertado antes. De hecho, Pogacar no se ha dormido en ninguna etapa, ni siquiera en las dos desanimadas jornadas en línea que se vivieron en Dinamarca. Y si se bajó provisionalmente del podio, de la tercera a la cuarta plaza, tras superar los adoquines con matrícula de honor, solo fue porque provisionalmente los fugados del día se instalaron en posiciones de la general con las que no creían ni en el mejor de los sueños. “Es la primera vez que me visto de amarillo en este Tour y estoy super contento. Mi equipo ha estado increíble, me han dejado muy bien colocado, he decidido atacar y he conseguido la victoria. Tengo mucha confianza en mí mismo. Me siento bien y ahora llega en la Planche el primer gran test de montaña”. Muy mal se le tienen que dar las cosas a Pogacar para que este viernes no esté entre los astros del día.