8M: mujeres pioneras en el deporte
Alfonsina Strada y cómo romper las convenciones sociales con un pantalón corto y una bicicleta vieja
La italiana se convirtió en toda una figura mediática a principios del siglo XX, compitiendo contra hombres y siendo la única mujer en participar en el Giro de Italia masculino

Alfonsina Strada, una pionera en el ciclismo femenino. / Giro de Italia
Cristina Moreno
Una bicicleta antigua y desvencijada y los campos de la campiña emiliana forjaron el futuro de Alfonsina Strada, probablemente la ciclista más importante del siglo XX. Nacida en el seno de una familia humilde su destino quedó sellado cuando su padre apareció en casa con ese vehículo de dos ruedas. La había conseguido del médico del pueblo a cambio de unos pollos y algunas chapuzas y debía servir de método de transporte para el día a día, pero para Alfonsina iba a suponer mucho más, el inicio de su leyenda. La única mujer en competir en el Giro de Italia masculino.
Como recoge Ander Izagirre en su libro 'Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey', Alfonsina empezó a madrugar todos los domingos para coger la bicicleta y participar en carreras. A sus padres les decía que iba a misa y la pequeña mentira quedó compensada por los premios que conseguía al ganar a sus competidores: un queso, neumáticos y hasta un cerdo vivo. Difícil de explicar cómo había llegado hasta la humilde casa familiar, el hambre y la necesidad aplazaron las preguntas.
La afición se convirtió en algo más y Alfonsina renunció a la vida que su familia había pensado para ella. De estudiar costura en un taller de Bolonia a viajar a Turín, una ciudad más grande y cosmopolita, para rodar por los velódromos de la ciudad. Allí conocería a Carlo Messori, una persona importante en su historia, que la recomendó para participar en una competición en San Petersburgo. Alfonsina volvió del viaje con una medalla entregada directamente de la mano de los zares.
En busca de seguir su sueño decidió viajar a Milan donde conoció a Luigi Strada, dueño de un taller de bicicletas. Poco después la joven Alfonsina se casaba con Luigi y pasaba de ser Alfonsina Morini a Alfonsina Strada. El regalo de bodas de su esposo fue una bicicleta de carreras y empezó entonces una ruta por los velódoromos de toda europa donde realizaba espectáculos que parecían sacados del circo. Su oportunidad en una carrera de nivel llegó en 1917, cuando la Primera Guerra Mundial asolaba Europa y las inscripciones en Il Giro de Lombardia habían descendido drásticamente por los estragos del conflicto. Ese año 54 ciclistas tomaron la salida, entre ellos la joven Alfonsina, la única mujer en liza. Fue una de los 32 participantes que consiguieron acabar esa edición, cruzando la meta en el último grupo, junto a otros siete ciclistas. Repitió experiencia al año seguiente, en una edición con tan solo 36 ciclistas, cruzando la meta en el puesto 21 de los 22 que consiguieron acabar, a 23 minutos del campeón, Gaetano Belloni.
Alfonsin Strada en el Giro
En 1924 el Giro de Italia y su patrocinador, 'La Gazzetta dello Sport' pasaban por un mal momento económico y después de que algunos equipo decidieran no participar, abrieron inscripciones individuales. En esa lista, con el número 72, estaba Alfonsin Strada, el nombre con el que esta aguerrida ciclista participó en la carrera más importante del país. La enfermedad de su marido Luigi requería recursos y el Giro podía ser un buen método. Algunas versiones sugieren que la inscripción fue parte de una estrategia de la organización para conseguir notoriedad mientras que otras aseguran que el Giro no supo de su participación hasta un día antes de la salida. Izagirre recoge en su libro que la propia Alfonsina convenció al director pese a las dudas de otros directivos y de los propios ciclistas.

Portada de la Gazzetta dello Sport de 1924. / Gazzetta dello Sport
La carrera empezó bien para Alfonsina que se convirtió en una de las grandes atracciones de la ronda italiana. Con su pelo corto y su forma de vestir, igual que los hombres, con pantalones por las rodillas, alejada de las convenciones sociales de la época, cautivó, para bien o para mal, toda la atención. Planteó también algunos problemas logísticos pero a Alfonsina no le importó esperar a que todos acabaran para utilizar las duchas, o que cada día un masajista diferente se encargara de su cuidado, por aquello del qué dirán. Tampoco tener que cenar a medianoche, cuando el resto dormía ya.
Pese a la dureza del recorrido y la situación, Alfonsina conseguía llegar siempre dentro del tiempo, aunque fuera agotada, llena de rasguños y del polvo del camino, hasta la octava etapa (de 12), entre L’Aquila y Perugia. En medio de un aguacero y un terreno complicado sufrió varias caídas que retrasaron su progresión. Cruzó la meta con un palo de escoba como manillar que le habían prestado unos campesinos, totalmente abatida y tuvo que ser ayudada para bajar de la bici. Los presentes le ofrecieron una silla y un vaso de agua para que pudiera sobreponerse del enorme esuferzo. Poco después la organización le comunicó que estaba descalificada al llegar fuera de tiempo. "Me divertí mucho. Si pudiera, volvería a hacer todo lo que he hecho. ¿Y has visto que hasta una mujer puede montar en bicicleta?", le dijo al por entonces director del diario italiano, Emilio Colombo, encargado de darle la noticia.
Tesón y reconocimiento
Existen diferentes versiones de lo que ocurrió entonces. Algunos apuntan que un patrocinador se interesó por la historia y le ofreció continuar, aunque sin contar ya para la clasificación y sin derecho a las dietas. La página web oficial del Giro asegura que fue el propio Colombo el que pagó de su bolsillo el resto de la ronda italiana de la deportista. Además, según explica Izagirre, le dio un sobre con 500 liras, una pequeña fortuna para la época, que los aficionados habían donado para ella. En la época era habitual que los seguidores hicieran regalos a sus ídolos y Alfonsina lo aceptó y envió una parte al hospital psiquiátrico donde estaba ingresado su marido Luigi.
Tomó la salida al día siguiente para una etapa que finalizaba en Bolonia, su ciudad, donde fue recibida por sus vecinos, pese a llegar con más de tres horas de diferencia con el ganador, con vitores y fue tratada como una auténtica estrella. Tres etapas después, cruzó la meta en Milan penúltima, siendo aclamada por los aficionados. Había conseguido completar los 3.613 kilómetros del recorrido y ser una de los 33 supervivientes de los 90 que tomaron la salida. Atrás quedaban los insultos, los ninguneos de sus compañeros cuando la adelantaban, los desplantes de algunos medios que habían cuestionado su participación. Todos acabaron reconocieron su gesta.
Al año siguiente, con la dictadura de Benito Mussolini dando sus primeros pasos, Alfonsina estaba dispuesta a volver a competir pero el Giro de Italia evitó su presencia. Había prohibido de forma oficial la participación de las mujeres, una normativa que se ha mantenido hasta la actualidad. En 1988 se inauguró el Giro femenino.
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