EL ANÁLISIS
Olmo paga el peaje del partido maldito

Dani Olmo se lamenta antes de ser sustituido. / / Jordi Cotrina

Siete de los once jugadores que iban a disputar el partido maldito con Osasuna se mantuvieron en la segunda alineación de un partido también teñido de luto por el minuto de silencio que se dispensó por el fallecimiento del padre de Iñaki Peña.
Aquel era un once condicionado por la visita al Benfica en la Champions; el de anoche estaba mediatizado por los partidos de selecciones que impidieron a Flick elegir libremente su once titular. Cubarsí y Casadó están lesionados, aunque el primero estaba en el banquillo por si se le necesitaba –Araujo quiso estar con el grupo, reforzando una hipotética emergencia–, Raphinha había jugado el martes con Brasil y Martín no tenía que dar un respiro a Balde esta vez. Iñigo, De Jong y Pedri fueron los nuevos.

Ferran y Balde, goleador y asistente en el 1 0, celebran el tanto. / / Jordi Cotrina
Suplentes titularísimos
En los dos partidos, Flick pensó en juntar a Ferran y Olmo, suplentes en minutaje pero cuyo valor, en coste y rendimiento, es de titularísimos. Lo corroboraron otra vez. Ferran había cerrado la última jornada con un doblete en el campo del Atlético que certificó la remontada para que el Barça fuera líder y sentó a las bases para aventajarlo respecto al Madrid.
Abrió el marcador Ferran, que rato a rato y gol a gol se ha situado entre los 15 mejores realizadores de la Liga, y lo remató Olmo con el doble penalti que lanzó, repetido y acertado en segunda instancia. El penalti que le condenó a despedirse hasta no se sabe cuándo.
Su problema no es Lewandowski, la competencia de Ferran y a quien sustituyó, en el cambio a la inversa. Jugó un rato Olmo porque su problema es la fragilidad de sus músculos, más allá de que se haya perdido cinco perdidos por los líos del Barça con su inscripción.

Ferran se adelanta a Herrando para marcar el primer gol. / / Jordi Cotrina
El penalti que le redimió cavó su desgracia. Siete minutos después de una celebración reprimida, entre el fallo que pudo corregir y el incipiente dolor que debía sentir, se sentó en el suelo. La señal inequívoca de la lesión muscular, como parecen haber convenido los futbolistas modernos.
Salió el doctor Ricard Pruna -ausente el funesto día del fallecimiento de su colega Carles Miñarro– al campo y salió Fermín López a calentar mientras a Flick se le llevaban los demonios. Otro centrocampista lesionado que se unía a Marc Bernal y Marc Casadó, que apareció en el campo con una férula en la rodilla derecha como recuerdo del Atlético-Barça.
Flick se asustó y retiró en el descanso a Frenkie de Jong, el capitán ya redimido, para eludir el peligro que acechaba de otro percance en otro mediocentro en otro internacional. El brazalete lo heredó Pedri (luego acabó en Gavi, el cuarto pivote en la medular), que siempre ha sido querido. Nunca falla.
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