La interrupción de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores reaviva las especulaciones sobre un "Grexit", la salida del país del euro, una situación cuyos riesgos nadie puede predecir con certeza, pues no tiene precedentes.

Desde agosto del año pasado en que Grecia, todavía bajo Gobierno conservador, obtuvo un tramo del rescate, el Estado ha estado financiándose por sus propios medios, todo ello sin poder recurrir a los mercados, lo que ha llevado a una solución de asfixia extrema.

La incertidumbre política contribuyó a la salida masiva de depósitos a partir de noviembre de 2014 y hasta finales de abril habían salido de los bancos griegos 35.000 millones de euros.

Todo ello en una situación en la que los bancos tan solo acceden a nueva liquidez a través del mecanismo de asistencia (ELA) del Banco Central Europeo (BCE), y el Estado, a su vez tan solo sustituyendo viejas Letras del Tesoro, sin poder elevar el techo de 15.000 millones de euros.

En caso de que no haya acuerdo hasta el 30 de junio, cuando expira la prórroga, Grecia no podrá pagar los vencimientos del Fondo Monetario Internacional por un total de 1.600 millones de euros, como tampoco los 6.700 millones que debe devolver al BCE en julio y agosto.

En caso de darse un impago y no alcanzarse un acuerdo, automáticamente se restringe el poco acceso a liquidez que tiene actualmente Grecia.

En primer lugar, si los bancos dejan de tener liquidez suficiente, el BCE dejará de facilitarles el acceso al ELA.

Esto a su vez conllevará la imposición de control de capitales para evitar aún mayores sangrías en los depósitos, lo que, según los analistas, podría incluso llevar a la imposición de un corralito.

En este caso el Gobierno podría estar obligado a emitir pagarés para poder pagar a los funcionarios y a los pensionistas y, a medio plazo, si no se alcanza un acuerdo, introducir una nueva moneda fuertemente devaluada respecto al euro.

Este escenario podría convertirse en una oportunidad para que Grecia pueda salir de la crisis, según algunos analistas, y en un grave peligro, según otros.

En un comentario en el diario británico "Financial Times" el editorialista Wolfgang Münchau explica que la introducción de una nueva moneda podría ser caótica al comienzo, pero que tras un año de pérdidas el crecimiento sería rápido.

Otros analistas destacan el riesgo de que la introducción de una moneda nacional desencadenaría un círculo vicioso de inflación galopante, mercado negro y pobreza generalizada.

A nivel institucional tampoco está claro lo que podría pasar en caso de ruptura de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores.

Los tratados europeos prevén para todos los miembros de la Unión Europea su progresiva adhesión a la moneda única, pero no el abandono de esta, por lo que los expertos solo ven posible una salida del euro si va acompañada de una marcha de la UE.

"Los tratados no prevén tampoco nada en caso de un impago al BCE, pues el banco emisor no tiene mandato para obligar a ningún país a pagar", explica a Efe el profesor de Integración Europea de la Universidad de Egeo, Panos Grigoríu.

Grigoríu precisa que quizás "la Comisión Europea en este caso podría presentar un recurso contra Grecia ante el Tribunal Europeo", pero la demanda "se prolongaría al menos dos años".

Por otro lado, no pueden evaluarse las consecuencias de una ruptura entre Grecia y sus acreedores sobre la economía europea e internacional.

Algunos analistas consideran que una suspensión de pagos griega podría provocar una reacción en cadena con ataques especulativos a los bonos de Estado portugueses, españoles e italianos, con el probable resultado de una crisis grave de la economía europea, quizás el fin de la moneda común.

Otros están convencidos de que un impago tendría como único impacto la pérdida de la devolución de los préstamos concedidos a Grecia, lo que para la economía europea no constituiría una amenaza mayor.

Al contrario, explican, una salida de Grecia de la eurozona pondría fin a la incertidumbre y fortalecería el euro.