Hay un acuerdo tácito sobre el carácter decisivo de la innovación empresarial y el desarrollo tecnológico que la impulsa, cada vez más complejo y voluminoso. Estamos ante un desafío colectivo, ante una actividad que es crucial para el futuro económico y social de nuestra provincia.

En este panorama, envuelto en los albores de la cuarta revolución industrial, se presentan dos polos entre los que es necesario tender puentes sólidos: el sector productivo y los avances tecnológicos; la empresa y el conocimiento.

Se configura así una línea estratégica en la que Málaga hace ya años que trabaja para consolidarse como uno de los polos de referencia en innovación y nuevas tecnologías, como parte de un plan calculado de diversificación de su tejido productivo, que además busca trascendencia internacional, que sea conocida por este empeño, además de por ser un maravilloso foco de atracción turística.

Pero antes de lanzarnos a ciegas a cantar las oportunidades de la industria 4.0 hay que hacer un examen interno, una pequeña foto fija para saber dónde nos encontramos. Porque los sectores clave de la economía andaluza y sobre todo malagueña, siguen siendo los mismos que antes de la crisis: los servicios (turismo y comercio) y la construcción.

Los expertos coinciden en que estamos viviendo una fase expansiva, de reactivación económica y, sin embargo, el hecho es que nuestro modelo productivo está cambiando lentamente. La buena noticia, no obstante, es que efectivamente el cambio ed modelo avanza y para ello se están afrontando iniciativas determinantes desde el mundo empresarial y desde las administraciones. Sin embargo, todavía hemos de volver a los mismos retos del pasado: baja productividad en el trabajo, baja la inversión en I+D+i, un sistema formativo deficiente, baja cualificación de los trabajadores, reducido tamaño de las empresas y, aunque ha mejorado mucho, escasa internacionalización.

Y aquí es dónde aparece el carácter disruptivo de la innovación y el desarrollo tecnológico, una marea de inversión e ingenio por la que Málaga ha apostado claramente, con realidades tan sólidas como el Parque Tecnológico de Andalucía, en el que ya trabajan cerca de 19.000 personas en 635 empresas. Enclaves pujantes como el Polo de Contenidos Digitales de Tabacalera y diversos clúster empresariales, incubadoras y aceleradoras de empresas, la smart city o el impulso a la tecnología Blockchain. Y citas anuales con alcance internacional como el Foro Transfiere o el Greencities.

Es evidente que Málaga está en la carrera por no quedarse atrás en la llamada cuarta revolución industrial, por acercarse al imparable fenómeno de la digitalización aplicado a la industria en todos los sectores.

Más tarde, mucho más tarde, no sé si lo llegaremos a ver, los avances tecnológicos superarán al hombre, la inteligencia artificial será la dominante en cuarenta o cincuenta años. El vuelco tecnológico que constatamos ahora abre un debate de conclusiones inciertas sobre la economía y el propio futuro del ser humano. Pero eso aún queda lejos. Hoy sabemos que ya hemos entrado en la cuarta revolución industrial y Málaga está ahí. La segunda edición de Marca Málaga es el exponente, el reflejo, de cómo se están haciendo las cosas en la provincia, de la velocidad a la que vuela la innovación, del gran número de iniciativas, empresas, administraciones y talento implicados en este proyecto común.