Saludo este segundo número de la revista económica 'Marca Málaga', pues nos ayuda a repensar y a buscar nuevas perspectivas sobre los elementos definitorios de la marca Málaga, además de ser una gran ocasión para dar a conocer una vez más esta importante línea de acción de gobierno.

Cuando una ciudad produce una marca con el nombre de la misma ciudad es porque ha sabido añadir a las condiciones naturales de partida -en nuestro caso estar en el mar Mediterráneo, disfrutar de buen clima y de una maravillosa luz, tener hermosos paisajes y un marco natural incomparable-, otra serie de valores o aspectos positivos: crear espacios peatonales acogedores en la ciudad, rehabilitar el patrimonio histórico, crear más y mejores zonas verdes, promover equipamientos museísticos de prestigio y buenas bibliotecas, impulsar un buen transporte público, y hasta agua de calidad. Si a ello añadimos políticas innovadoras, calidad en la prestación de los propios servicios públicos y proyección nacional e internacional de la ciudad, estaremos cerrando el círculo virtuoso de la marca Málaga como un valor de calidad indiscutible.

Desde luego tengo claro que la marca Málaga es mucho más que una visión comercial de un espacio o un territorio envidiado por muchos para vivir y trabajar, o simplemente para descansar. Debe ser, y así aspiramos a que sea, una tierra de oportunidades para sus habitantes, para sus residentes. Una sociedad madura que debe aprender a construir entre todos una ciudad mejor, más concienciada, más educada, mejor preparada, más solidaria y con la ambición de llegar a las máximas cotas de calidad en todos los aspectos, facilitando las condiciones para que las capacidades y cualidades de la ciudadanía lleguen a buen puerto y germinen en beneficio de la colectividad.

Las ciudades españolas tienen más difícil tener marcas consolidadas y competitivas a nivel internacional, porque todos los municipios españoles tienen menos presupuesto por habitante que el resto de los municipios europeos. Las comunidades autónomas han retenido competencias, que con sus correspondientes presupuestos, deberían haber pasado al ámbito local una vez recibidas del gobierno central. Se trataba de haber aplicado el principio, tan habitual, en la Europa democrática de subsidiariedad. Por ello en España hay que poner mucha creatividad y mucho esfuerzo para crear y prestigiar una marca de ciudad.

Nuestra ambición es máxima y nuestro empeño es constante, porque merece la pena trabajar por Málaga. Pero sin duda que Málaga debe avanzar por el camino de la sostenibilidad ambiental, económica y social, cuidando y mejorando su capital humano, impulsando la cohesión social, la integración cultural, y educando para la paz.

La buena gobernanza, a la que en definitiva aspiramos todos, supone una gran innovación en la gestión diaria de las ciudades y debe estar presente en la tarea diaria y en la estrategia a medio y largo plazo. Es, insisto, una ambiciónpermanente que debe retroalimentar nuestro trabajo diario, por eso en un intento más de actualizar los compromisos con la ciudadanía hemos incorporado en nuestra estrategia de ciudad las principales prioridades que la comunidad internacional ha designado como Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Así mismo, en esta nueva etapa de crecimiento maduro tendrá un papel decisivo el recién presentado Plan de Innovación del Ayuntamiento de Málaga 2018-2022 que aplicará una renovada visión que servirá para definir las líneas estratégicas claves para la mejora de la sostenibilidad ambiental, económica y de la calidad de vida de los ciudadanos. Un paso más en el camino de las ciudades inteligentes que deben saber que no lo serían sin sus ciudadanos, por eso siempre es oportuno hablar de ciudadanos inteligentes para ciudades inteligentes.

Con el compromiso con los ODS y con el Plan de Innovación, la marca Málaga avanzará en prestigio y en su imagen de ciudad completa y de calidad.