E l objetivo está marcado: alcanzar un acuerdo para el plan de recuperación conjunto antes del parón veraniego. Sin embargo, en la primera cumbre de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, realizada por videoconferencia, se puso de manifiesto que todavía quedan muchas diferencias por salvar. El plan presentado por la Comisión Europea -que por su envergadura no tiene parangón en la historia comunitaria- plantea destinar cerca de dos billones de euros al reflote de la economía, a través de un fondo de recuperación con 750.000 millones de euros financiado con la emisión de deuda común y un presupuesto comunitario de 1,1 billones para el periodo 2021-2027.

Acuerdos y desacuerdos

Tanto el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, como la de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, consideraron que, pese a las diferencias, el primer encuentro fue útil para constatar que hay voluntad de dar una respuesta conjunta ante una situación sin precedentes. “Los líderes acordaron unánimemente que la gravedad de la crisis justifica una respuesta común ambiciosa que combine solidaridad, inversiones y reformas”, dijo Von der Leyen. También hay consenso en que la Comisión utilice el presupuesto comunitario para emitir deuda en los mercados para financiar el fondo de recuperación. Pero ahí terminan los puntos de encuentro y comienza la larga lista de divergencias: sobre el tamaño global del fondo de recuperación, sobre la proporción de subvenciones y préstamos (ahora fijada en 500.000 millones y 250.000 millones, respectivamente), sobre los criterios para distribuir el dinero o las condiciones para recibirlos, o sobre el volumen del presupuesto plurianual y la permanencia de los descuentos que tienen algunos Estados en su contribución al mismo por pagar mucho más de lo que reciben.

Para salvar distancias, Michel quiere “acelerar” las negociaciones, con la presentación de “propuestas concretas” hasta la cumbre presencial que se celebrará el 17 de julio en Bruselas. El acuerdo requiere la unanimidad de los Veintisiete y, después, el visto bueno de la Eurocámara y la ratificación de algunos parlamentos nacionales para que el dinero empiece a llegar a las arcas de los países en 2021. Principales obstáculos El primer ministro austríaco, Sebastian Kurz, ha insistido en que el bloque formado por Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca no quiere un sistema basado en subvenciones, sino en créditos con un claro calendario de devolución.

Estos países abogan además porque el desembolso de las ayudas esté ligado a que los beneficiaros acometan reformas estructurales y quieren un presupuesto comunitario de mínimos, que además mantenga sus descuentos. Estos reembolsos podrían convertirse en uno de los elementos clave para lograr el visto bueno de estos países, según varias fuentes diplomáticas Por otro lado, varios Estados, entre ellos los del grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia) critican el criterio escogido para distribuir el dinero entre países, que se basa en el nivel de paro entre 2015 y 2019, y piden que se vincule más estrechamente al periodo de la pandemia. La distribución actual deja a España como segunda beneficiaria con 140.446 millones en ayudas, por detrás de Italia. España, Francia, Italia y Alemania están, en líneas generales, satisfechos con el plan, que también respaldan Portugal, Luxemburgo y Bélgica.

Por su parte, el presidente español, Pedro Sánchez, incidió en el encuentro a distancia con sus homólogos europeos en la necesidad de lograr un acuerdo rápido. “Cuanto más tiempo perdamos, más profunda será la recesión”, afirmó. Sánchez respalda la propuesta de la Comisión que, a su juicio, presenta además una oportunidad para transformar las economías europeas, acelerando su digitalización y reforzando la llamada “green economy” (economía verde).