La recuperación de la economía en España está siendo incompleta y lenta. Los continuos ataques asestados por la COVID-19 impregnan el presente, así como el futuro cercano, de incertidumbre. Desde luego, la salud financiera española no es envidiable, y con la caída del turismo y aumento de los rebrotes, nuestra economía corre el riesgo de quedarse muy rezagada.

El Banco de España considera que en lo que queda de 2020 no vamos a regresar a los niveles previos a la pandemia. ¿La esperanza? Que los fondos europeos favorezcan la remontada que necesita el país con inversiones, mejor que con gasto corriente. Mientras tanto, debemos fijarnos en los parámetros fundamentales para conocer el estado financiero de España.

Indicadores de crecimiento económico

Debemos prestar atención, en primera instancia, al Producto Interior Bruto. Recordemos que el PIB es la suma de los servicios y bienes producidos en nuestro país; no solo de los españoles, sino también de los extranjeros. Este parámetro es el que determina, por ejemplo, si un país se encuentra en recesión técnica. España vivió esta situación entre abril y junio de 2020, cuando su PIB retrocedió un 17,8 % según el Instituto Nacional de Estadística. De hecho, esta fue la mayor caída trimestral desde que se manejan estadísticas (1970).

Por desgracia la situación se agravó: tan solo un mes después el INE auguró un retroceso de siete décimas más en el segundo semestre... Y no parece que vayamos a levantar cabeza a corto plazo. Lo ratifica el Banco de España con sus fatídicas previsiones, que empeoran a las estimadas por el Gobierno. Si el ejecutivo prevé una contracción del 9,2 % este 2020, el organismo estatal calcula que la caída del PIB oscilará este año entre el 10,5 y el 12,6 %. Todo pese a que en su informe se prevea un repunte en el tercer trimestre del año.

Indicadores de precios

El Índice de Precios al Consumo refleja la evolución de los precios de los bienes y servicios que consume un español medio a lo largo del año. En esta serie de productos entran la alimentación, las prendas de vestir, el alquiler de vivienda, las bebidas alcohólicas y el tabaco, el transporte, las comunicaciones, la enseñanza, las medicinas, el menaje doméstico o el gasto en ocio y cultura. El IPC general se determina en base a estos grupos, que, a su vez, se diseccionan en tres niveles: local, regional y nacional.

Este índice se calcula estudiando las fluctuaciones de precio de lo que se establece como una cesta de la compra familiar representativa. Así pues, ¿qué ocurre cuando este índice aumenta? Muy sencillo: que se produce inflación. Si la del país en cuestión es superior a las de otros estados del continente, sus productos resultarán menos competitivos y, por tanto, las exportaciones caen. Y, al ingresar menos dinero por exportaciones, tampoco se contará con liquidez para comprar más.

¿Cuál es la situación actual en este sentido, para seguir determinando la salud financiera española actual? En los últimos tiempos hemos asistido a una subida de precios de la electricidad, en contraposición a la bajada que experimentaron en 2019. Asimismo, los precios de los paquetes turísticos han disminuido menos que en el pasado ejercicio. Eso sí, también ha habido caídas con respecto a septiembre de 2019, como ocurre en el caso de los carburantes. Y parecen haber sido más y en cuestiones de mayor peso.

Por eso la inflación anual estimada del IPC en septiembre del año en el que nos encontramos es del -0,4%, según el Instituto Nacional de Estadística. Esto supone, no obstante, un incremento con respecto al interanual estimado para agosto, que era del -0,5%.

Indicadores de empleo

La denominada ley de Okun asegura que, para que una tasa de desempleo sea estable, es necesario que un país crezca a una tasa anual del 3 %. Aseguraba también el famoso economista que, por cada 2 % de Producto Nacional Bruto adicional de aumento, el desempleo cae un 1 %, y viceversa. Vemos, entonces, cómo este parámetro es crucial para conocer la salud financiera de un país, y, según estas cifras, podemos vaticinar la situación no muy halagüeña del nuestro.

Hay que recordar que nuestro caso no se circunscribe al momento actual, sino que llevamos años en caída. Especialmente, en lo que se refiere a los menores de 25 años; basta una comparación con otros países de la Unión Europea para hacerse una idea de la gravedad. La Comisión Europea publicaba a inicios de septiembre la tasa de desempleo de los jóvenes comunitarios a través del Eurostat. Pues bien, España encabeza la tasa continental de desempleo juvenil con nada menos que un 41,7 %, siendo la media de un 17 %. La cifra española ha aumentado en nueve puntos con respecto al mismo periodo de 2019.

Teniendo en cuenta los parámetros que acabamos de describir, pero siendo a la vez conscientes de la excepcionalidad en la que vivimos, resulta sencillo hacer un análisis. Y, a juzgar por lo que vemos, la salud financiera española necesita más cuidados.