Cosas de la vida. Una simple botella de agua que un excursionista abandona junto al borde de un río y que es arrastrada mar adentro cuando una gota fría se precipita sobre tierra firme o que alguien la lanza al agua desde la playa, por poner dos ejemplos, puede acabar un tiempo después formando parte de la tela de una cazadora o de una mochila. Este es el camino que han emprendido decenas de toneladas de plásticos cada año a través de 'Upcycling the Oceans', una iniciativa con cinco años de trayectoria que implica a 550 barcos pesqueros de toda España y a varias empresas que contribuyen a limpiar los mares y, de paso, a potenciar una industria sostenible.

Esta singladura se inició en realidad hace aproximadamente una década, cuando el empresario Javier Goyeneche constituyó la empresa Ecoalf, una firma textil que nació con el santo y seña de la sostenibilidad, tal como cuenta Irene Díaz, directora de la fundación del mismo nombre que la compañía puso en marcha para desarrollar sus proyectos más solidarios. Ecoalf, presente ya en quince países y con una facturación estimada de 18 millones en 2019, está especializada en producir artículos de alta calidad y diseño con tejidos surgidos del reciclaje de otras materias, como redes de pesca, neumáticos, plásticos o café. Entre otros desafíos, la firma ha conseguido elaborar suelas de zapato con neumáticos y crear poliéster a base de botellas de plástico tratadas con un proceso químico.

Pescadores

Ecoalf se puso en marcha con el reciclaje de plásticos recogidos en tierra. En 2015, conforme crece la sensibilidad hacia el destrozo que los humanos están provocando en los mares, tantea la opción de echar una mano en la costa y nace 'Upcycling the Oceans'. El propósito es que los pescadores no devuelvan a las aguas los residuos que sacan a diario en sus redes junto a las capturas. Es lo que hacían en muchos casos ante la ausencia de contenedores específicos para depositar la basura, tal como cuenta Luis García, secretario de la Comisión Interfederativa de Cofradías de Pescadores de la Comunitat Valenciana (Coincopesca), que fue por donde se inició el proyecto a través de 9 puertos.

El año pasado esa cifra se había elevado a 40 de todo el litoral mediterráneo español, la Andalucía atlántica y Galicia. Son 550 barcos y 2.600 pescadores que colaboran en esta iniciativa que ha permitido la extracción de 600 toneladas de basura (152 en 2019). "Cada vez hay más residuos en las redes por la presión urbanística en la costa", afirma García, quien añade que "no es lo mismo un chalet que una torre de quince plantas". Y todo ello tiene consecuencias muy serias: "Se pierde calidad en el agua, hay menos plancton y los seres que viven allí comen más residuos convertidos muchas veces en partículas casi microscópicas. Es perjudicial para el consumidor, claro, pero también provoca que los animales se desplacen a otras zonas y se pierdan caladeros. Es necesario limpiar el mar", concluye.

Y entonces, ya en 2016, entró en escena Ecoembes, una organización sin ánimo de lucro constituida en 1997 por empresas como Idilia Foods, Danone, Calvo o Unilever, en su mayoría agroalimentarias obligadas por ley a pagar por el reciclado de cada envase que sacan al mercado. Con ese dinero, Ecoembes, que en 2019 facturó 642 millones, invierte en los contenedores amarillo (plástico) y azul (papel) que hay en todos los ayuntamientos y, gracias a la mayoría de sus 130 trabajadores, "se asegura de que el contenido va a las plantas de reciclaje y de que el proceso se realiza correctamente", según explica su directiva Carolina Martín.

En 'Upcycling the Oceans', Ecoembes suministra los contenedores, unos en los barcos y otros en los puertos, donde los pescadores depositan de forma gratuita la basura que sacan del mar. Los costes del proyecto corren a cargo al 50 % de esta organización y de Ecoalf, según Martín. Irene Díaz prosigue el relato de este proceso que implica a otras compañías privadas, porque los residuos van primero a una planta de separación de materiales. Después, las botellas de plástico van a una planta de reciclado y se transforman primero en escamas y después en granza ('pellet'). Esta última pasa a una planta de hilado que fabrica un hilo de poliester que se puede utilizar para productos como maletas, zapatillas o chaquetas. En esa última vuelta de la esquina está la empresa Ecoalf, que ya estaba en la casilla de salida, a través de su fundación.

Sobrecostes

Una de las funciones de esta última es enjugar los sobrecostes que ocasiona el proceso con plásticos procedentes del mar, cuyo tratamiento es más oneroso que el de aquellos que se recogen en tierra. Esta entidad tiene más socios que Ecoalf y se propone hacer una labor de "sensibilización sobre la necesidad de la sostenibilidad del medio marino". Díaz recuerda que el plástico PET (botellas) que reciclan solo supone el 10 % de los residuos y que están en conversaciones con otras empresas, por ejemplo del mueble, para que utilicen otro tipo de basura plástica. La rueda no cesa de moverse.