Crisis del coronavirus

Alemania abre el debate sobre cómo pagará la deuda contraída en la pandemia

Plantea reformar los límites constitucionales al déficit y la venta de sus acciones en empresas cotizadas

La canciller alemana, Angela Merkel

La canciller alemana, Angela Merkel / EFE

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Alemania se plantea ya cómo pagará las deudas contraídas por la pandemia y, descartadas las subidas de impuestos en año electoral, el debate gira en torno a la reforma de los límites constitucionales al déficit y la venta de sus acciones en empresas cotizadas.

El Gobierno alemán ha puesto en marcha uno de los programas más generosos a nivel internacional para minimizar los efectos de la crisis. Ha dedicado más de 103.000 millones de euros a empresas, autónomos y empleados, según el Ministerio de Economía. A esto hay que añadir los miles de millones de las nacionalizaciones parciales de grandes empresas (como Lufthansa y TUI), los prestamos en condiciones especiales, los bonos por hijo a las familias y la reducción del IVA.

Este colchón para evitar un aterrizaje aún más doloroso (el producto interior bruto -PIB- cayó un 5% el año pasado) ha dado al traste con el mantra de la estabilidad presupuestaria. 2020 y 2021 son los dos años con mayor déficit en décadas: 217.800 (4,8% del PIB, según la Oficina Federal de Estadística, Destatis) y 179.800 millones de euros, respectivamente.

El Bundestag (cámara baja) ha suspendido el 'freno de la deuda' para estos dos ejercicios, el artículo de la Constitución que obliga a atenerse al 'déficit cero' salvo emergencias como la actual. Pero la deuda pública, que Alemania había reducido hasta el 60% del PIB (desde el 82,4% de 2010, según el Bundesbank), se va a disparar hasta el 73%, estima el Instituto de la Economía Alemania (IW).

En una situación financiera similar, hace unos años, la respuesta de Berlín hubiese sido predecible: austeridad. Pero ahora nadie en el Gobierno alemán apoya esta vía, bien sea por las características diferenciales de la pandemia, porque duele más en carne propia o porque Alemania está en año electoral. "Sería un error económico adoptar ahora la austeridad y recortar las inversiones", aseguró esta semana en la emisora "Deutschlandfunk" el ministro de Finanzas, Olaf Scholz.

La situación es compleja por las incertidumbres del coronavirus (duración, variantes, olas, efectos económicos,...), pero también por el año electoral alemán, con comicios en seis de los 16 "Länder" y las generales del 26 de septiembre, las primeras desde 2005 a las que no se presenta la canciller, Angela Merkel.

Dos propuestas

En este incierto contexto en los ámbitos sanitario, económico y político están surgiendo propuestas para afrontar el desequilibrio presupuestario. Curiosamente, las dos con mayor resonancia han partido de ministros conservadores próximos a Merkel y al nuevo presidente de su Unión Cristianodemócrata (CDU), Armin Laschet.

El ministro en Cancillería, Helge Braun, abogó en el diario 'Handelsblatt' por modificar el 'freno de la deuda' para permitir que, tras los años en los que se suspende por una emergencia, el déficit público no deba reducirse de golpe, sino paulatinamente dentro de un "corredor degresivo confiable".

La propuesta, que estandarizaría un procedimiento similar al trazado en el semestre europeo tras la crisis de la deuda, ha sido bien recibido por los partidos de izquierdas (aunque algunos prefieran las subidas de impuestos a los ricos), pero ha generado una fuerte oposición en la derecha, especialmente en la CDU. El ministro de Economía, Peter Altmaier, planteó por su parte en el periódico 'Welt am Sonntag' vender algunas de las participaciones del Estado alemán en empresas cotizadas. "También esto trae dinero a las arcas públicas que bien podemos emplear para invertir en futuro", argumentó.

El Estado alemán posee el 100% de Deutsche Bahn, un gigante logístico global sobre raíles; el 32% de Deutsche Telekom, la mayor teleco del país; cerca del 16% del segundo banco nacional, el Commerzbank; y el 21% del servicio postal y bancario Deutsche Post. Además, tiene el 25% de la primera aerolínea alemana, Lufthansa, y del mayor turoperador del mundo, TUI, en cuyos accionariados ha entrado últimamente con 9.000 y 1.250 millones, respectivamente, para evitarles la quiebra.

Más allá de las especulaciones sobre por qué se han lanzado estas propuestas ahora y quiénes están realmente detrás de ellas, lo relevante es que, dado el peso de Alemania en la UE, pueden acabar convirtiéndose en el patrón para la recuperación económica tras la pandemia en todo el bloque.