Pesca

La pesca de la almadraba empieza en tierra

Los 18 pescadores que han dedicado toda su vida a este arte milenario comienzan esta semana a trabajar en Cartagena en las labores de montaje

Un pescador desenreda los amontonados cables cobre y boyas.

Un pescador desenreda los amontonados cables cobre y boyas. / Loyola Pérez de Villegas

Mar I. León

Es un estilo de vida en el que se trabaja un arte milenario. Así define Juan Paredes, gerente de la almadraba de La Azohía, en Cartagena, junto al resto de pescadores, la pasión que sienten por su oficio y la mar, a lo que se le suma el "tremendo orgullo" de trabajar la única almadraba del Mediterráneo.

Esta semana los 18 trabajadores de la almadraba se reencontraban un año más. Muchos llevan más de treinta años faenando codo con codo. Después de cinco meses de parón, este equipo formado por pescadores, buzos y personal en tierra como el gerente y vendedor de la lonja, vuelven a verse las caras en el muelle de La Azohía para empezar con las labores de tierra y dar comienzo a unos siete meses intensos de trabajo para la pesca de túnidos, bonito, melva, albacora, lecha, emperador, caballa y atún.

Aunque es un trabajo duro, manipulan constantemente material pesado y están expuestos al sol y la brisa marina tanto en invierno como en las épocas de más calor. El amor por la mar "se lleva en la sangre" y ninguno concibe otro oficio. Algunos llevan más de cuarenta años en esta almadraba, creada en 1947, propiedad de los hermanos Paredes Gil.

Las labores de tierra, según el gerente Juan Paredes, consisten en amontonar en el muelle la estructura superficial de las redes y comenzar con su montaje. El comienzo es lo más laborioso para ellos, ya que durante un mes y medio tienen que montar al completo la estructura que cada año desarman al finalizar la temporada de pesca en agosto formada por metros de rollos de cables de acero de ochenta kilos, boyas de un desgastado color amarillo por el sol y la sal, redes de pesca de 200 metros de longitud y las anclas, llenas de óxido y moluscos incrustados.

Un pescador realizando trabajos previos a la pesca en La Azohía.

Un pescador realizando trabajos previos a la pesca en La Azohía. / Loyola Pérez de Villegas

Un riesgo de pérdidas de hasta 300.000 euros

"Cada año lo empezamos con incertidumbre y mucha ilusión"

Si la temporada de pesca en la almadraba va a ser productiva o no es imprevisible, ya que dependen del tiempo. Su gerente, Juan Paredes, asegura vivir cada año esta época de montaje con el «cuerpo lleno de incertidumbre y a la vez mucha ilusión» ya que todos los años los propietarios asumen un riesgo de entre doscientos mil y trescientos mil euros. 

No solo tienen que extender y unir las más de dos mil boyas y mil kilómetros de cable en la orilla de la playa, sino que también repasan las posibles roturas porque se ha guardado en el almacén y no ha sido supervisado hasta ahora. Para mover todo este material pesado se ayudan de grúas y en todo momento usan guantes por la gran cantidad de óxido acumulado.

Desde el siete de febrero trabajan con un plazo, "este año entraremos en pesquera del 15 al 20 de marzo", dice el gerente. A partir de esa fecha, con la estructura superficial y las redes instaladas en la mar, embarcarán para pescar a las ocho de la mañana bajo la Torre Santa Elena de La Azohía. Después de dos horas levantan las redes y mandan el pescado directo a la lonja, y, si la cosecha ha sido buena, se realiza esta operación hasta las dos de la tarde.

Este año, esperan tener una buena temporada de pesca aunque es totalmente imprevisible porque dependen del tiempo. "Viene más pescado de paso cuando el viento es de lebeche y de poniente y cuando las aguas están turbias", explica Paredes.

Además, asegura que las buenas rachas de pesca son cíclicas. Cada diez años se dan episodios de poca productividad que se alargan unos dos o tres años. Entre 2016 y 2019 se dieron años de poca pesca. Desde entonces, hasta la fecha, se ha dado un buen ciclo que esperan que este año continúe. Aún así, "solo necesitamos una marea fuerte, como nos pasó hace siete años, para que cause una avería o desarme parte de la almadraba para perder toda la temporada, porque no da tiempo a volver a montar", explica. Una situación que califica como una "desgracia", tanto para el propietario, que tiene que asumir grandes gastos, como para el pescador, que va a participación.

Un pescador junto a una agrupación de anclas.

Un pescador junto a una agrupación de anclas. / Loyola Pérez de Villegas

Una lonja con un sistema de bolsa

Con un mando, los compradores pujan por el pescado 

La lonja, también propiedad de los hermanos Gil Paredes, subasta el pescado a mayoristas de Cartagena, Mazarrón, Gerona y Valencia, principalmente. No han perdido la tradición de pujar, pero ahora se ha automatizado en un sistema de bolsa en el que con mandos los compradores pujan. 

Este arte de paso dura los meses de abril, mayo y junio y la temporada terminará en julio. Para desmontar la almadraba solo necesitan un mes. Es de los métodos de pesca que más respetan el medio ambiente marino. Es muy selectivo con lo que se captura. "El pescado viene a nosotros. Nosotros no lo perseguimos ni buscamos grandes cantidades. Buscamos lo que nos depara la naturaleza", explica Paredes. Por eso, las mallas de las redes son anchas para no atrapar pescado pequeño y si sacan algún delfín o mantarraya, el buzo da aviso para que con una plataforma específica, y "con mucho mimo", los pescadores vuelvan a poner a estos animales en libertad.

A su vez, el atún que pescan lo sueltan, ya que pagan una cuota bastante elevada para capturar solo 1.400 kilos. Han solicitado a la Secretaría de Pesca comprar una cuota superior de 1.500 kilos.

Varios pescadores realizando trabajos previos.

Varios pescadores realizando trabajos previos. / Loyola Pérez de Villegas

Finalmente, el pescado termina en la lonja de primera venta de la almadraba, ubicada junto al Puerto de La Azohía. En ella se subasta el pescado recién descargado del barco. Esta da trabajo indirectamente a treinta personas entre mayoristas, comerciantes y transportistas. Aunque la prioridad son los mayoristas, también venden a turistas curiosos y particulares de toda la Región.

A pesar de ser un arte milenario, las embarcaciones y formas de envasar el pescado para su comercialización se han modernizado, por lo que apenas tienen que levantar grandes cargas. Así que ahora su mayor molestia es tener que soportar los calores del verano murciano en alta mar.

2.000 

Número de boyas en la  superficie del mar

De color amarillo, junto con el cableado forman parte de la estructura exterior y visible que forman la superficie de las redes. 

1.000 

Metros de cables de acero laberínticos en la orilla

Una gran longitud de cables de acero, que unen las boyas con las redes, son los que se extienden y forman un auténtico laberinto en el muelle de La Azohía.

200 

Metros, la profundidad de las redes hasta llegar al fondo marino

La redes, que alcanzan el fondo del mar con la ayuda de las anclas, tienen una malla ancha para no capturar pescado pequeño.

Si la temporada de pesca en la almadraba va a ser productiva o no es imprevisible, ya que dependen del tiempo. Su gerente, Juan Paredes, asegura vivir cada año esta época de montaje con el "cuerpo lleno de incertidumbre y a la vez mucha ilusión" ya que todos los años los propietarios asumen un riesgo de entre doscientos mil y trescientos mil euros.

La lonja, también propiedad de los hermanos Gil Paredes, subasta el pescado a mayoristas de Cartagena, Mazarrón, Gerona y Valencia, principalmente. No han perdido la tradición de pujar, pero ahora se ha automatizado en un sistema de bolsa en el que con mandos los compradores pujan.