Málaga puede contar su historia a través del vino. Es larga su tradición vitivinícola. Sin embargo, durante años el trabajo realizado por enólogos y bodegueros en la elaboración de pequeñas producciones, sobre todo, de tintos, blancos y rosados se diluía haciéndose casi invisible en un sector copado por las grandes denominaciones de origen. Tampoco ayudaba que los propios malagueños no terminarán de ver las riquezas de su tierra que van más a allá de los grandes dulces. Hecho que además suponía una barrera para comercializarlos en hostelería. Sin embargo, estos vinos de la D.O. Sierras de Málaga han encontrado su hueco junto a los dulces de la D.O Málaga, creando vinos de autor. Elaborados, a veces, con variedades casi extintas, y otras, bajo los principios ecológicos o biodinámicos. Así, los bodegueros malagueños han logrado que su debilidad, una limitada producción, se haya convertido en su fortaleza sacando al mercado vinos muy exclusivos y con carácter.

Ana de Castro no quería ser farmacéutica. Pudiendo respirar vino, ¿para qué estar detrás de un mostrador? Esta enóloga que dibujó su camino a su manera se abrió paso a base de tesón. La misma constancia con la gestiona un programa de rescate de cepas olvidadas y prácticamente extinguidas en Andalucía. La Melonera, uva tinta con rayas que recuerdan al melón, buque insignia del proyecto y que da nombre a la bodega, es la mimada de esta finca de 200 hectáreas ubicada en Ronda. El 55 por ciento de la misma se destina a cultivo de variedades autóctonas. Concretamente Tintilla de Rota, Melonera y Romé. Cuando la propiedad de la finca se planteó hacer un proyecto diferente, la respuesta la obtuvieron en un libro de 1807. Simón de Rojas Clemente relataba en su obra qué variedades vegetaban en Andalucía y, más concretamente, en Ronda. Así lograron saber qué hacer para rescatar el patrimonio vegetal devastado por la plaga de filoxera del siglo XIX. "Por la descripción del libro se encontraron los sarmientos junto a ríos y se pudieron traer a la finca", comenta de Castro. Sin embargo, el trabajo de esta bodega rondeña ha traspasado fronteras ya que han firmado un convenio con la Universidad Agraria La Molina, en Lima- Perú-, al descubrir que allí hay variedades autóctonas andaluzas llevadas por los conquistadores. Y fruto de este trabajo de investigación nace la edición limitada de vinos MHV elaborada cien por cien con variedades autóctonas. Son 1.000 botellas que esperan vayan en aumento puesto que este año la calidad de la uva se presume muy buena. Las lluvias han ayudado. Además, la propiedad se plantea sustituir las cepas de variedades comunes como la Garnacha o Merlot por otras autóctonas para tener una finca sólo de uvas de la zona.

En la bodega Niño de la Salina están de enhorabuena. La principal novedad de este año es que el embotellado de 2018 será ecológico certificado. Ya tienen el visto bueno de CAAE y esto supondrá un plus en la manera comercializar sus vinos de autor que están bajo la D.O. Málaga y Sierras de Málaga. Un sello de distinción que aportará valor añadido. Su viñedo ubicado en Almargen cuenta con seis hectáreas con cepas de Pedro Ximénez, Cabernet, Merlot y Moscatel de grano pequeño. "Tenemos capacidad para producir hasta 42.000 botellas entre blancos, dulces Pedro Ximénez y dulces moscatel", comenta su enólogo Francisco Medina, pero esta producción está a la espera de ser contabilizada cuando termine la temporada. Aunque para él los pronósticos parecen ser buenos. Esta pequeña bodega familiar cuida mucho su producción algo que han advertido varios restaurantes con estrellas Michelin al incluirlo en sus cartas.

Por su parte, en la finca de La Nogalera, en Ronda, se trabaja el vino con una óptica que va más allá del sistema ecológico. La producción del vino sigue las premisas biodinámicas. Un proceso más complejo que aplica técnicas agrícolas saludables incluyendo procesos naturales para su abono y tratamiento de la vid, así como la observancia de los ciclos lunares. La bodega Gonzalo Beltrán es un proyecto muy pequeño que nació en 2010 y que logró un empujón cuando su vino Perezoso 2012 ganó el concurso de caldos de Sabor a Málaga 2015. Al frente se encuentra la bióloga Mariola López Beltrán. Ella aplica los conocimientos de su área en la hectárea en la que tiene plantado Syrah, aunque hay adquirido otras cuatro más que aún no pueden dar frutos. "Hemos creado un ecosistema propio con árboles frutales y plantas ornamentales que sirven de apoyo a los animales. Y esto a su vez ayuda a eliminar las posibles plagas. Así el ecosistema se limpia y todo está conectado", comenta López. De esta forma de cultivo nace su Perezoso tinto y rosado bajo la D.O. Sierras de Málaga que se vende principalmente en la provincia, ya que es una producción muy pequeña, 3.500 botellas. Ellos prefieren no comprar uvas a terceros. "Aquí todo es muy cuidado", apostilla López. Quien asegura que no sacan su el rosado siempre, sólo los años en los que sí parece que la uva es óptima. Si todo va bien para este 2018 lograrán 500 botellas.

Ya en la zona de Mollina encontramos la finca La Capuchina. 20 hectáreas de vid con Pedro Ximénez, Moscatel de Alejandría o la Doradilla. Ésta última uva es una variedad autóctona y muy escasa. "Sólo quedan cuatro hectáreas en toda España y parte de ese cultivo lo tenemos nosotros", asegura Susana García, propietaria de esta bodega junto a su marido Emilio García. Se trata de una variedad blanca que da un vino de baja graduación y muy afrutado. Con esta singularidad los propietarios saben que tienen un producto muy exclusivo con el que poder competir. De Capuchina Vieja Doradilla sólo se consiguieron el pasado año 600 botellas. Para la cosecha de este año, al estar la uva tan sana y fuerte se espera poder sacar 1.200. La exclusividad también pasa por su compra. Sólo lo venden ellos.