Con la llegada del calor nuestros hábitos alimenticios cambian y también lo hacen los horarios e incluso los lugares donde comemos. Vamos a la playa, piscina, campo y nuestra dieta y el modo de conservación de los alimentos deben estar acorde con el nuevo escenario donde se consumen. Es por ello, que en los meses estivales se deben extremar al máximo el cuidado de los alimentos con el objeto de evitar las intoxicaciones alimentarias, así como los posibles problemas de salud que derivan de las altas temperaturas. Manipular los alimentos correctamente, conservarlos en condiciones óptimas y adaptar nuestros hábitos al calor estival son la clave para un verano saludable.

Así, la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), perteneciente a la Consejería de Salud y Familia de la Junta de Andalucía, ofrece unas pautas y consejos para afrontar estos meses de verano con total seguridad en el campo de la alimentación. Una de las primeras recomendaciones que lanzan es si se hace turismo rural. Pese a la tentación de disfrutar de alimentos caseros o artesanos sin marcas hay que buscar otras, igualmente saludables pero que estén debidamente etiquetadas y con control sanitario. Esto incluiría la venta ambulante de alimentos perecederos, que debemos evitar su adquisición, sobre todo si son huevos. Un producto muy delicado con las altas temperaturas. De ahí la archiconocida recomendación de que el consumo de mayonesa casera y salsas o cremas elaboradas con huevo fresco, deben ser comidas inmediatamente y desechar el resto.

Cuando preparamos comidas para excursiones al campo, piscina o playa debemos elaborarlas con la mínima antelación posible y prestar especial atención a la organización en la nevera para su correcto transporte. Se colocarán en la parte más baja los alimentos que se consumirán al final de la comida y aquellos de consumo más rápido o uso frecuente, como líquidos y refrescos, en la parte alta de la nevera donde se colocan las placas generadoras de frío. Además, en este menú hay que tratar de evitar el consumo de huevos, salsas o cremas y llevar siempre agua envasada. Los restos de comida no deben aprovecharse para su ingesta posterior. Podrían haber perdido su temperatura apropiada para el consumo humano pudiendo ser un foco de infecciones.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que debemos adaptar la alimentación al calor, sobre todo con las personas dependientes, mayores, lactantes y niños menores de tres años, que están particularmente expuestas a los riesgos de la deshidratación y del golpe de calor. Además de las recomendaciones generales que permiten reducir los riesgos de la deshidratación se proponen unos consejos de consumo alimentario para combatir la pérdida de líquidos que podrían producir problemas de salud como deshidratación, agotamiento, calambres, erupción cutánea o insolación. Algunas veces puede llegar a producir un golpe de calor, con una temperatura corporal muy alta, 39º C o más, piel roja, caliente y sin sudor, pulsaciones rápidas, dolor de cabeza punzante o pérdida de conocimiento, siendo necesario la atención sanitaria.