En el cartel de la puerta reza La Taberna de Curro Castilla 'cocina vascomalagueña'. Pero detrás de esta fusión, tan poco explotada por estos lares, se cocina mucho más. Hay productos de calidad, compromiso con el medio ambiente, con los proveedores locales y el concepto de slow food y con el celíaco, respeto por el recetario malagueño y culto a la gastronomía vasca. Este cóctel da como resultado un establecimiento que, aunque sencillo en apariencia y ubicación, juega en primera.

Los fuegos de este restaurante se encienden bien temprano para dar desayunos como es costumbre desde hace 25 años cuando abrió sus puertas. El proyecto era familiar y el padre encabezaba el negocio, de ahí el nombre. Ahora, los fogones los pilota con destreza José Francisco Salguero, la segunda generación. Es un chef consecuente y coherente. Su compromiso con los preceptos antes citados no se queda en aguas de borrajas tras replicarlos como un papagayo. Sino que los suscribe poniéndolos en su carta como un manifiesto de su propia identidad gastronómica. Chapó.

Su barra repleta de pintxos recuerda a Euskadi. Un placer. Al hojear la carta ves el trabajo de fusión real que el cocinero ha pretendido. Guisos malagueños, con productos frescos de la provincia, conviven con las recetas importadas desde el País Vasco, región en la que estudió en la escuela de Karlos Arguiñano y donde ejerció durante cuatro años.

Entre los platos para compartir en el inicio encontramos una clásica ensaladilla rusa, receta perfeccionada por su madre durante 20 años, una sopa de pescado donostiarra, un gazpachuelo o unas croquetas de bacalao caseras.

Salguero también trabaja, y muy bien, los arroces. Los hay individuales como el risotto rojo de pulpo y langostinos; el meloso de presa ibérica y hongos, el ibérico con sobrasada y jamón de bellota y el 100% malagueño con zurrapa. Todo un atrevimiento. A esta oferta arrocera se le unen algunas para compartir como el caldoso de carabineros, el mixto, el negro de calamares y langostinos y el de pescado y mariscos.

Dentro de las propuestas de mar hay un apartado específico de la cocina vasca. Su famoso bacalao al pil pil con aove de Alfarnate es un clásico. Otro irresistible plato es el txangurro gratinado para comer con tostas, la auténtica merluza en salsa verde con almejas; al bacalao a la vizcaína y los pxipirones en su tinta.

Sin embargo, no son las únicas elaboraciones de pescado. El bacalao es su punto fuerte: a la plancha, en salsa verde o frito con pimientos verdes fritos. Es un bacalao de gran calidad, donde las lascas se desprenden fácilmente y su color blanco intenso delata su frescura. La merluza y el pulpo también cobran protagonismo y están bien trabajadas. A esto hay que añadir las suculentas carnes con guarniciones y salsas para todos los paladares.

Una carta que refleja que a este chef lejos de jactancias estériles solo le interesa el concepto gastronómico de la buena cocina.