Para ser honestos la cosa varió mucho. El restaurante Alea fue durante tiempo uno de los referentes en el centro de Málaga en comidas de mesa y mantel y de almuerzos con sobremesas infinitas. Sin embargo, aquello se diluyó, y quedó un tanto postergado a lo que fue y no es. No fue gratuito que pasara desapercibido por muchos en su imaginario personal. Pero aquello ya ha quedado atrás. Ahora hay nuevo rumbo pero no para explorar novedosos horizontes sino para volver a sus orígenes.

La nave está pilotada por Rodrigo Bocanegra quien ha decidido apostar por el producto de calidad, de proximidad y ecológico creando, incluso, un huerto propio y ensalzando la tan desgraciadamente olvidada cuchara. Buena materia prima, volver a poner mantel en la mesa y ofrecer un servicio cercano y profesional son algunos de los cambios que ya se aprecian. Y parece que la cosa marcha. La renovación también ha pasado por incorporar nuevas manos a los fogones. Rocío López es una cocinera de cuchara y se nota su mano en la olla. Ahora los guisos están muy presentes como una sencilla y rica crema de calabaza ecológica con su pan frito. Este plato es fruto del acuerdo que la dirección ha llegado con una finca eco en Carratraca para producir sus propios vegetales e incluso organizar desayunos y visitas con los clientes del restaurante. Pero vayamos a la mesa.

El aperitivo es una moltura casera de aloreñas servida con aove. Propuesta original y muy acertada. A esto se le puede acompañar una selección de ibéricos, un carro de queso o corte de jamón en mesa. Otro plato de cuchara para abrir boca es el gazpachuelo. Cremoso, bien ligado y generoso de pescado y marisco. Es imperativo probarlo si se busca algo que reponga el cuerpo y el alma.

Como la nueva carta busca la temporada en su apartado ‘En Málaga ya huele a otoño’ encontramos flores de alcachofas; perdiz escabechada o tortitas de cuscús con cordero y verduras sobre miel de caña. Cuscús suelto y bien perfumado de canela, hierbabuena y cilantro.

El mar se representa con bacalao, salmón marinado, carabineros frescos - según mercado- o atún. Este último vuelta y vuelta, exquisito. Jugoso. Buena materia prima. Servido con tirabeques que aportan crujiente. Quizás se le podría sacar más partido a la lima de la guarnición integrándola en el plato.

Los arroces tienen mención aparte en carta. Cinco variedades y una fideuá, todas marineras. Con carabineros, chopos, gambas, calamares o bogavantes.

En el apartado de carnes la casa quiere apostar por el chivo lechal malagueño y la carrillada y el solomillo ibérico. De la vaca: el chuletón, el solomillo y el jarrete.

La parte dulce es corta, aunque casera. Tarta de queso, cremoso de mango y los destacables canutillos del Valle de Abdalajís rellenos de gachas. Espumas y otros postres ligeros serán la tendencia hacia donde vire cocina. Se trata de una carta que aún se está construyendo, pero cuya intención se presume interesante. Pasen y coman.