Ya apetecen unas nuevas elecciones, decía un tuitero. Desde que hay redes sociales, las elecciones son también un festival del humor. Hay tantos análisis sesudos como memes y humoradas, chistes y gracietas. Y que no falten. Cuanto más polarizados estamos más cachondeo hay. El humor es un arma cargada de futuro, pero de momento se lo lanzan unos a otros. Y en ese presente estamos. La participación no ha caído tanto como vaticinaba el partido de los agoreros, cuya facción hartazgo se ha hinchado de pronosticar que no iba a votar ni su madre. La gente ha ido a votar. El empacho lo ha expresado cambiando la papeleta, no guardándosela en casa. Los socialistas han vuelto a ir a las urnas, más o menos todos, para obtener, más o menos, el mismo resultado. La derecha ha ido a votar, pero ha decidido que sus flujos internos cambien. Los diputados que pierden los naranjas van a la buchaca de Vox y VoxPPTampoco ha quedado mal en estos comicios el partido bloqueo, que ya ganó en abril. Y en mayo y en junio y en julio. Ya en agosto todo el mundo tuvo claro que agosto está para perpetrar paellas, echar barriga en la playa, ir a la verbena del pueblo y desconectar de todo salvo del móvil, que hay que tenerlo siempre conectado no vaya a ser que haya algo instagrameable. En septiembre estaba propicio que iríamos a nuevas elecciones y el apóstol principal de tal idea era Sánchez, ese hombre que siempre gana pero nunca vence. Al menos del todo. Le pasó en su partido y en las pasadas y en estas elecciones. También en la moción, que le granjeó el trono político más apetecido pero también la animadversión de Rivera, que extendió (ese odio político personal al presidente) a su acción política. Con los resultados ya vistos. Rivera ha convocado un congreso. Ahí está el morbo y quizás el turno de Arrimadas, que una vez dilapidado su enorme potencial político en Cataluña podría estar dispuesta a malgastarlo en el conjunto de España. Acabará de candidata a la Junta de Andalucía.

A la hora de escribir estas líneas oímos a Pablo Iglesias hablar de coalición. No, no seguimos hablando de humor. Iglesias es don Erre que Erre con doctorado. Está reprochando a Sánchez aquella frase de que no podría dormir bien si los de Podemos estuvieran en el Consejo de Ministros e inquiriéndole sobre si ahora, con tantos escaños de Vox, va a dormir mejor. Está claro que a Iglesias, Sánchez le quita el sueño. Iglesias ya le ha enviado un mensaje. Se ha apresurado a filtrarlo y se ha apresurado a proclamar que Sánchez no le contesta. Quiere que lo quiera pero le culpa de lo de Vox. El líder socialista va coleccionando gente a la que no le coge el teléfono.

Ahora oímos a Abascal, de 24 a 52 escaños. En este punto del artículo, el lector va a pensar que el texto nos lo está haciendo la tele, pero lo que pasa es que le tienen enseñado a uno que estas crónicas o reflexiones han de estar adobadas de actualidad y no solo de opinión, que hay más gente opinando que espacio en los periódicos. Ha tenido usted un tertuliano, se oye ahora en algunas maternidades donde antaño se parían más ingenieros, jueces, deportistas o abogados. Ahora incluso nacen más editorialistas que antes, que andan los pobres por ahí luego ofreciéndose para pontificar a buen precio. Y por cierto que puede resultar una profesión de riesgo, ahí está el de El País, cuyo texto del otro día le valió el boicot de Vox, que ya no quiere a la gente de Prisa en sus ruedas de prensa, cosa que ha reprobado la Junta Electoral, que es un órgano, con todos los respetos que influye menos que los tasadores de estaño.

Vamos, que alguien había bajado el volumen: Abascal lee con delectación desde una balconada, a gente que grita «a por ellos», el número de escaños por cada una de las circunscripciones. La gente corea cada nombre de provincia. Sobre todo cuando el de Amurrio dice «dos escaños en Barcelona» o cuando recuerda que en Murcia, la tierra del inquietante Egea, vicelíder del PP, son el partido más votado. Nos vamos a hartar de oír que lo propio y responsable es una gran coalición entre los de Casado, también en el podio de vencedores de estas elecciones, y el PSOE. Y lo cierto es que el socialismo más Podemos y una larga mixtura de partidines, ERC, el PNV y la errejonancia o errejonidad, daría para una investidura y que si Casado se abstiene para permitir que gobierne Sánchez, no faltará (Vox) el que lo haga coparticipe de las políticas socialistas para así erigirse en jefe de la oposición (Abascal).

Pero Abascal no es Fraga sin empanadas. Está levantisco y no propicio a que le hagan eso que le hizo González al de Perbes en algún tramo de su larga historia política, nombrarlo, a lo británico, líder de la oposición para que estuviera a gusto ahí, como parte del sistema, casi como cogobierno.

Para acabar esta crónica pegado a la televisión, la pizza, la Coca Cola y los compañeros, espero a que salga Sánchez. Y también hay cachondeo: «Con Rivera sí», le gritan. Dice que quiere un Gobierno estable y se va a dormir. Si puede. De nuevo vencedor. Compartiendo titulares con Vox.