­ El PSOE arrancó ayer la campaña en Málaga con un acto, como se esperaba desde la víspera, fuertemente marcado por la personalidad de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que en pleno vendaval de rumores sobre su rivalidad, ficticia o, como mínimo, de alfombra para afuera, con Pedro Sánchez, demostró lo que todo apunta que será el denominador de su participación en esta dos intensas semanas de actos electorales. A estas alturas, y consultando su agenda -dentro de tres días estará en Cataluña- nadie duda de que el respaldo de la dirigente será activo, pero tampoco, y más después de lo visto anoche, de que éste se ejecutará fiel a su estilo y sin concesiones: basando casi todo la fuerza del discurso en la confrontación de la gestión en la comunidad, la suya, con la de Mariano Rajoy en el conjunto de España.

Frente a un auditorio especialmente acondicionado, abarrotado, en el hotel NH, donde según la organización se congregaron unas 1.400 personas, Díaz empezó, no obstante, con mal pie, haciendo una alusión innecesaria a la situación de las escuelas de hostelería, a las que al igual que en las pasadas autonómicas, volvió a prometer una solución, aunque esta vez, y ya son muchas, sin atreverse a aventurar una fecha. La mandataria andaluza fue presentada con entusiasmo por la portavoz municipal del PSOE, María Gámez, y el candidato al Congreso por la provincia, Miguel Ángel Heredia -entre ambos, significativamente, apenas sumaron una mención a Pedro Sánchez-, además de por el número uno al Senado, Antonio Morales, quien dijo, después de una intervención muy elaborada y fuertemente inclinada hacia la educación y la cultura, que la vida -cita literal- «nos ha regalado a Susana».

En apenas diez minutos de acto, el encuentro de ayer sirvió para confirmar las diferencias que separan a esta campaña de todas las anteriores. Al PSOE, y lo sabe, ya no le basta con arrear al PP e ignorar a IU; ahora, la caza del voto, es también una frenética dispersión de golpes, cosa que los cuatro participantes en el mitin dejaron claro desde el principio de su intervención, aunque en una tonalidad, repartida y disímil. Así, los candidatos por Málaga y María Gámez atizaron mucho más a Ciudadanos que Susana Díaz, quien sólo fue crítica con el partido que le ha permitido gobernar para distanciarse de sus propuestas en sanidad y de la fórmula inventada por Albert Rivera para corregir la pobreza: el famoso complemento salarial. En cambio, la presidenta, atacó duramente a Podemos: «Empezaron diciendo que no querían las mayorías absolutas ni el bipartidismo y han acabado por no querer que Andalucía tenga presidenta ni presupuestos», señaló.

En su tono habitual, pasional, de aliento cercano («no puedo dormir cuando un padre me cuenta un problema», llegó a decir), la presidenta embridó los primeros compases de su discurso hablando de política autonómica, en parte para enfatizar sus conquistas, pero también para utilizarlas en contraposición a las presuntas zancadillas del PP. Díaz ha preparado una campaña que, como ya ocurriera en las autonómicas, juega mucho a identificar al PSOE con Andalucía y al PP con todo lo que no es y está en contra de la comunidad. «No queremos un Gobierno en Madrid que permanentemente busque el castigo para Andalucía», resaltó.

La dirigente socialista lamentó, en este sentido, las diferencias en el reparto presupuestario con otras comunidades y dedicó buena parte de su participación en el mitin a cotejar, con ejemplos personales, la situación sanitaria de la región con la que impera, por los dicterios del ministerio, en el resto del país. «Tenemos que ser fuertes y cuanto más lo seamos más garantía tendremos de que lo que es de todos no será objeto de negocio. La sanidad no se toca», puntualizó.

Susana Díaz censuró con intensidad a Rajoy, al que ve agotado y únicamente interesado en hablar de fútbol -de Cheryshev, añadió con sorna-. Y pasó revista, uno a uno, a todos los temas que han sido objeto en la legislatura de repulsa social, desde los recortes a la ayuda a la dependencia («dijeron que no había dinero, pero sí para la amnistía fiscal de Bárcenas»), la reforma laboral o, incluso, la crisis territorial con Cataluña, de la que responsabiliza, en gran parte, a Rajoy, por su «indolencia» en los últimos cuatro años.

«La fuerza de la campaña ha de venir de Andalucía», sentenció la presidenta de la Junta, que, insistió, esta vez sí profiriendo con todas las letras el nombre de Pedro Sánchez, en la necesidad de que la Moncloa cuente con un mandatario que entienda a la región. «Porque nosotros sí entendemos lo que pasa y trae el PP». Se presume una campaña en el PSOE a toda mecha. Quién sabe, si también, a doble velocidad.