Nunca en la historia de España se habían repetido unas elecciones. Mucho se ha hablado de este hecho novedoso. El fracaso de nuestros políticos para llegar a un acuerdo que facilite la gobernabilidad del país ha sido analizado desde todos los ángulos. Si de algo han servido estos meses realmente, ha sido para constatar la capacidad de todos los actores para colocar palos en las ruedas precisas y en el momento justo en relación a los propios intereses de cada uno. El líder de Ciudadanos en Andalucía, Juan Marín, en un desayuno informativo que presidió el pasado viernes en Málaga, se atrevió a pronunciar lo que muchos ya intuían: la certeza de ir a una repetición de elecciones y, por lo tanto, del fracaso de las negociaciones que ya se constató entre todas las formaciones el pasado mes de enero. Lo que vino después, en consecuencia, fue algo tan natural a la política como la sobreactuación para posicionarse en la mejor casilla de salida y afrontar las nuevas elecciones sin la carga pesada de ser el responsable de la situación de bloqueo. A tan solo cinco días para que la rueda electoral eche a andar de forma oficial, si es que alguna vez se ha parado, nada hace constatar que los partidos hayan aprendido del pasado y ahora sean capaces de adaptarse a un escenario que no ha cambiado. Así, se da la circunstancia de que la segura inexistencia de mayorías absolutas obligue de nuevo a la necesidad de pactar para formar un Gobierno.

Cuando todos los líderes locales y cabezas de lista apelan a la moderación en campaña, preocupados de que los ciudadanos acaben viéndoles definitivamente como una caterva, estas semanas previas han dejado claro que realmente no ha cambiado nada. Los partidos se han sacudido los complejos, toda vez que los primeros grandes actos han servido para poner de manifiesto que el fuego cruzado entre unos y otros se irá sucediendo sin miramientos. Todo ello, a las puertas de unas elecciones que serán también fundamentales para los equilibrios de poder dentro de los mismos partidos. Después de una sucesión casi infinita de citas electorales, después del 26 de junio se abre por primera vez en mucho tiempo un largo periodo sin elecciones en el horizonte. Dependiendo de los resultados, se pasará la correspondiente factura y en Málaga, al contrario que en otras muchas provincias del país, sí se vislumbra un cambio. Si se utiliza como horma el reparto de los votos el pasado 20D, peligra el cuarto diputado del PP y todo apunta a un triple empate.

Ataques a dos bandas. El PSOE encara estas elecciones con dos formaciones en el punto de mira. A su tradicional enemigo, el PP, se le ha sumado en esta ocasión la alianza electoral de Unidos Podemos que amenaza con agigantarse por el flanco del electorado tradicionalmente vinculado al PSOE. Susana Díaz, presente en la capital el pasado jueves, dejó claro que no está dispuesta a dejar que Pablo Iglesias y Alberto Garzón ahonden en la herida y evidenció que la vinculación directa por sacar a Mariano Rajoy de la Moncloa pasa porque el PSOE quede por encima de Unidos Podemos. Más allá de felicitarse a sí misma por sus políticas al frente de la comunidad, marcándole directamente el camino a Pedro Sánchez, la visita de Díaz congregó a prácticamente todos los cargos electos y alcaldes de la provincia.

Mano de hierro. A las puertas de un congreso provincial, está claro que cualquier posibilidad de cambio pasa por sus manos. Ella tiene la capacidad de tapar, aupar o silenciar posibles corrientes alternativas dentro del partido. Sin su visto bueno, no crecerá ningún brote que pueda hacerle sombra al actual liderazgo de Miguel Ángel Heredia. Fuentes del partido muy cercanas a Díaz aseguran que la posición del de Mollina es ahora «más sólida» de lo que ha sido nunca y que «no tendría ningún problema en revalidar su posición como secretario general en Málaga». Su cargo como diputado en el Congreso le ha permitido estar cerca de Sánchez, pero, según aseguran, su determinismo histórico dentro del partido lo convierte en uno de los hombres fuertes de la todopoderosa baronesa de Andalucía. En todo caso, la última prueba de supervivencia en política siempre está en las urnas y unos malos resultados son el abono para que crezcan las alternativas. En el seno interno del PSOE hay cierta tranquilidad que contrasta con los mensajes fatalistas que se proyectan desde el exterior. Entre sus votantes potenciales, cifran el número de indecisos en un 35 por ciento. La ilusión de Sánchez por seguir vivo desde La Moncloa y abandonar la respiración asistida pasa por activar esta bomba de oxígeno.

Encuestas internas. Aunque todos las expertos hablan de unas elecciones insondables, las estrategias de última hora se construyen en torno a las encuestas internas que manejan los partidos. Como las primas en el fútbol, se suele hablar poco de ellas pero existen. Aunque al fin y al cabo se trate de depender de suposiciones, estas encuestas que manejan ahora mismo los partidos en Málaga prevén un triple empate tras el 26J. Con el PP como principal perjudicado, ya que estos sondeos internos dibujan un escenario en el que los populares perderían un escaño, tanto dentro del Congreso como en el Senado. Estas encuestas confirman lo que ya apuntaba la mera aritmética. La suma de los votos de Podemos e IU perjudican en esta ocasión al PP y su cuarto diputado se iría a Unidos Podemos. En el PP también ven peligrar al tercer senador. Es la razón que le ha valido a Elías Bendodo para sacar a Avelino Barrionuevo de la candidatura del Senado y colocarlo como número tres al Congreso. De esta manera, se explica que de cuatro vaya alguien ajeno al aparato del partido en Málaga, como es el caso del antequerano Ángel González. Poco ha cambiado en el panorama general, pero esta reestructuración de la candidatura popular es el claro ejemplo de que en Málaga las elecciones sí prometen un reparto nuevo. Algunos estarán más felices que otros.

Sin banderas comunistas

La alianza de Unidos tendrá efectos prácticos sobre la liturgia en los actos electorales de la provincia. La militancia de IU, que siempre ha acostumbrado lucir banderas republicanas y comunistas con cierto orgullo, tendrá que dejar las enseñas en casa. A los militantes y simpatizantes de IU se les ha recomendado acudir a los mítines de Unidos Podemos sin ninguna prenda o banderola que lleve impresa la hoz y el martillo. Es el primer precio a pagar después de abonarse a la lucha de los de arriba y los de abajo. El viernes llegan Alberto Garzón e Íñigo Errejón. Será interesante ver si mengua la simbología.