­Hubo ayer un sentimiento de euforia colectiva en la calle Alcazabilla. Unas 4.000 personas según las estimaciones más optimistas de la organización porque la política, también en el cálculo de asistentes, es puro espectáculo, sobre todo en campaña electoral, cuando la comparación con grandes eventos deportivos sale por sí sola. Hasta ahora, el PP había prescindido de los grandes pabellones y actos multitudinarios porque, según la estrategia trazada, estas elecciones, después de constatar cierto hartazgo entre la ciudadanía, requerían de sus propias contradicciones para evitar mayores turbulencias. Tanto hablar de hacer una campaña «a pie de calle» y, al final, casi se confirma que la razón, si se aplica en dosis elevadas, está reñida con los grandes fuegos artificiales y los excesos de monoteísmo de bandera. Ayer, el presidente en funciones del PP, Mariano Rajoy, acudió a Málaga para romper con la espiral de campaña austera con un cartel por todo lo alto y en una ubicación, no exenta de morbo, ya que el rocoso teatro al lado del cine Albéniz no había asistido a tanto asentimiento coral desde la ocupación de los romanos.

Con todas las encuestas augurando una nueva victoria, el líder popular se plantó en la capital desquitado de complejos y siendo más ganador que nunca. Una confianza que plasmó, desde el primer momento, en su intención de posicionarse como un líder firme avalado por una gestión, la de los últimos cuatro años, que habría convertido a España en un país que ha pasado de ser preocupación a situarse en la vanguardia del crecimiento de la Unión Europea. Con este trasfondo, Rajoy situó a España ante una disyuntiva: la de seguir con un Gobierno, el suyo, como garante de prosperidad y estabilidad económica, y el de Unidos Podemos, que según los populares no se sabe por dónde puede salir.

Frente a una calle Alcazabilla abarrotada y tintada de azul, -hubo hasta quien se subió a un árbol para ganar visibilidad-, el Teatro Romano desde el frente mural de la Alcazaba y con el sol de tarde resbalando se asemejó a una pecera subacuática con vistas a un Rajoy, que comenzó su discurso lanzándose a por el votante moderado e insistiendo en la necesidad de votar al PP como único partido capaz de combatir los populismos.

Poniendo el eje en un escenario distinto al 20D, aludió a la caída en desgracia del PSOE relegado como tercera fuerza e insistió en perfilar a su partido como única alternativa «moderada» frente a los «extremismos». En este sentido, Rajoy habló de España como un país que debe decidir en qué dirección quiere nadar a partir del 26J, y puso todo su ímpetu persuasivo, a veces haciendo alusión a repetir las obviedades que él mismo ha puesto tan de moda, en ampliar el rango de voto popular, sobre todo, agitanándose por el flanco de Ciudadanos. «Si los votos se concentran en un solo partido se obtienen más escaños», señaló, como el viejo refranero, que «la unión hace la fuerza».

Cuando Cuba y Venezuela se han convertido en una constante en esta campaña, Rajoy hizo ayer gala de su figura como garante de estabilidad para el futuro y habló de las muchas personas que perdieron el empleo durante la crisis y ya han vuelto a trabajar. «En 2011, en España, unas 1.700 personas perdían su trabajo cada día. A finales de 2015, unas 1.500 personas encontraban un trabajo a diario», aseguró el presidente en funciones sobre un proyecto, el popular, volcado con la creación de empleo. «Nuestro objetivo es crear unos 2 millones de puestos de trabajo en los próximos cuatro años», subrayó Rajoy.

Los cuatro pilares del proyecto. En unas pinceladas de lo que sería la legislatura 2016-2020 con Rajoy, el máximo mandatario del PP esbozó los cuatro pilares que centrarán su futura acción política: la lucha contra el desempleo, la disposición firme para combatir el terrorismo internacional, la prevalencia de la soberanía nacional en manos de todos los españoles y, por último, un compromiso inquebrantable por conservar las pensiones y el sistema público de educación y sanidad. En los últimos compases de su intervención, Rajoy también se encargó de difuminar el relato del resto de fuerzas políticas y sitúo, sobre todo, a C’s y al PSOE como principales culpables de tener que repetir elecciones.