­«¡Qué la juventud gobierne!», podría ser una exclamación para quien ve en la tierna edad una virtud para combatir la desafección reinante hacia la clase política. Son muchos, son jóvenes y están unidos bajo un mismo sentimiento: pasan de la política. Un día después de que se celebrara el último debate entre los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía, un equipo de grabación de la televisión pública regional se inmiscuyó en las calles para sondear la opinión entre la adolescencia de Málaga y preguntarles por si habían contemplado la contienda televisiva del día anterior. «Todos son iguales», «no me interesa la política», fueron algunas de las valoraciones que bien se podrían tomar como el pulso de una generación que se ha criado entre algodones y nunca ha sentido la necesidad de preocuparse por la política. Ahora, observan, sin capacidad de reacción, como todo lo que le habían contado sobre eso de que iban a ser la generación mejor preparada y con mejor futuro se ha convertido en uno bulo alejandrino que se agiganta con cada joven que tiene que abandonar el país por la falta de perspectivas. ¿Pero es representativa la imagen del joven apolítico resignado?

No siempre. El interés por la política suele ganar peso entre los miembros de una sociedad que sufre una crisis, como es el caso de España. Los ajustes y las necesidades van camino de hacerse imperecederas en el tiempo. El objetivo del último estudio sociológico realizado por el prestigioso Centro Reina Sofía era analizar cómo perciben los jóvenes el sistema político y cuál es el interés que les despierta la actividad política en general. Los resultados reflejan un claro resultado: aumenta el interés de los jóvenes por la política, aunque reniegan más de los partidos tradicionales. El estudio confirma, a su vez, la existencia de una desconfianza generalizada hacia la «política convencional y los partidos» que, con un 46,1 por ciento afecta casi a la mitad de todos los jóvenes entre los 18 hasta los 25 años. Ocho de cada diez encuestados consideran que los políticos solo están interesados en su voto y no en su opinión.

Los sociólogos del instituto han llegado a la conclusión de que casi la mitad de los jóvenes españoles (41 por ciento), se arremolinan en torno al término acuñado por el Reina Sofía como «activista político», caracterizado por su interés en los temas políticos, pero que huye de los grandes posicionamientos hacia los partidos tradicionales. También es un decidido defensor de fórmulas alternativas de participación ciudadana. Estos jóvenes confiesan sentirse más cómodos con los pensamientos residentes ideológicamente en el espectro de la izquierda. Si se tienen que poner de acuerdo en algo, es en suspender a los partidos políticos. Tienen el dudoso honor de ser ya la institución peor valorada entre jóvenes. Las notas otorgadas son alarmantes: 1,76 sobre diez. Que la política se ha convertido en algo extraño, casi lejano para la juventud, se podría explicar, quizá, por la firme creencia que se ha extendido entre los jóvenes de que ningún político, sea del partido que sea, tenga la capacidad para resolverle realmente sus problemas. Con miles de jóvenes haciendo las maletas todos los días, creen que su futuro depende de sus propios actos, no del político de turno. En esta espiral de contrariada negatividad, olvidan que muchos de sus problemas tienen, precisamente, un origen político. Aquí es donde entran en juego estos tres veinteañeros. Son los candidatos más jóvenes a una alcaldía por parte de PP, PSOE e Izquierda Unida. Son la respuesta de los partidos clásicos ante anzuelo lanzado por las nuevas marcas. Batallarán en tres municipios: Alozaina, Casabermeja y Teba. Con el ejemplo de Berthold Brecht y el precio del pan y las alubias interiorizado, estos tres candidatos se quieren convertir en alcaldes para demostrarle a sus ciudadanos que el trabajo político, por muy paradójico que resulte a veces, no es un acto en vano. Veinteañeros y formados académicamente. Curtidos en la ilusión de la militancia juvenil, piden paso en sus partidos.

Partido Popular

El orgullo por el partido sigue inflexible

Si la masa es el principio de la democracia, el PP tiene un problema. Según los últimos datos publicados por el CIS, los populares no llegan al 5 por ciento en intención de voto dentro de la franja de edad entre los 18 y 24 años. El voto popular sólo es mayoritario entre los votantes que superan los 65 años.

Para José Santaolalla, nunca hubo otra alternativa. «Siempre me he sentido ideológicamente representado por el PP». Lo dice alguien que, al contrario de lo que podrían indicar todos los tópicos, proviene de un seno humilde que siempre ha comido gracias a las labores desempeñadas por su padre en esos arrugosos jornales que ofrece el campo.

Justo aquí es donde quiere hacer brecha el candidato a la alcaldía más fresco que ha visto Alozaina en toda su historia. «El principal problema en el pueblo es que no ofrece ninguna perspectiva de futuro a los jóvenes que no sea el campo. Todos se van de aquí», señala. La principal propuesta de este joven pasa por apostar por un turismo de aventura. «En plena Sierra de las Nieves existen muchas posibilidades para atraer a visitantes de fuera», concluye. Preguntado por si siente alguna necesidad de esconder las siglas de su partido, ahora que se ve envuelto en una oleada de casos de corrupción, se muestra tajante: «Yo digo con orgullo que soy del PP», señala y afirma que se alegró el día que detuvieron a Rodrigo Rato. «Esto empaña el arduo trabajo que hacemos la militancia base. Yo llevo ocho años a pie de calle, ayudando donde puedo y nunca he visto un duro a cambio», explica quien está acostumbrado a poner «hasta la gasolina de su propio bolsillo». Reconoce que le ha costado trabajo armar una candidatura en un pueblo, tradicionalmente, gobernando por la izquierda. Que el PP pueda presentar una lista solvente y rejuvenecida, con una edad media de 37 años, más allá del hecho testimonial, se debe al incansable trabajo de Santaolalla.

PSOELas políticas de izquierdas se hacen desde los ayuntamientos

En el PSOE se hace difícil no mirar de reojo a Podemos. Aunque no concurra con marca propia, se han presentado muchas candidaturas de confluencia que llevan el crisma morado en la provincia. Si los socialistas andan en busca de nuevos referentes para contrarrestar al clan de la Complutense, José María García podría ser uno de ellos. Joven, formado y con el aval de haber militado en la izquierda. Es el único de los tres que ya tiene experiencia de gobierno. Ocupó la concejalía de Urbanismo, Obras y Vivienda en el Ayuntamiento de Casabermeja, antes de que el pacto de gobierno entre PSOE e IU saltara por los aires. Lejos de buscarse un puesto en la telaraña institucional, trabaja ahora como técnico en el departamento de inmuebles de una gran cadena de supermercados alemanes. «Pertenecemos a la generación engañada. Nos dijeron que si nos preparábamos nada podría pararnos, pero hemos descubierto que todo eso era falso», reseña el joven candidato que afirma deberle todo lo que es gracias a «todo lo que han luchado mis padres por mi hermano y por mí». Cansado del «oportunismo político» de PP e IU, se presenta como «alternativa de regeneración política». Sobre su lista asegura que se caracteriza por «la preparación y las ganas de trabajar por la igualdad de todos nuestros vecinos y vecinas».

Izquierda Unida

La identidad de una tradición obrera

Si todos y cada uno de nosotros está marcado por un contexto social, político, cultural y económico que determina la conciencia, se entiende que este joven candidato a la alcaldía de Teba, pretende transformar su municipio en IU. Siempre ha bebido del puño obrero de un pueblo que no se ha cortado en dar señas de su identidad contestataria. Después de pasar por el filtro de unas primarias, Cristóbal Corral se presenta con un proyecto político que pivota en torno a los «presupuestos participativos, la búsqueda de soluciones para generar empleo, la puesta en valor del patrimonio cultural e histórico de Teba y el desarrollo de una democracia radical en nuestro municipio». Además, como resalta, lo hace acompañado por una lista que supera, levemente, la media de los 30 años.