Avanza un tiempo nuevo. Esta vez, sin remisión, fuera de la frivolidad del eslogan. Los resultados del 24M, desparejados y reñidos en muchos municipios de Málaga, ponen contra las cuerdas la vieja manera de hacer política. Y, además, lo hacen a las bravas. Después de pasarse la última década pontificando sobre la necesidad de cambio, el PP y el PSOE, que siguen siendo las fuerzas mayoritarias, se han visto compelidos por las urnas a acelerar de la noche a la mañana y ponerse las pilas para no perder cuota territorial y quedarse fuera de los ayuntamientos. El voto impone una revolución. Si no en el color de la instituciones, sí, al menos, en el que será su funcionamiento ordinario. Con numerosas corporaciones todavía en suspenso, lo único que está claro es que los próximos años echarán el telón sobre el cadáver de los métodos consolidados. Se acabaron las decisiones unilaterales, la imposición de criterios. Es época de pactos. Y no sólo, como hasta ahora, para modelar de partida el sillón de las instituciones.

El ascenso de las coaliciones de Podemos y de Ciudadanos tumba en el diván del psicoanalista a los partidos tradcionales. Con treinta localidades pendientes de composición, el PP y el PSOE -también IU, aunque en mucha menor medida-están obligados a lamer sus heridas en tiempo récord frente al espejo. Los socialistas han sido los primeros en mover ficha, abandonando de un plumazo la identificación del bipartidismo con la estabilidad para abrazar en un guiño al nuevo electorado la causa de la multiplicidad y las alianzas saludables. El discurso monoteísta de Susana Díaz, defensora en la Junta del respaldo sin matices a la fuerza más votada, adquiere en Málaga un tono más abierto y de concordia. La digestión pesa más en las filas del PP, que continúa sin reaccionar en Génova, para desesperación del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre.

Por primera vez desde el retorno de la democracia la provincia se enfrenta a un escenario político desconocido. Las viejas fórmulas, los tics y las sintonías reverenciales ya no son válidas. Los resultados urgen a las listas más votadas a trabar amistad con formaciones que priorizan, incluso, las exigencias éticas y de programa a la sintonía natural ideológica. Al menos, frente a los micrófonos. La mayor evidencia de los cambios está en las vertiginosas mutaciones que se han dado esta semana en la capital, donde el propio De la Torre, tardó apenas unas horas en comprobar que la cuestión resulta infinitamente más espinosa que el simple lisonjeo recíproco con Cassá y Ciudadanos. El ajedrez prescinde de aliados naturales y nace bronco y descompuesto, con sitio para todas las combinaciones. Incluido un eventual frente cuatripartito con ganas de dar la campanada y llevar a la alcaldía a la socialista María Gámez.

Las especulaciones dejan una única certeza y ésa es la del cambio. Con independencia del desenlace, los nuevos ayuntamientos de los pueblos más populosos de la Costa del Sol se verán forzados a olvidar el rodillo de las mayorías y buscar a diario el entendimiento. Sin mucho tiempo, además, para el ensayo, con la necesidad para los próximos meses de llegar a acuerdos en asuntos tan esenciales como los presupuestos.

De los apoyos tangenciales y las decisiones individuales se pasará al territorio desconocido del consenso, lo que supone mucho más que un nuevo sentido para la oratoria. Cada decisión, cada gesto, cada contrato, estará sometido al escrutinio de más de una fuerza. La consecuencia positiva más palmaria es el aumento de la fiscalización de la labor del gobierno. Y la más borrosa el hecho de pasar de la política del ordeno y mando al diálogo sin pedagogía previa.

La polifonía de los nuevos ayuntamientos es para muchos analistas un peligro para la estabilidad. A más voces, señalan, más discrepancia y desgobierno. Sin embargo, y ahí está el reto, el nuevo mosaico presume una gran oportunidad de metamorfosis. Y más en un país en el que los acuerdos están bajo mínimos y devaluados y donde ni siquiera se ha conseguido alcanzar un denominador común en asuntos básicos como la sanidad o el modelo de enseñanza.

Mientras los líderes nacionales aclaran las líneas motrices y las simpatías recíprocas en Madrid y Barcelona, los ayuntamientos se mantienen en el aire. En la provincia los resultados del 24M son engañosos. Aunque se han dado más mayorías absolutas que en 2011, la situación ha cambiado radicalmente. De los quince municipios con mayor peso demográfico, únicamente cuatro (Antequera, Estepona, Fuengirola y Alhurín de la Torre) tienen el futuro político despejado. La Junta de Andalucía no es la única administración obligada a hilar fino para alcanzar el pacto. En anteriores convocatorias, la incertidumbre se resolvía por la vía rápida: PSOE e IU, salvo en la famosa etapa de la pinza, tendían a encontrarse y el PP, en caso de necesidad, buscaba ensamblaje en el resto de formaciones, incluido el PA y las fuerzas independientes locales. Ahora, el mapa es otro. Y aunque los afectos están encima de la mesa -la órbita de Podemos es sumamente refractaria a todo lo que huela a los populares- no se descartan sorpresas. Y más con el telón de fondo de las generales, que condiciona la estrategia a seguir.

Más allá de la antipatía entre la izquierda y la derecha, la pieza más ambigua en este dudoso escenario es la de Ciudadanos, que es precisamente la que las urnas han seleccionado para tener la llave de gobierno en muchas de las plazas más enredadas de la provincia. A los movimientos equívocos y personales de Cassá, se suma una aparente equidistancia programada que empieza a sacar de quicio al PP, que contaba con soslayar las diferencias y adicionarse los votos del partido de Rivera. A falta de pocos meses para las elecciones nacionales, ninguna formación está dispuesta a moverse en la foto. Y la consigna de Ciudadanos y de Podemos parece clara e inclinarse más por la exigencia que por la integración en gobiernos de coalición. «Nuestra intención es forzar para desalojar a Francisco de la Torre, pero todo dependerá de lo que indique la asamblea», dice Ysabel Torralbo, de Málaga Ahora.

La lógica asamblearia se impone. También en el engranaje de los nuevos ayuntamientos. En Málaga, donde el candidato más votado no llega a una quinta parte del censo, el mensaje es meridiano: es la hora de entenderse.

PPPérdida de poder y crisis en la Costa

A pesar de mantenerse como la fuerza más votada, el PP sale debilitado de las elecciones. Las diferencias respecto a 2011 son abultadas. La organización que dirige Bendodo ha perdido 76.000 votos y 50 concejales. Su número de mayorías absolutas se sitúa, además, por debajo de las del PSOE, estrechándose la distancia en la mayoría de sus plazas más consolidadas.

PSOERepunte en la depresión y nuevos pactos

Los socialistas avanzan, pero todavía están muy lejos de las cifras que se manejaban en las décadas pasadas. Su mayor victoria, además de mantener la hegemonía en el interior, ha sido recortar terreno en los feudos de la Costa del Sol más significativos. En muchos de ellos, como Málaga, Marbella o Torremolinos mantiene sus opciones de gobierno.

Málaga AhoraRevolución contenida por la dispersión

La decisión de Pablo Iglesias y de la dirección nacional de Podemos de prescindir de las siglas oficiales del partido ha restado impulso a las listas de convergencia. Aun así, candidaturas como la de Málaga Ahora han cumplido sobradamente el expediente. De haber buscado la unificación en toda la provincia su número de votos sería mayor y también su presencia en la Diputación.

C'sCuarta fuerza política y llave de gobierno

Ciudadanos ha irrumpido como la cuarta fuerza política de la provincia. La distribución de sus votos y la elasticidad de su ideario, menos definido que el de las plataformas de Podemos, le otorga una gran capacidad de maniobra. Especialmente, en ayuntamientos como los de Málaga o Torremolinos, donde serán claves para la composición de los futuros gobiernos.

IUTrece alcaldías en una deriva de retroceso

Castigada duramente por el auge de Podemos, IU ha sido uno de los grandes derrotados en el 24M. La coalición conserva 13 alcaldías, pero retrocede significativamente en ayuntamientos en los que al inicio del mandato se daba por hecho su crecimiento. Pese a que su número de votos rebasa a Ciudadanos, el peso en los pactos será más limitado.