Capital. Acaso, un dolor lastima menos cuando viene con aviso. Un cataclismo no lo es tanto si viene a cámara lenta. Nadie en el PP duda de que Francisco de la Torre volverá a ser el alcalde de Málaga tras el 26 de mayo. Él, el que menos. Lo demuestra en cada entrevista que concede, evocando amplias mayorías que le permitan seguir fijando los caminos de Málaga desde la central de poder que lleva ocupando como alcalde desde el año 2.000. Incluso habla de mayorías absolutas. Es verdad que los primeros amores son los que marcan. Son el recuerdo de la vida de momentos en lo que todo era extraordinario. Para De la Torre las mayorías absolutas que cosechaba eran la recompensa a algo que trascendía la propia política. Lo dejó claro en el comentado cara a cara que tuvo con Manuela Carmena en El Intermedio, en pleno prime time televisivo. Lo suyo es más bien una forma de vida que se alimenta de una vocación insaciable por el servicio público. Un servicio público entendido, en su caso, como una disposición personal al sacrificio llevado a su máxima expresión. Jornadas de trabajo de sol a sol. Vacaciones, si acaso, que se comprimen a una semana a lo largo del año. Todo por Málaga. En su círculo más íntimo, puede que se perdiera a un padre de familia. Pero que se pregunten en Málaga qué ganaron a cambio los ciudadanos. El regidor y de nuevo candidato popular ahora se dispone a entregarse durante otros cuatro año más. En teoría, este mandato iba a ser su último. Las circunstancias, de diversa índole, le han empujado a ser el De la Torre más intrépido.

La naturaleza ha dotado al ser humano de miedo para sobrevivir. El miedo, puede ser el mejor amigo del hombre. En un momento dado, evita acometer acciones perjudiciales para uno, como puede ser saltar de un edificio de 20 plantas en llamas, pensando que es la vía de escape más rápida. O presentarse a unas elecciones que pueden acabar manchando una trayectoria inmaculada. La historia está llena de boxeadores que no han podido dejar su registro de derrotas a cero por no retirarse a tiempo. Y el factor de riesgo en estas elecciones es más difícil de calcular. Con Vox, se suma un nuevo actor a un tablero marcado ya de por sí por el multipartidismo que se abrió camino en el Ayuntamiento de Málaga en 2015. Desde el viernes, la capital está oficialmente en campaña. De manera sentido, lo lleva una eternidad. Que De la Torre sea el candidato más votado siempre se ha dado por hecho hasta ahora. En el Reino Unido, donde se puede apostar a absolutamente todo, la victoria del alcalde popular sería ilustrada con cuotas extremadamente pírricas. Pero hay algo distinto en estos comicios. Tan solo la mínima posibilidad de que el candidato más votado pueda ser otro que no sea De la Torre, es todo un revulsivo. No obtener el número de concejales suficientes para poder gobernar sería increíblemente brutal para De la Torre y para el PP. Pero ya hay algunas voces que avisan a nivel interno del riesgo. Al menos, existe. Y eso ya es otra novedad en sí.

Los antecedentes más próximos no son los mejores para De la Torre. Las siglas del PP está en pleno descenso accidentado. Sería prudente no extrapolar los resultados de las elecciones generales. En unas municipales, existe una dinámica propia. Entran en juego los temas concretos de ciudad. La situación meteorológica es otra. Pero la debacle de las generales ilustra una espiral descendente para el PP, y que se suma a la que experimentada por el propio De la Torre en 2015. El regidor se dejó por el camino unos 40.000 votos. Con el escrutinio al 85%, al PSOE le daba para armar una alternativa de izquierdas junto a IU y Málaga Ahora. Pero el regidor y candidato popular cuenta con una ventaja de la que no disponen los otros contendientes, por mucho empeño que pongan en ello. En Málaga, Paco de la Torre no tiene un nombre, tiene una marca. Lo volverá a fiar todo a su poder de captación del voto. De mantener el Ayuntamiento, agrandaría su leyenda. En el caso contrario, entraría a formar parte de ese lista de nombres ilustres que no supieron irse cuando estaban en lo más alto.

Necesidad de pactos. Como en cada convocatoria, la campaña sugiere un panorama en el que han desaparecido partidos y han entrado en escena otros muchos. La diferencia es que esta vez algunos de los nuevos van más allá de la presencia testimonial y apuntan a ser claves en muchas de las formaciones de gobierno. En el número de candidaturas no hay muchas disimilitudes, aunque sí se dan casos de auténtica dispersión de propuestas. Dos formaciones tienen todas las papeletas para ser determinantes y erigirse en posible llave de gobierno: Ciudadanos y Vox. Aunque más la primera que la segunda, por simple proyección de voto y por presentar candidaturas en más ayuntamientos. Como ya pasó en 2015, muchos ayuntamientos dependerán de la voluntad naranja. El PSOE tiene muchas alcaldías gracias a los acuerdos a los que se llegó en 2015. Sobre todo, en la Costa. El clima político a nivel nacional podría poner en aprietos a no pocos alcaldes socialistas. Albert Rivera, en su pugna por ser el líder de la oposición, le ha declarado la guerra al PSOE y ve «prácticamente imposible» llegar a acuerdos con los socialistas a nivel municipal. Uno de los grandes interrogantes aparejados a esta cita es la de saber si Ciudadanos mantendrá el veto después de las locales. De puertas para dentro, los candidatos locales naranja rechazan esta «fórmula estándar» y piden que, una vez se conozcan todos los resultados, se analice municipio por municipio.

Diputación. Otro interrogante aparejado a la cita es saber de qué lado se inclinará finalmente la Diputación de Málaga, que en 2011 cayó en manos del PP tras dos gobiernos consecutivos en coalición de PSOE e IU. La brega de los populares tendrá mucho que ver con el interior y su capacidad para mantener algunas de las plazas conquistadas con la música de derrumbe de Zapatero en el pasado mandato. Algunas de larga fidelidad a los socialistas como Antequera o Coín. Vox se podría estrenar con diputados provinciales. En teoría, eso beneficiaría al PP y a Francisco Salado como futurible presidente. Aunque él no haya manifestado abiertamente su deseo de seguir en la calle Pacífico, parte como claro favorito dentro del PP y tiene el respaldo del partido.